"Yo tengo un concepto dramático de la vida, y romantico..."
Por Carlos
Benítez Villodres Málaga
(España)
En una parte sumamente significativa de la obra
poética de Pablo Neruda, “el más grande poeta del siglo XX en cualquier
idioma”, según Gabriel García Márquez, podemos comprobar, al leerla, el
profundo compromiso político y social del poeta chileno. He de destacar, antes
de comenzar a escribir este texto, el artículo de Neruda “Entusiasmo y
perseverancia”, publicado el 18 de julio de 1917 por el diario “La Mañana”, de
Temuco, en el que nuestro poeta ya expresaba su total confianza en el avance y
prosperidad de los pueblos del orbe. En 1918, Neruda publica en la revista
“Corre-Vuela”, de Santiago, sus primeros trabajos. Posteriormente, con quince
años, Neruda publica en “Los Cuadernos de Neftalí Reyes” más de doscientos poemas de
temas varios.
En 1921, ya en
Santiago, publica poemas en la revista universitaria “Claridad” bajo el seudónimo
de Pablo Neruda, la primera vez que lo utiliza, debido a que su padre no quería
que se dedicara a las Letras porque no veía que este camino condujera a su hijo
a nada positivo en su vida.
La década de
1920 marcó a Neruda, apareciendo en él la semilla de esa sensibilidad social y
de esa inquietud política, que con el paso del tiempo germinarían y florecerían
y frutecerían, concretándose en la transformación de su vida, de su obra y de
su percepción de la poesía. El crítico literario Harold Bloom dijo de Neruda
que “ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación
con él”. En 1925, Neruda escribió su única novela durante su estancia en la
ciudad de Ancud (Chile): “El habitante y su esperanza”. En el Prólogo nos dice
Neruda: “He escrito este relato a petición de mi
editor. No me interesa relatar cosa alguna. Para mí es labor dura, para todo el
que tenga conciencia de lo que es mejor, toda labor siempre es difícil. Yo
tengo siempre predilecciones por las grandes ideas, y aunque la literatura se
me ofrece con grandes vacilaciones y dudas, prefiero no hacer nada a escribir
bailables o diversiones.
Yo tengo un concepto dramático de la vida, y
romántico; no me corresponde lo que no llega profundamente a mi sensibilidad.
Para mí fue muy difícil aliar esta constante de mi
espíritu con una expresión más o menos propia. En mi segundo libro, “Veinte
poemas de amor y una canción desesperada”, ya tuve algo de trabajo triunfante.
Esta alegría de bastarse a sí mismo no la pueden conocer los equilibrados
imbéciles que forman parte de nuestra vida literaria.
Como ciudadano, soy hombre tranquilo, enemigo de
leyes, gobiernos e instituciones establecidas. Tengo repulsión por el burgués,
y me gusta la vida de la gente intranquila e insatisfecha, sean estos artistas
o criminales”.
En 1927, Neruda es nombrado cónsul en Rangún
(Birmania). También desempeñó este cargo en Colombo (Ceylán), en Batavia (Java)
y en Singapur. El diario “La Nación, de Santiago, le publicó a Neruda, durante
este tiempo lejos de Chile, una serie de crónicas de viaje (ambiente, gentes,
ciudades, etc., que formaban el entorno del poeta), y que éste enviaba a la
redacción de dicho periódico.
Debido a la recesión económica mundial su cargo fue
suspendido y, por consiguiente, Neruda regresó a su país. Como anécdota
escribiré que durante el larguísimo viaje en barco nuestro poeta escribió el
famoso poema “El fantasma del buque de carga”.
Tras el retorno de Pablo Neruda a Chile, fue enviado
en 1933, como cónsul de su país a Buenos Aires, donde conoció al gran poeta
Federico García Lorca, entablándose entre ellos una gran amistad. El poeta
español se encontraba en la capital bonaerense para dirigir y estrenar “Bodas
de sangre” con la compañía de Lola Membrives. Por este tiempo la motivación y criterios
literarios de ambos poetas eran bien diferentes. Neruda creaba su poesía
basándose en su propia vida, en su propia esencia, lo cual le imprimía a gran
parte de su obra, desde su militancia en la política activa, un carácter
puramente social y político.
Concluida esta etapa en la vida de Neruda como cónsul
de Chile en Argentina, nuestro poeta fue enviado a España. El 5 de mayo de 1934
llega a Barcelona (Consulado General de Chile) y el 3 de febrero de 1935 es
trasladado como Cónsul a Madrid, donde contactó con poetas de la Generación del
27: Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Miguel Hernández… En
dicho año, los poetas españoles más afamados lo homenajearon, editándose el
folleto “Homenaje a Pablo Neruda”. Al año siguiente, con el estallido de la
Guerra Civil Española, Neruda se mostró partidario de la II República, y debido
a este apoyo al bando republicano perdió su empleo en el Consulado chileno en
Madrid, trasladándose posteriormente a París, donde trabajó para la causa
republicana en España. Ya en 1937, Pablo Neruda regresó a Chile, y durante su
estancia en su país fundó la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la
Cultura.
Sobre su estancia en España, Neruda dejó escrito que
“esa época es fundamental en mi vida. Por lo tanto, casi todo lo que he hecho
después, casi todo lo que he hecho en mi poesía y en mi vida, tiene la
gravitación de mi tiempo en España”.
Su nombramiento como Miembro Académico de la Facultad de Filosofía y
Educación de la Universidad de Chile, el título de Doctor Honoris Causa en
Filosofía y Letras de la Universidad de Oxford y la Medalla de Plata como Hijo
Ilustre de Chile son algunas de las distinciones que le fueron concedidas antes
de obtener el Premio Nobel de Literatura en 1971.
Pablo
Neruda falleció el 23 de septiembre de dicho año en la Clínica Santa María de
Santiago de Chile. Fue 19 años después, y gracias al retorno de la democracia
chilena, cuando se pudo cumplir el deseo del poeta de ser enterrado en Isla
Negra, frente al Pacífico.
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