"Hay una sucesion cubana menos notoria que tiene lugar al norte..."
Por José Azel.
El pasatiempo de
conjeturas de la sucesión cubana comenzó en serio en 2006 cuando un anciano y
enfermo Fidel Castro transfirió el poder a su hermano menor Raúl. Con el
General Castro de 86 años de edad, continúa la especulación de quién, en la
generación más joven de militares cubanos y aparatos políticos cubanos, le
sucederá.
En Cuba, Raúl
Castro busca perpetuar el poder del régimen comunista en torno a una sucesión
dinástica-partido-dinástica. Es una sucesión que mi colega Dr. Pedro Roig ha
catalogado como "una manifestación
suprema de trágica insolencia" que busca dar continuidad a la
catástrofe marxista reciclando a su descendencia. Es una frágil sucesión de
legitimidad cuestionable que ofrece sólo vidas libres de libertad. Es una
sucesión que presupone que los exiliados históricos también envejecidos
simplemente desaparecerán.
Ellos
calculan mal; Hay una sucesión cubana menos notoria que tiene lugar al norte de
La Habana que yuxtapone la de la Isla. Es la sucesión cubano-americana de la
primera oleada de exiliados anticastristas a sus hijos e hijas estadounidenses.
Mi
generación - de los héroes envejecidos de la resistencia urbana de los años
sesenta, de la invasión de la Bahía de Cochinos, de los levantamientos en el
Escambray, del éxodo de Pedro Pan- transfiere también su búsqueda de una Cuba
democrática a los 56 años próxima generación.
Es una
generación en la primera edad adulta de los EE.UU.-educados y profesionales
educados sobresaliendo en todos los campos del esfuerzo humano. Por ejemplo, en
el establishment político de Washington, es la generación tipificada por la
cohorte de senadores Marco Rubio (R-FL) y Ted Cruz (R-TX) y los representantes
electos Alex Mooney (R-WV) y Carlos Curbelo (R - FL). Al lado del senador Bob Menéndez
(D-NJ) y de los representantes Albio Sires (D-NJ), Ileana Ros-Lehtinen (R-FL) y
Mario Díaz-Balart (R-FL).
Los cubanoamericanos representan
menos de la mitad del 1% de la población estadounidense, pero constituyen el 3%
del Senado de los Estados Unidos y más del 1% de la Cámara de Representantes de
los Estados Unidos. Hablan para cuatro estados y ambos partidos políticos. Aún
más notable es el hecho de que todos los representantes cubanoamericanos,
independientemente de la afiliación partidaria o de la representación estatal,
hablen con una sola voz sobre Cuba y su futuro.
Mi generación no pudo haber logrado
librar a Cuba del régimen de Castro, pero en nuestra sucesión imprevista hemos
logrado admirablemente transmitir el amor por el país -tanto a los Estados
Unidos como a Cuba- y los valores democráticos a nuestros hijos e hijas. La
nuestra es una visión de una Cuba democrática que seguirán articulando, a veces
en español roto, pero elocuentemente y apasionadamente.
Los
herederos de nuestra lucha, a diferencia de sus homólogos en Cuba, entienden la
libertad como un estado de ser y un estado de conciencia. Comprenden el libre
flujo de información, la libertad económica, los derechos humanos, la libertad
política, la transparencia, la libertad de expresión y el empoderamiento del
individuo como modo de vida. Sus tácticas de lucha por la libertad pueden
diferir de las nuestras, pero estos son valores que no repudiarán abrazando el
colectivismo tiránico cubano.
Estamos
pasando la antorcha a una generación que entiende instintivamente que el
bienestar económico es una consecuencia de la libertad, y que valorar la
libertad es un logro filosófico y moral perspicaz. También, en contraste
dramático con sus contrapartes en Cuba, es una generación que ha adquirido el ethos americano que los servidores
públicos no son emisarios mesiánicos ilustrados.
Es una
generación que creció escuchando nuestras historias de un país perdido y ha
aprendido de nosotros las lecciones de Pericles mientras trataba de inspirar a
los atenienses durante la guerra del Peloponeso: "Imagina que la felicidad
depende de ser libre y la libertad Depende de ser valiente”. Su amor a la
libertad nos honra.
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