Se dicen guiados
por los propósitos y principios de la carta de las naciones unidas que, por
cierto, prohíbe la discriminación racial o religiosa, “reafirmando, entre otras
cosas, la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por la fuerza”, y
esto lo firma la Rusia de Putin, que acaba de anexarse la península de Crimea y
mantiene una guerra en el este de Ucrania para arrebatarle las provincias de
Donetsk y Lugansk, como antes hizo en Georgia con las provincias de Osetia del
Sur y Abjasia, así arrasó Chechenia e inventó un país que llama Transnistria,
al este de Moldavia, el verdadero paraíso del gánster, hoy devasta Siria en
alianza con Irán, a la vista del mundo y sin que nadie haga nada, no digamos el
Consejo de Seguridad, que está ocupado condenando a Israel.
¿Cómo pueden
explicar bajo esta doctrina del Consejo de Seguridad que Königsberg, la ciudad
de Emmanuel Kant, sea una ciudad rusa, bajo el imperio de Vladimir Putin?
China comunista
ocupa al Tíbet ilegalmente, se tragó a Hong Kong sin masticar y amenaza con la
guerra en el Pacífico para anexarse a Taiwán, además de estar ya en guerra
contra la independencia de Sinkiang cuya extensión es más de 80 veces el
territorio de Israel. Las atrocidades de los chinos contra los uigures son
intolerables y no obstante ser estos en su mayoría musulmanes no reciben la
menor atención de la hermandad musulmana que sólo se ocupa en destruir a
Israel.
Uno no sabe si
reír o llorar al escuchar a Gran Bretaña, inventor de la teoría y de la
práctica del imperialismo, llamar a Israel “potencia ocupante” y a los judíos
“colonos” en Judea, Samaria y Jerusalem, repudiar “la adquisición de
territorios por la fuerza” y afirmar que el asentamiento en territorios en
disputa “no tiene validez legal y constituye una flagrante violación del
Derecho Internacional”.
Nunca sabremos
cómo explican los ilustres académicos de las universidades británicas, que
suscriben el boicot contra Israel, los asentamientos británicos en las islas
Malvinas, por poner sólo un ejemplo de territorio obviamente en disputa, por no
hablar de la Guayana esequiba, tan caro a Venezuela, Belice para Guatemala y,
en fin, todo el resto de la Commonwealth.
Francia, tan
responsable del caos en Siria, Irak, Líbano y todo el Levante bajo su estatuto
colonial, debe estar tan complacida por las resultas del Pacto Sykes-Picot como
para proponer otra línea de partición en una pretendida conferencia de paz para
el medio oriente cuya convocatoria introdujeron en la resolución 2334 para el
2017 en Paris, pero condenándola de antemano al fracaso con esa misma
resolución.
Y Estados Unidos,
cuya Constitución prohíbe textualmente “leyes ex post facto” ¿cómo
pueden dejar pasar la resolución y luego disculparse diciendo que no tienen
nada que ver con ella porque no la redactaron ni la propusieron? La dejan pasar
y luego tratan de evadir sus consecuencias, es decir, no son responsables de
sus actos. Si la resolución les parece tan buena ¿por qué no la asumen
abiertamente? ¿Qué opinarían si la resolución dijera que el asentamiento de
negros en determinado territorio es una flagrante violación del Derecho
Internacional? Estos señores se burlan del mundo: Se sabe que las grandes
potencias hacen lo que les da la gana con los pueblos indefensos y para eso
crearon ese club de imperialistas que es el Consejo de Seguridad de la ONU,
para no pisarse la manguera entre ellos; pero lo que ni siquiera las grandes
potencias pueden hacer es convertir sus atropellos en legislación, porque
insultan la razón y sublevan la conciencia de la gente honesta, que todavía
queda alguna, incluso en esas grandes potencias.
Cómo pueden decir
que el asentamiento de judíos en Jerusalem, Judea y Samaria es una “flagrante
violación del Derecho Internacional” sin poder exhibir ninguna ley que diga
algo semejante, pero que además sería una ley que no querríamos ver nunca, por
discriminatoria y absurda, o sea, que si alguien es druso, copto o armenio,
puede comprar un terreno y hacerse una casa, ¡pero si es judío no! ¿Qué clase
de ley es esa? ¿Por qué el asentamiento de judíos atenta contra la solución
biestatal y el asentamiento de árabes no? Si el Estado árabe no admite ni un
solo judío, entonces, el Estado judío no debería admitir ni un árabe. ¿Y
qué de los millones de árabes que viven en el resto de Israel? ¿Esos no atentan
contra la solución biestatal?
Ni siquiera una
alianza de todas las superpotencias puede hacer que si la condición para la
existencia de un hipotético estado árabe palestino es que esté prohibido que
los judíos vivan allí, ese no sea un estado judenrein como
lo hubiera soñado Hitler y su aliado, el muftí de Jerusalem, ni cómo justificar
a la luz del Derecho y la moral Internacional un Estado con esa característica;
otro oxímoron es que siga siendo además “democrático” como no lo es ningún
estado árabe o musulmán realmente existente.
Quizás sea
imposible desentrañar el oscuro tejemaneje que hizo que esa gran democracia que
es Egipto, redactor original del proyecto, lo retirara a última hora para pasarlo
a manos de Malasia y Venezuela, como quienes no tienen nada que perder.
Sería demasiado
arduo dedicarse también a revisar las credenciales democráticas de los miembros
no permanentes del Consejo de Seguridad, por lo que podemos prescindir de la
monarquía malaya sin mayor riesgo.
Pero, ¿cómo
ignorar a Venezuela, ese modelo de democracia, libertad y respeto a los
derechos humanos?
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