Por Lola Benítez Molina Málaga (España)
Hay un lugar que resplandece en el planeta. Es punto de reunión, más
bien de unión de poetas.
Con el alma de los
rapsodas desaparecidos otros poetas recitan, con placer, con serenidad y con
brillantez lo que en el alma sienten: un palpitar de sueños, de dulces
encuentros, de deseos aún en vuelo… Esas voces unidas, abrazadas, dan energía y
valor al destino incierto de cada uno de ellos.
Ese lugar existe, es real, yo he estado en él. Es la cafetería “El
Azul Café”. En ella, la unión de todos se hace universal, libre de máscaras y
ataduras. Entrar allí es como adentrarse en el cielo al son de una música de
fondo tenue, compuesta por compositores clásicos de antaño. El tiempo queda
suspendido, no transita en esos momentos de dicha, sino que, simplemente, late
en ritmo inusual.
Dicho establecimiento está exquisitamente decorado en tonos blanco y
azul, de todas las gamas, haciendo honor a su nombre. Y de repente, un tono
alegre, que engrandece su destello. Cada vez que traspaso su umbral siento que
allí se halla el oasis de paz y serenidad que tanto anhelo. Aquel pulcro
colorido, junto a la amabilidad de su dueña, le hacen al visitante desear
volver aún antes de haberse marchado. Eso no es todo. La música de Richard
Wagner: “La cabalgata de las Valquirias” se alterna con los tangos de Gardel o
el “Azúcar” de Celia Cruz, pero, como ya mencioné, a unos estudiados decibelios
que nos hacen alcanzar el éxtasis. Nostalgia, amor a la poesía y felices
momentos se funden en el ambiente.
Para completar tan sublime sutileza no podía faltar el arte en sus
impolutas paredes: hermosas pinturas de Sisley, Emil Nolde, Vermeer o los
paisajes de Van Gogh junto a la pintura victoriana del holandés Lawrence Alma–Tadema,
precioso lienzo el de “Las rosas de Heliogábalo”, emperador romano de la
dinastía Severa, que reinó del año 218 al 222 d. C., personaje este conocido
por sus excesos. Heliogábalo mandó arrojar por sorpresa tal cantidad de pétalos
de rosas y violetas sobre sus invitados a una de sus fiestas, que la velada
apacible de la Antigua Roma se transformó en tragedia debido a que algunos de
ellos murieron asfixiados. Ese preciso instante en el que ocurrió tal peripecia
es el que el pintor plasmó, con suma maestría, sobre un lienzo de 214 cm por
132 cm.
Tan magnífica cafetería es un lugar totalmente apropiado, por sus
singulares características arquitectónicas, pictóricas y de placidez para los
inolvidables encuentros de poetas.
Hemos leído anteriormente estos artículos de la escritora de Málaga que escribe con una soltura, estilo y belleza formidable.
ResponderEliminarRené León