"La confrontación social no violenta heredaba nuestro ideal del Estado de Derecho.."
Ramiro Gómez
Barrueco (Ex preso político. Escritor. Empresario.)
La
extinción de nuestro Estado de Derecho fue la razón vital de nuestra oposición
a la tiranía castrista. El mutis indolente, aparente o conveniente, nos hacía cómplices
de las constantes violaciones perpetradas en 1959 a La Constitución de 1940. Cómplices
también de la inexistente convocatoria a elecciones libres y de las falsas
promesas de paz nacional que garantizaban que no habría vencedor ni vencido.
Estos compromisos sintetizaban el espíritu y la razón de ser de “La Revolución”.
Desde 1959,
simpatizantes y miembros del depuesto gobierno, naufragaron en ese pantano de
injusticias: desde juicios sumarios injustificados hasta la estigmatización
social. Finalmente naufragó La Nación.
La Historia
se encargó de demostrar que el Presidente Revolucionario, El Consejo de Ministros,
los jefes y muchos oficiales de las fuerzas armadas, así como muchos
revolucionarios, sí estaban comprometidos con los valores democráticos que decían
defender. Lo demuestra plenamente el libro “Confrontación” (historia de los años
1959-60) del prestigioso escritor y columnista del Nuevo Herald, Pedro Corzo, libro
que será presentado el 3 de mayo en 4000 West Flagler Street.
El régimen castrista
impidió a los ciudadanos cubanos decidir su futuro. Los opositores democráticos
“Contrarrevolucionarios” exigimos la prometida convocatoria a elecciones libres,
nos opusimos a la erradicación de los
partidos políticos, al cierre y confiscación de la prensa independiente y a
todas las violaciones de las libertades civiles. Nuestro clamor fue apagado con
sangre y fuego y respondimos a la violación de todos nuestros derechos con
sangre y fuego.
Casi sin apoyos morales ni físicos, abandonados
y traicionados, solos con nosotros mismos, perdimos esa larga y heroica guerra.
Los sobrevivientes cumplimos largas y terribles condenas. Algunos, antes de
disfrutar del primer día en libertad, comenzamos a construir, físicamente, en
la calle, nuevos escenarios de confrontación bélica. Décadas de sacrificios y
peligros bipolares dentro y fuera del país. Fracasamos.
La confrontación
social no violenta heredaba nuestro ideal del Estado de Derecho. Surgieron nuevas
estrategias en una nueva guerra sin pólvora. En Cuba, Ricardo Bofill, explotó la
bomba madre de Los Derechos Humanos; en USA, Jorge Mas Canosa, estalló el polvorín universal
de la Conquista Diplomática. La oposición heroica de intramuros impuso su arriesgada
lucha de Trincheras de Pavimento; continúan demostrándolo Las Damas de Blanco,
La Umpacu, Fantu etc. El Plebiscito no limita estas estrategias sino que las funde
en una confrontación integral.
Si unimos
los tres ingredientes de nuestra actual ofensiva: Los Derechos Humanos, La
Batalla Diplomática y La Lucha Ciudadana, podemos identificarlos con la palabra
Plebiscito. Pero también El Plebiscito nos recuerda y nos inserta en nuestra razón
de ser desde 1959: presionar al gobierno para que realice elecciones libres,
justas y plurales que implican libertad política, social, de expresión, de
prensa y muchos etcéteras. De realizarse este sueño posible pero improbable ¿Quiénes
ganarían y quiénes perderían? ¿Estaríamos los opositores peor o mejor de como
estamos?
Una lluvia
de preguntas, dudas y justas discrepancias se derivan automáticamente de esta
propuesta. La mayoría, basadas en la mirada puesta a través del prisma de la indiscutible
participación del régimen totalitario, del cual nada positivo puede esperarse. Vistas
desde el prisma aislado de la
participación ciudadana, nadie con sentido común democrático puede oponerse a
darle voz al pueblo; piedra angular de una rebelión popular. Pero la vida es un
ineludible berenjenal socio-político-económico. La solución inmaculada y mágica
es una maravillosa fantasía talámica que anhelamos vehementemente. Fantasía.
La esperada negatividad castrista al
Plebiscito ya le está pasando la cuenta diplomática en América Latina: Senado Chileno,
Congreso Paraguayo, OEA… y la bola sigue y seguirá tumbando bolos en Centroamérica
y Europa; por lo menos y por ahora. La respuesta castrista de cero Plebiscito, no es cero, es algo, algo muy
negativo que no mata, pero hiere y desangra. Algo es más que nada. El
Plebiscito gana ganando y gana perdiendo.
Si ellos
accedieran al plebiscito vinculante, que significa que el resultado de la
consulta es obligatorio y de inmediato cumplimiento, existen condiciones que
tienen que cumplirse “a priori” del evento. Supervisión de la ONU, OEA, Unión
Europea, Prensa Internacional, La Oposición y La Sociedad Civil, Cuba Decide,
observadores internacionales... Ellos no sólo velarían por evitar el seguro
intento de fraude, sino por el cumplimiento de las libertades individuales,
sociales y políticas inherentes al proceso eleccionario.
Nuestra causa ganaría mucho aunque El
Plebiscito perdiera, porque el comunismo
no resiste un minuto de fría comparación, ni sus inevitables y fatales
consecuencias. Inmersos en este escenario potencial, El Plebiscito
sería un detonante o el puñal de un Harakiri gubernamental.
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