"Los resultados saltan a la vista, Un sistema de salud cubano en bancarrota..."
Por Santiago Cárdenas MD
Fue Fidel Castro quien vulgarizó y difuminó por todo el orbe en los sesentas el concepto de derechos. Derechos a profusión: al deporte, la vivienda, la educación, la alimentación, la recreación y un largo etcétera. Por supuesto: la joya de la corona es el derecho a la salud. Y esa consigna "pegó", especialmente en Latinoamérica, donde masas irredentas y holgazanes de ocasión, vieron sus sueños cumplidos y ¡gratuitamente! o a costos subsidiados.
Los resultados
saltan a la vista. Un sistema de salud cubano
en bancarrota con dos estándares de atención (ricos y pobres); una riada
de esclavos sanitarios abusados en las misiones internacionalistas. O sea: La
impotencia médica. Además, la penetración en la conciencia cultural de los
Estados Unidos de América de programas colectivistas como el Obama y el Trump
Care.
Es muy difícil
encontrar hoy día alguna persona (incluso entre los contrarrevolucionarios más
distinguidos y cultos) que defienda
la consulta privada, que es el capitalismo,
la libertad y el éxito en la medicina, desde Hipócrates. La medicina grecoromana, la judeocristiana, viable y
exitosa, se basa en una sana relación médico-paciente y en un contrato
emocional y crematístico entre dos
personas libres. Todo lo demás: seguros, supervisores, coordinadores, planes o programas
de salud
se llama interferencia. Interferencia que es defendida a capa y espada por
mercaderes, ingenuos, fellow travelers,
compasivos de colorete e izquierdistas
de todo tipo, a pesar de las evidencias en contra de la socialización.
La llamada contra
ilustración del siglo XIX se hizo
patente desde 1848 cuando la publicación
del Manifiesto Comunista. Entonces, en un corto período de un siglo se
subvirtieron los valores de John Locke y
Adam Smith, que dieron origen a las dos grandes revoluciones burguesas de la
época, que se basaban en la libertad, la responsabilidad individual y la
economía del mercado. La borrachera colectivista y la subversión socialista fueron
exitosas. Se hizo visible en 1948 un siglo después cuando se incluyó a la salud
como otro derecho del ser humano, a la par que los verdaderos derechos inalienables: la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad. Solamente esos tres son precisamente los que
proclama nuestra Declaración de Independencia.
La salud no es un
derecho; sino una necesidad, una aspiración de cada ser humano por la cual cada
individuo tiene que trabajar y bien duro desde que nace, sin la sombrilla
protectora y ridícula de gobiernos y estados nodrizas.
Soy pesimista: destetar a mentes torcidas influenciadas por la
eficaz propaganda marxista va a resultar difícil.
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