"PARA LOS JUDIOS EL CUERPO LO ERA TODO. POR ESO LA MUERTE ERA UN DESASTRE.."
Por, Santiago Cárdenas MD
Alejandro se bañó en el Indo. Pero los ecos de la vida eterna de los
filósofos griegos no tuvieron impacto en el
oriente que continúa en su
prestidigitación esotérica hasta nuestros días. La difuminación del helenismo
fue un éxito sólo en los alrededores del Mediterráneo: el occidente. Aquí
tienen un botón pa' la muestra.
Alejandría, llamada así por su fundador; su faro y su Biblioteca, la más
grande del mundo en su época. Los cinco libros de la "biblia", que
allí se guardaban, el Pentateuco, o sea, La Ley, La Torah, fueron traducidos
del hebreo al griego por los LXX sabios
judíos de varias ciudades entre
ellas el Cairo y Jerusalén. Esa
traducción fue hecha para los cientos de
miles de judíos dispersos –la diáspora– en los alrededores del Mare Nostrum
luego de la destrucción del
primer Templo por Nabucodonosor. Esa fue la biblia que leyó San Pablo en Tarso, actual Turquía, donde
vivíaento judío circuncidado, guardando el sábbatoh y nada de carne ‘puerco, el intelectual
estrella del cristianismo unos años después–, llega a Jerusalén para estudiar a los pies de Gamaliel utiliza, por supuesto, la "biblia"
hebrea. Pablo era bilingüe y bicultural, como
somos en Hialeah. Si supo algo del alma aristotélica y de la otra vida
como decía el preceptor de Alejandro, citando a Platón en su sensacional
diálogo "Phaedro" –le resbaló
en el tímpano–.
Es que un filósofo o religioso judío seguía al pie de la letra la
tradición de los pueblos abrahámicos y
mosaicos, precursores culturales de Sócrates. Los judíos ubicaban el alma o principio animado
del ser humano dentro del mismo cuerpo
(corazón, intestinos, riñones, genitales), que, claro está, desaparecía junto a la
corrupción del mismo, como sucede en el
mundo físico, corporal. Más sencillo, para los judíos no había separación del
alma del cuerpo y mucho menos vida eterna, tal como entendemos actualmente los cristianos influenciados por
el piquete neoplatónico de san Agustín y san Ambrosio desde Milán a finales del
siglo IV. Pero, ésa es otra historia.
Para los judíos el cuerpo lo era todo. Por eso la muerte era el
desastre total; el acabose; la catástrofe definitiva. No había esperanza como
en el infierno de Dante. Y la muerte del Xto no fue la excepción. Algo
durísimo. No puedo imaginarme los ayees terribles de dolor de las santas mujeres mientras
limpiaban ese cadáver. Era el fin de
todo. Inefable el cuidado exquisito con que trataron ese cuerpo, con bálsamos y
aromas; el llanto inconsolable. ¡Qué horror!... El abatimiento y la depresión de los pendejos apóstoles que
escondidos y a la debandada estaban en angustia y en total desolación ¡¡Que sábattoh más triste!! .....¡El más
triste de la historia! Como para suicidarse. Imagínense a Pedro, el analfabeto
pescador de Galilea en la capital, sin dinero y sin entender ni pitoche de lo
que sucedía a su alrededor. Ese sábado le roncó el mango.
Hablarle de la resurrección, la vuelta a la vida verdadera, a un judío
era la cosa más absurda que Ud. puede imaginar. Totalmente estúpido e incomprensible. Perder el tiempo.
Una tomadura de pelo. Nadie en Palestina, ni remotamente, podía imaginar ese disparate. Ese retorno a la vida
nunca se había mencionado en las escrituras; ni tenía cabida en una cabeza
semita (los griegos sí estaban en esa "onda" desde que Homero
escribió acerca del último suspiro exhalado por un guerrero al caer de su
carro; entonces, el "alma" se
evaporaba integrándose en el
universo).Pe Sigo.
Por eso los relatos de la resurrección del Cristo son contranaturales en un contexto cultural,
radicalmente hostil. Y también por eso costó tanto tiempo para ser aceptados
por algunos judíos, los más cercanos a Jesús. Los otros aún no lo aceptan en nuestros días.
San Pablo escribió las primicias
de la resurrección unos veinte años antes que los evangelios y su versión no puede ser otra que la de un
Cuerpo, con mayúscula; insisto, el Cuerpo "espiritual" de Jesús el
resucitado. Increíble, pero cuerpo al fin.
Los relatos evangélicos mas
tardíos acerca prodigio más grande de la
historia que hoy celebramos, son altamente contradictorios. Por eso la Santa
Madre Iglesia nos hace un ajiaco pastoral de ellos, que es muy válido y
piadoso. El asunto fue (es) tan "fuerte" que en el Cenáculo el
apóstol Tomás el Dídimo o Mellizo, no creyó hasta que tocó, o casi, la carne fresca y las llagas de Jesús en su cuerpo resucitado. ¡Señor mío y Dios mío!, exclamó.
"No soy un fantasma; no tengan miedo" dijo Jesús de Nazaret textualmente
y entonces comió pescado ante ellos. Ante
esa evidencia: "¡se cayó el billete!”.
En la Pascua Florida del 2017.
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