'... estos represores de "cuello blanco" esos dóciles funcionarios...'
La elite de poder cubana continúa
azuzando el odio irresponsable contra los que osan desafiarla aunque sea de
manera no violenta. El régimen ordenó embadurnar con asfalto
(“chapapote”) la sede de las Damas de Blanco en La Habana, en la que
reside su líder, Berta Soler, para humillar a la valerosa organización
femenina. La casa de Zaqueo Báez, coordinador de UNPACU en La Habana, fue
apedreada de madrugada causando daños al techo. Raúl Castro se cree tan impune
como Hitler cuando disponía que sus camisas pardas marcaran las casas de los
judíos para humillarlos y anunciar que cualquiera podría hacer con ellos lo que
desease.
Curiosamente, el general dijo, en
un mensaje enviado al monopolio estatal de radio y TV del país (ICRT),
que los medios informativos y culturales del “enemigo” son ahora más
“sofisticados”. Traducción: el régimen no puede desinformar al pueblo tan
fácilmente como antes, ni ocultar los atropellos que comete.
Ejemplo de lo que preocupa al general es la
denuncia cada vez más eficaz de sus esbirros de diferentes modalidades. Los
represores castristas de “cuello blanco” –esos dóciles funcionarios de
instituciones y organizaciones culturales, académicas, administrativas y que no
visten uniforme cuando acosan y castigan a ciudadanos–, nunca se
imaginaron que la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FHRC)
recopilaría sus fotos y, con nombre y apellidos, las circularía en Internet y
compartiría con instituciones y medios de prensa fuera de Cuba.
La posibilidad de que estos represores de
“cuello blanco” sigan siendo invitados a congresos y becas en el exterior
será cada vez menor cuando fuera de la isla se sepa que detrás de las sonrisas
y chistes de un “simpático cubano” se oculta un inescrupuloso oportunista
dispuesto a destruir sueños y vidas a cambio de viajecitos y otras prebendas.
Pero mientras el general Castro se
preocupa del debilitamiento de su aparato de control, en materia social y
económica se agudiza la crisis cubana al agravarse la de Venezuela. En las
calles aumenta el número de mendigos –que el “apagón estadístico sobre pobreza”
no refleja–, mientras que una entidad española reveló que en Cuba se
pierde el 57% de los alimentos antes de llegar al consumidor. Para el general
Raúl Castro la respuesta no es ensayar una nueva política económica sino
impartir orientaciones a los “represores de exportación” cubanos ubicados en
Venezuela para que no permitan a ningún costo la caída de esa narco colonia de
La Habana.
Pero, sin duda, siempre hay quien prefiere
seguir aceptando la tesis castrista de que la culpa de todas las desgracias que
ocurren al pueblo cubano la tiene la política de Estados Unidos. Un grupo de
congresistas impulsa en Washington varios proyectos de ley que solo
podrán inflar las arcas de los militares que controlan la economía cubana,
comprometer a los contribuyentes estadounidenses a saldar los futuros impagos
de La Habana y llevar al régimen a reducir el mínimo espacio que le ha
dado a los negocios privados. No es nada nuevo. Ya lo han intentado muchas
veces antes. Veremos si esta vez lo logran, irónicamente, bajo la nueva
Administración y Congreso republicanos. Para ellos no hay novedad en el
frente. Y lo peor no es que ellos estén confundidos, sino que sus acciones
alientan al general Raúl Castro.
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