Desgraciadamente hay comisionados, y otros
políticos, que lo prolongado de su tiempo sentado en la poltrona legislativa,
más que enseñarlos a valorar a los ciudadanos y legislar, los envanece y les
hace perder la perspectiva. Perdiendo el respeto a la reciprocidad, tirando en
saco roto, el reconocimiento de que están disfrutando de una posición, que
pueden dejar de merecer cuando se atrofia la natural fidelidad, que toda
persona tienen obligación de cumplir. Y muy especialmente los llamados “servidores
públicos”, que persistentemente hablan de su “vocación de servicio”.
Amen.
viernes, 27 de mayo de 2016
¿SERVIDORES PUBLICOS? Y LA LLAMADA VOCACION DE SERVICIO
Por
Adam Dehoy
Próximamente
habrá nuevamente elecciones. Yo he defendido el derecho de los Comisionados a
ser elegido tantas veces como los votantes lo quieran. Mi opinión se centra en
que la Comisión es un –o al menos debe serlo– cuerpo legislativo y que el
tiempo ayuda a que estos comisionados tomen mayor experiencia en esa difícil
disciplina. Pero no se debe tomar esta opinión como un mandato al estilo de los
concedidos, a los piratas por los monarcas del siglo diecinueve; que al final
los convertían en “corzos”, y podían actuar impunemente en su beneficio, al
margen y hasta protegidos por la ley. Los comisionados no deben olvidar, que su
obligación, legal, ética y moral se debe, principalmente a la protección de los
ciudadanos que ellos representan. Tampoco deben olvidar que cada ciudadano es
un voto, y que por ende todos deben ser atendidos con igual esmero. Que no es
saludable, políticamente, hacer distinciones que atenten contra el derecho a la
igualdad, a que todos…, y repito, todos tienen derecho. Una señal de que esto
no está ocurriendo es demostrar, con hechos, fuera de toda retórica de campaña,
que su carácter y valor por la lealtad, no ha sucumbido ante el orgullo mal
entendido del disfrute, por mucho tiempo de la capacidad de ejercer el poder,
que precisamente le diera sus votantes. Los que no sobrepasan esta etapa del
mandato, caen en el peligro de sufrir un síndrome que podríamos diagnosticar
como producto del padecimiento de híper soberbia, adquirida por el prolongado
uso de la poltrona legislativa.
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