Habana
(Parodia)
Exportadora de revoluciones
sangrientas a todo el mundo.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.
Tempestuosa, como los huracanes que la azotan.
Impasible, a pesar de su endémico deterioro.
Desafiante ante las innumerables miserias que la aquejan.
Ciudad de anchos hombros,
estoica bajo la fusta de dos hombres
que la maltratan desde hace más de medio siglo.
Me dicen que eres perversa y yo les creo, porque he visto
a damas vestidas de blanco ultrajadas y golpeadas.
Y me dicen que eres corrupta y yo respondo: Sí, es cierto,
los rostros de tus mujeres y tus niños reflejan
las huellas del agobio y el hambre.
Y me dicen que eres despiadada y mi respuesta es:
Tienen razón, porque he
visto al verdugo verdeolivo fusilar impunemente,
y fusilar y fusilar y fusilar.
Y después de responder así, me vuelvo una vez más hacia los que
menosprecian mi ciudad, y les devuelvo su desprecio y les digo:
Vengan y muéstrenme otra ciudad
con el orgullo de estar todavía en pie,
pronunciando estridentes discursos en medio de la frustración de un
fracaso tras otro.
He aquí una fornida e intrépida contrincante que se destaca
entre las débiles y pequeñas ciudades caribeñas.
Feroz, como un perro jadeante, lista para la acción.
Sagaz, como un salvaje enfrentándose a la jungla africana
para entronizar dictadores vitalicios.
Inculcando ideas necias en la mente de niños y de jóvenes,
con el fin de convertirlos en «hombres nuevos»,
devenidos con el tiempo en exiliados o en ahogados
en el Estrecho de la Florida.
Erigiendo ruinas.
Concibiendo planes quinquenales jamás cumplidos.
Destruyendo, demoliendo, nunca reconstruyendo ni edificando.
Riendo en medio del horror.
Riendo, bajo la terrible carga del destino,
como sólo saben reír los ciegos o los que no quieren ver.
Riendo, como ríe un ignorante que aplaude
por no haber perdido nunca su cuota en la libreta de racionamiento.
Riendo y jactándose de que bajo su muñeca el pulso aún palpita,
a pesar de la hambruna del periodo especial,
y de que bajo sus escuálidas costillas el corazón aún late.
¡Riendo!
una risa violenta, ronca y retadora.
Semidesnuda, semidescalza, sudorosa.
Y orgullosa de ser:
Exportadora de revoluciones sangrientas a todo el mundo.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.
Tempestuosa, como los huracanes que la azotan.
Impasible, a pesar de su endémico deterioro.
Desafiante ante las innumerables miserias que la aquejan.
Ciudad de anchos hombros,
estoica bajo la fusta de dos hombres
que la maltratan desde hace más de medio siglo.
Me dicen que eres perversa y yo les creo, porque he visto
a damas vestidas de blanco ultrajadas y golpeadas.
Y me dicen que eres corrupta y yo respondo: Sí, es cierto,
los rostros de tus mujeres y tus niños reflejan
las huellas del agobio y el hambre.
Y me dicen que eres despiadada y mi respuesta es:
Tienen razón, porque he
visto al verdugo verdeolivo fusilar impunemente,
y fusilar y fusilar y fusilar.
Y después de responder así, me vuelvo una vez más hacia los que
menosprecian mi ciudad, y les devuelvo su desprecio y les digo:
Vengan y muéstrenme otra ciudad
con el orgullo de estar todavía en pie,
pronunciando estridentes discursos en medio de la frustración de un
fracaso tras otro.
He aquí una fornida e intrépida contrincante que se destaca
entre las débiles y pequeñas ciudades caribeñas.
Feroz, como un perro jadeante, lista para la acción.
Sagaz, como un salvaje enfrentándose a la jungla africana
para entronizar dictadores vitalicios.
Inculcando ideas necias en la mente de niños y de jóvenes,
con el fin de convertirlos en «hombres nuevos»,
devenidos con el tiempo en exiliados o en ahogados
en el Estrecho de la Florida.
Erigiendo ruinas.
Concibiendo planes quinquenales jamás cumplidos.
Destruyendo, demoliendo, nunca reconstruyendo ni edificando.
Riendo en medio del horror.
Riendo, bajo la terrible carga del destino,
como sólo saben reír los ciegos o los que no quieren ver.
Riendo, como ríe un ignorante que aplaude
por no haber perdido nunca su cuota en la libreta de racionamiento.
Riendo y jactándose de que bajo su muñeca el pulso aún palpita,
a pesar de la hambruna del periodo especial,
y de que bajo sus escuálidas costillas el corazón aún late.
¡Riendo!
una risa violenta, ronca y retadora.
Semidesnuda, semidescalza, sudorosa.
Y orgullosa de ser:
Exportadora de revoluciones sangrientas a todo el mundo.
Fabricante de ruinas. Almacenista de falsas promesas
para un futuro siempre pospuesto.
Distribuidora de Hambre y Miseria a toda la Nación.
Recreación habanera sobre el poema
Chicago, de Carl Sandburg.
Chicago, de Carl Sandburg.
Esperando
a los yanquis
¿Por qué estamos reunidos en la
Plaza?
Porque hoy nos invadirán los
yanquis.
¿Por qué entonces esa indolencia en
el Comité Central?
¿Por qué no promulga alguna ley la Asamblea Popular?
Porque hoy nos invadirán los
yanquis,¿Por qué no promulga alguna ley la Asamblea Popular?
y ¿qué leyes podría ya promulgar
la Asamblea Popular?
Cuando lleguen los yanquis, ellos promulgarán las leyes.
¿Por qué el máximo líder se despertó
hoy tan temprano,
y está en la tribuna muy circunspecto,
con su uniforme y su gorra verde olivo?
Porque hoy nos invadirán los
yanquis,y está en la tribuna muy circunspecto,
con su uniforme y su gorra verde olivo?
y el máximo líder se prepara para recibir
al jefe invasor.
¿Por qué están aquí los miembros del
Comité Central, de la Asamblea Popular, de los Comités de Defensa de la
Revolución, de las Brigadas de Respuesta Rápida y, también, los camilitos, las
federadas, los jóvenes comunistas y hasta una nutrida representación de
pioneritos asmáticos como el Che? Todos con sus uniformes de gala, brazaletes,
insignias y condecoraciones.
Porque hoy nos invadirán los
yanquis,y a los yanquis les encantan los desfiles y las celebraciones.
¿Por qué nuestros dirigentes no
están gritando
sus consignas ni sus arengas?
Porque hoy nos invadirán los
yanquis,sus consignas ni sus arengas?
y a los yanquis les aburren los oradores y sus discursos.
Pero, ¿por qué de repente hay tanto
malestar y confusión?
¡Cuán solemnes y apesadumbrados se han vuelto todos!
¿Por qué se están quedando desiertas las calles y la Plaza?
¿Por qué el pueblo, atribulado, se está retirando a sus casas?
Porque está anocheciendo y los
yanquis no llegan.¡Cuán solemnes y apesadumbrados se han vuelto todos!
¿Por qué se están quedando desiertas las calles y la Plaza?
¿Por qué el pueblo, atribulado, se está retirando a sus casas?
Y unos hombres que vigilaban
el horizonte desde el malecón,
acaban de informar que no hay ningún yanqui a la vista.
Y ahora, ¿qué será de nosotros sin
los yanquis?
Ellos eran, al fin y al cabo, la única solución, nuestra última esperanza.
Una parodia del poema “Esperando a
los barbaros”, de C.P. CavafisEllos eran, al fin y al cabo, la única solución, nuestra última esperanza.
Autor: Juan Cueto Roig
Juan Cueto Roig, nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía: En la tarde, tarde (1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (2000), En época de lilas, traducción al castellano de 44 poemas de E.E.Cummings (2004), Cavafis, veintiún poemas traducidos del inglés(2010), y Esas divinas cosas: Tribulaciones y alegrías de un traductor (2011); en narrativa, Ex-Cuetos (2002), Hallarás lobregueces (2004), Verycuetos (2007), Veinitún cuentos concisos (2009), Lo que se ha salvado del olvido (2013) y Verycuetos II (2014).
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