Con esa frase poética convocan todos los años a
la población cubana para recordar la misteriosa desaparición del carismático
líder guerrillero Camilo Cienfuegos. El día 29 de octubre de 1959 el gobierno
revolucionario informó que el día anterior habían desaparecido: Camilo (1), el
piloto Lázaro Fariñas (2) y el soldado Félix Rodríguez (3). Ellos viajaban en
una avioneta desde Camagüey hacia occidente. Durante dos semanas movilizaron
infructuosamente al pueblo... Desaparecieron.
Camilo es un personaje controversial. Un
aventurero campechano que viajó al menos dos veces a USA antes del proceso
revolucionario y se inscribió en el ejército norteamericano, pero nunca lo
llamaron a servicio. Expulsó a los comunistas de su tropa rebelde.
Contraviniendo una orden del Che Guevara, alimentó a la tropa de éste, que estaba castigada por haberse retirado en
una batalla. A Camilo no le agradaba Raúl Castro, se rumoraba que existió una confrontación
a puñetazos. Aunque se oponía públicamente a los fusilamientos, hay quienes
aseguran que condenó a muerte, al menos, al militar Pedro Morejón. Cuando llegó
a La Villas, le dio su apoyo y amistad al comandante comunista Félix Torres; y
lo situó en puestos claves después de la victoria. Su tiempo libre prefería
dedicarlo a cortejar a las damiselas encantadoras de la aristocracia habanera.
Camilo era el jefe del ejército. Cuando crearon
El Ministerio de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, aun siendo su
subalterno, fue designado ministro y
Camilo quedó bajo sus órdenes. Cuando Húber Matos renunció a su jefatura
militar, designaron a Camilo para detenerlo, aunque esta actividad correspondía
a Raúl o Ramiro Valdés. Algunos analistas consideran que trataron de provocar
un duelo entre ambos y así eliminar dos obstáculos simultáneamente.
Los hechos y comentarios de “la desaparición”
comenzaron con la afirmación gubernamental de que el jefe de la torre de
control (4) se había suicidado porque estaba avergonzado de haber dirigido la
avioneta hacia una turbonada. El piloto del Sea Fury (5), que despegó cuatro
minutos después de la avioneta, desapareció para siempre. El mecánico (6), que
reportó que el Sea Fury regresó con una ametralladora descargada, murió atropellado
por un automóvil esa misma noche. El pescador (7) y el matrimonio de Casilda (8
y 9), que vieron un avión de guerra atacando a una avioneta, fueron trasladados
a La Habana y jamás regresaron. El oficial de Día, José Paz (10), que recibió
el informe de la ametralladora descargada, murió cuatro días después en un
accidente en La Vía Blanca. El dueño de la fábrica de aviones Cessna ofreció un
millón de dólares al que lograra destruir un avión igual al desaparecido sin
que flotasen sus restos. El gobierno cubano hizo mutis y abandonó la búsqueda.
El comandante Cristino Naranjo (11), amigo y
ayudante de Camilo, comenzó una investigación independiente. Fue ametrallado en
su automóvil entrando al Campamento Libertad, del cual era el jefe, por el
capitán Manuel Beatón, segundo al mando, que ¡increíblemente! estaba haciendo
posta. Beatón (12) fue arrestado y se fugó, se alzó, lo capturaron y lo
fusilaron. Antes de morir confesó todo lo vivido a su amigo el teniente Agustín
Rumbaut (13), miembro del tribunal que lo juzgaba, éste hizo un informe de la
confesión pero murió en un “accidente de caza” días después.
Posiblemente los disparos del Sea Fury
provocaron un aterrizaje, forzado y secreto, porque nunca aparecieron restos de
la inhundible avioneta ni la de sus tripulantes. Prevalece la historia del ex
preso político y ex comandante rebelde Jaime Costa (Moncada, Presidio, Granma y
Sierra). Jaime narró cómo, dónde y quiénes asesinaron a Camilo, porque él y el
comandante Almeida fueron obligados a
presenciar, tras una puerta, ese triste episodio: “lo acusaron de
traidor, lo ametralló el capitán Aragonés por orden de Los Castros, allí
presentes, en una pista de fumigación aérea de La Ciénaga de Zapata”.
Según
muchos conocedores de la psiquis de Fidel Castro, él consideró como un reto
fatal e ineludible, cuando el pueblo capitalino interrumpió estruendosamente su
primer discurso nacional, gritando repetida y jubilosamente ¡Camilo! ¡Camilo!
Esta admiración popular firmó la sentencia de muerte del comandante habanero. No existió realmente ingenuidad ni ternura en
la histórica e inolvidable pregunta ¿Voy bien Camilo? El ego herido de un
criminal megalómano lógicamente pensaría: vas mal Camilo, vas rumbo al
cementerio.
Una gran parte de este relato aparece en el documental
¿Asesinaron a Camilo? producido por Pedro Corzo en El Instituto de la Memoria
Histórica Cubana contra el Totalitarismo. Una distancia infinita puede separar
al verbo de la realidad; pero la verdad histórica se abre paso con la
investigación y el implacable devenir del tiempo. Nosotros también recordamos a
Camilo hoy con una flor: la flor de la verdad.
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