Con el reciente anuncio de una serie de
disposiciones para “normar” el
funcionamiento de los restaurantes privados o paladares, el gobierno
de la Habana pretende poner coto una vez más al progreso económico del sector
cuentapropista.
Nadie se haga ilusiones, parece estar
diciendo la dictadura de Birán, acomodada a no permitir el acopio de capital en
manos privadas desde su llegada al poder. Y la razón más obvia es el temor a
que, posterior a esta coyuntural libertad económica, se les cruce en la cabeza
a los cuentapropistas la idea de buscar libertad política.
Ya en el VII Congreso del Partido
Comunista, Raúl Castro y su comparsa apuntalaron la restricción de
concentración de riquezas en manos de personas naturales o jurídicas no
estatales, perfiladas dentro de la actualización del modelo económico y social
cubano. De ahí, que no sea irrazonable pensar que todas aquellas concepciones
tan animosas y audaces, como la autorización de compra-venta de viviendas y
automóviles, el permiso de pequeños negocios, y cualquier medida de buena fe de
la Casa Blanca para apoyar a los comerciantes privados, estén condenadas a los
embates de las fuertes ráfagas del huracán de Birán.
Recordemos que en la década del 90, con la
caída de los patrocinadores del bloque comunista, Fidel Castro concedió ciertas
libertades para emprender negocios privados que había aniquilado desde el
principio de su reinado. Pero tan pronto como la capacidad emprendedora de los
cubanos se disparó hasta niveles impensables, y tempestivamente apareció el
satélite salvador de Hugo Chávez, comenzó a satanizar aquella incipiente
“economía de mercado”, que obligadamente licenció en pleno Periodo Especial.
La paladar Amor, ubicada en la popular
calle 23 del Vedado, y La Casa de los Tres, en el mismo barrio, pero en la
calle B esquina a 29, se levantan como testigos de aquella contraofensiva que
barrió como hormigas toda la bravura empresarial privada que floreció en la
década del 90.
En el caso de Amor, logró tanta eficiencia
económica en esa época que muchos franceses reservaban los turnos desde su
país, para ir allí tan pronto ponían pies en la Isla, debido a la variada gama
culinaria que ofrecía. Pero al cabo de dos años, el fabuloso restaurant tuvo
que cerrar a causa del acoso permanente de un enjambre de inspectores estatales
que les hizo la vida imposible a base de controles excesivos, multas, chantajes
y alza de impuesto, ordenada por la casta gobernante.
La misma suerte correría la Casa de los Tres.
Esta cafetería, que era administrada por dos hermanas, llegó a brindar un
servicio tan aceptable, rápido y con calidad, que muchos médicos, enfermeras y
trabajadores de los hospitales ubicados en las inmediaciones del lugar, y por
supuesto, los residentes de la zona, la frecuentaban diariamente. Allí, a
precios módicos se podían adquirir humeantes discos de queso, coctel de fruta,
flan, tostadas con mantequilla y café con leche, entre otras ofertas. Pero de
pronto, su gestión económica y social se vio ahogada cuando aparecieron los
fiscalizadores con un paquete de restricciones que les hicieron disminuir las
sillas dentro del local, después deshacerse de ellas y finalmente la
incoherente exigencia de los vales de compra de todas las materias primas, lo que
unido al alza de los impuestos y constantes inspecciones, les hizo claudicar.
La multiplicación de empleos y la
germinación de riquezas son incompatibles con el régimen marxista. Y aunque el
tiempo parezca que se le acaba, la insólita jerarquía cubana sigue insistiendo
en los mismos métodos para frenar el desarrollo económico de los ciudadanos.
Mientras tanto, continúan con su afán de
responsabilizar al embargo norteamericano con todo lo que sucede en la Isla.
Hace unos días, nuevamente la litúrgica votación de la Asamblea General de las
Naciones Unidas apoyó el informe presentado por la representación cubana. Para
esta ocasión, hasta los EEUU y su gran amigo Israel se abstuvieron.
La gente que piensa con cabeza propia se
pregunta: ¿cuándo la Asamblea General de la ONU, o el bloque de los países
latinoamericano, o la acicalada Europa, o algún país asiático o del Medio
Oriente, o tal vez algún grupo sideral -si existe-, levantará su voz contra el
bloqueo interno que el castro-comunismo impone al pueblo cubano desde hace más
de medio siglo?
A no dudar, y creo que hablo en nombre de
un sinfín de cubanos, a pesar de la confusión que se genera dentro de la
opinión nacional cada vez que llega la dichosa votación del mes de octubre en
la ONU, los cubanos que viven con un ingreso que no rebasa los 20 dólares al
mes, estarían muy agradecidos si este gesto se desencadenara también en
cualquier parte de ese mundo que hoy condena, con razón o sin ella, el embargo
norteamericano.
Y sería racional, pues está más que demostrado
que el régimen, mientras no encara las verdaderas transformaciones que necesita
Cuba, se ocupa eficientemente de culpar al embargo norteamericano de todas las
adversidades por la que ha pasado nuestro pueblo a largo de este último medio
siglo, pero oculta de gran manera, el bloqueo interno que impone a los propios
cubanos.
leonpadron16@gmail.com @leonlibredecuba
No hay comentarios:
Publicar un comentario