domingo, 6 de noviembre de 2016

UNA FLOR PARA CAMILO

Ramiro Gómez Barrueco  Ex preso político. Escritor. Empresario.   
Con esa frase poética convocan todos los años a la población cubana para recordar la misteriosa desaparición del carismático líder guerrillero Camilo Cienfuegos. El día 29 de octubre de 1959 el gobierno revolucionario informó que el día anterior habían desaparecido: Camilo (1), el piloto Lázaro Fariñas (2) y el soldado Félix Rodríguez (3). Ellos viajaban en una avioneta desde Camagüey hacia occidente. Durante dos semanas movilizaron infructuosamente al pueblo... Desaparecieron.
 
Camilo es un personaje controversial. Un aventurero campechano que viajó al menos dos veces a USA antes del proceso revolucionario y se inscribió en el ejército norteamericano, pero nunca lo llamaron a servicio. Expulsó a los comunistas de su tropa rebelde. Contraviniendo una orden del Che Guevara, alimentó a la tropa de éste,  que estaba castigada por haberse retirado en una batalla. A Camilo no le agradaba Raúl Castro, se rumoraba que existió una confrontación a puñetazos. Aunque se oponía públicamente a los fusilamientos, hay quienes aseguran que condenó a muerte, al menos, al militar Pedro Morejón. Cuando llegó a La Villas, le dio su apoyo y amistad al comandante comunista Félix Torres; y lo situó en puestos claves después de la victoria. Su tiempo libre prefería dedicarlo a cortejar a las damiselas encantadoras de la aristocracia habanera.
Camilo era el jefe del ejército. Cuando crearon El Ministerio de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, aun siendo su subalterno,  fue designado ministro y Camilo quedó bajo sus órdenes. Cuando Húber Matos renunció a su jefatura militar, designaron a Camilo para detenerlo, aunque esta actividad correspondía a Raúl o Ramiro Valdés. Algunos analistas consideran que trataron de provocar un duelo entre ambos y así eliminar dos obstáculos simultáneamente.
Los hechos y comentarios de “la desaparición” comenzaron con la afirmación gubernamental de que el jefe de la torre de control (4) se había suicidado porque estaba avergonzado de haber dirigido la avioneta hacia una turbonada. El piloto del Sea Fury (5), que despegó cuatro minutos después de la avioneta, desapareció para siempre. El mecánico (6), que reportó que el Sea Fury regresó con una ametralladora descargada, murió atropellado por un automóvil esa misma noche. El pescador (7) y el matrimonio de Casilda (8 y 9), que vieron un avión de guerra atacando a una avioneta, fueron trasladados a La Habana y jamás regresaron. El oficial de Día, José Paz (10), que recibió el informe de la ametralladora descargada, murió cuatro días después en un accidente en La Vía Blanca. El dueño de la fábrica de aviones Cessna ofreció un millón de dólares al que lograra destruir un avión igual al desaparecido sin que flotasen sus restos. El gobierno cubano hizo mutis y abandonó la búsqueda.
El comandante Cristino Naranjo (11), amigo y ayudante de Camilo, comenzó una investigación independiente. Fue ametrallado en su automóvil entrando al Campamento Libertad, del cual era el jefe, por el capitán Manuel Beatón, segundo al mando, que ¡increíblemente! estaba haciendo posta. Beatón (12) fue arrestado y se fugó, se alzó, lo capturaron y lo fusilaron. Antes de morir confesó todo lo vivido a su amigo el teniente Agustín Rumbaut (13), miembro del tribunal que lo juzgaba, éste hizo un informe de la confesión pero murió en un “accidente de caza” días después.
Posiblemente los disparos del Sea Fury provocaron un aterrizaje, forzado y secreto, porque nunca aparecieron restos de la inhundible avioneta ni la de sus tripulantes. Prevalece la historia del ex preso político y ex comandante rebelde Jaime Costa (Moncada, Presidio, Granma y Sierra). Jaime narró cómo, dónde y quiénes asesinaron a Camilo, porque él y el comandante Almeida fueron obligados a  presenciar, tras una puerta, ese triste episodio: “lo acusaron de traidor, lo ametralló el capitán Aragonés por orden de Los Castros, allí presentes, en una pista de fumigación aérea de La Ciénaga de Zapata”.
 Según muchos conocedores de la psiquis de Fidel Castro, él consideró como un reto fatal e ineludible, cuando el pueblo capitalino interrumpió estruendosamente su primer discurso nacional, gritando repetida y jubilosamente ¡Camilo! ¡Camilo! Esta admiración popular firmó la sentencia de muerte  del comandante habanero.  No existió realmente ingenuidad ni ternura en la histórica e inolvidable pregunta ¿Voy bien Camilo? El ego herido de un criminal megalómano lógicamente pensaría: vas mal Camilo, vas rumbo al cementerio.
Una gran parte de este relato aparece en el documental ¿Asesinaron a Camilo? producido por Pedro Corzo en El Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo. Una distancia infinita puede separar al verbo de la realidad; pero la verdad histórica se abre paso con la investigación y el implacable devenir del tiempo. Nosotros también recordamos a Camilo hoy con una flor: la flor de la verdad.

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