"Como siempre le imputan a los demas lo que ellos hace...,"
Luis Marín.
Uno de los aspectos más
desconcertantes del neocomunismo es la mane-ra como construye adver-sarios
imaginarios, atribuyéndoles ideas, propó-sitos y acciones que nunca han tenido
ni cometido y que incluso son contrarios a sus principios básicos e intereses
esenciales.
Entre nosotros ya es
aborrecible refutar una y otra vez la cantilena del régimen de llamar
“fascista” a todo el mundo cuando en Venezuela no existe ni nunca existió nada
semejante; pero no deja de causar cierta extrañeza que en países que sí
deberían conocer ese fenómeno, como España y Chile, aparezcan académicos y
hordas de la juventud comunista llamando “fascistas” a quienes protestan contra
los funcionarios de este régimen en el exterior. ¿Será ignorancia, error o
crudo cinismo?
Como siempre le imputan a los
demás lo que ellos hacen, acusan de traidores a la patria a personas
honorabilísimas que no han traicionado nada sino al contrario, son leales a los
principios que juraron defender; terroristas a quienes no han cometido ningún
acto de terrorismo sino que son víctimas del terrorismo de Estado; falsos
agentes de la CIA denunciados por verdaderos agentes del G2 y así por el estilo.
Se ha dicho mil veces que esta
es una invitación a no pensar, porque basta con poner una etiqueta “de
derecha”, “racista”, para librarse de toda carga de argumentación, lo cual es
comprensible porque la izquierda se ha vuelto floja y mantenida, si no lo fue
siempre.
Pero se plantea la cuestión de
si puede funcionar una política basada en falsedades, si puede imponerse el
principio socialista de que es posible inventar la realidad, no sólo hacia el
futuro, que es lo que postula la “nueva sociedad” o “el hombre nuevo”, sino
hacia el pasado, de manera de reconstruir la historia con base en
falsificaciones respaldadas con propaganda y organización.
Visto del lado de la oposición
oficial, desaparece todo rastro de verdaderos adversarios, que si bien siempre
fueron “de izquierda”, socialistas y bolivarianos, ahora son desplazados por
chavistas, revolucionarios y filocastristas.
Mediante un sorprendente
viraje táctico, el chavismo puro y duro se posiciona como vocero de la
oposición, como la ciudadana Fiscal General después de una década de procesar
opositores y apuntalar al régimen, aun justificando su posición en la
ortodoxia, de manera que sería Maduro quien se ha desviado de la ruta trazada
por Chávez que ella representa.
Miguel Rodríguez Torres,
ministro del interior, creador del SEBIN, mencionado en la presentación del
Informe CASLA como torturador de Vasco Da Costa; Cliver Alcala Cordones, el
bombardero de Globovisión cuando era Globovisión; Luis Felipe Acosta Carléz,
ahora defensor de la empresa privada; Henry Falcón y sería extenuante la lista
porque estos sí que son más de setenta veces siete.
Por un lado el régimen
encumbra y felicita a los peores porque ¿qué persona decente y con sentido
común aceptaría un papel en el elenco del TSJ o del CNE? La oposición segrega,
aísla, silencia a los mejores “por irresponsables y violentos” y son
secuestrados, torturados, inhabilitados y exiliados por el gobierno. Así se
modelan mutua y convenientemente.
El altercado entre Julio
Borges y el coronel Vladimir Lugo, visto simbólicamente, no se asemeja al de
José María Vargas con Pedro Carujo o al célebre entre Miguel de Unamuno
con el general José Millán-Astray; aquél incidente resulta patético y
vergonzoso, nada ejemplar, como para sentir orgullo, mostrar al mundo y enseñar
en las escuelas.
Julio Borges no es la
antítesis de Vladimir Lugo sino su complemento; la conducta de éste no sería
posible sin la de aquél. La oposición permitida, el sparring de la tiranía. No
en balde la Castro News Network (CNN) lo promociona como líder de la
oposición.
Conceda Dios que ninguno de
los dos tenga un lugar en el mundo venidero.
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