"La prolongación de este proceso que se acelera a partir de 1959 propicia el lapso de tiempo..."
Jorge Riopedre
España, España, España,
Dos mil años de historia
No acabaron de hacerte...
Eugenio de Nora, Canto
España Invertebrada
Y claro, Cuba, tu hija
predilecta, tu idílico Peñón de Gibraltar en el Caribe, no podía ser menos que
la metrópoli; tomaría algún tiempo asimilar el reciclaje de tu gloria con pica
y todo en el Congo, un Flandes modesto propio de principiantes, pero no obstante
precursor de golpes audaces en Asia, África y América Latina, reseñados en la
obra El Imperio de Fidel, libro esencial escrito por el General venezolano
Carlos Peñaloza. Desde luego que la diversidad cultural, étnica y lingüística
de la España invertebrada no admite comparación con su versión isleña, pero en
su ensayo de la crisis social peninsular, José Ortega y Gasset habla de la
"embriogenia defectuosa en la formación de la nacionalidad española",
cordón umbilical de la nacionalidad cubana. Lo ocurrido no es obra del azar. La
cohesión del militarismo cubano era un desove anunciado desde que su matriz
cruzó el Atlántico, portadora de un genoma social que venía incubándose a
través del tiempo a la espera de condiciones adecuadas. José Martí lo percibió
en su desacuerdo con Máximo Gómez en 1884, y en las agrias palabras de Antonio
Maceo en La Mejorana, en 1895: Gómez y Maceo (en palabras del historiador José
M. Hernández), se oponían a la doctrina martiana de que fueran los civiles
quienes controlaran la guerra. La prolongación de este proceso que se acelera a
partir de 1959 propicia el lapso de tiempo necesario para la fijación de rasgos
conductuales en el subconsciente cultural o en la infraestructura de la
sociedad cubana: Economía militar de servicio, eficiente organización
mercenaria a lo Gurkha, retaguardia o santuario de la subversión internacional,
asistencia técnica, atención médica, educación, alquiler de profesionales de la
salud, expansión y mecanismos desestabilizadores extraterritoriales. Sin
embargo, el creciente desgaste de este sistema absolutista subrayado por la
desaparición paulatina de sus dirigentes históricos plantea interrogantes sobre
la persistencia del régimen, la desintegración interna y el perfil de la nueva
élite que los sustituirá en algún momento.
¿Cuándo se producirá el
relevo? Hay indicios más que suficientes para creer que el proceso de sucesión
comenzó hace años con el objetivo de simular una transición política en 2018,
operación de mercadeo que en realidad encubre un continuismo de adeptos acorde
a lo previsto por la Teoría de la Circulación de las Élites de Vilfredo Pareto.
Circulación de Élites porque la influencia y poder político-económico de éstas
degenera, pero hábilmente conserva su estructura en virtud de que la masa actúa
por sentimientos, irracionalmente, como lo demuestra que buena parte del
liderazgo negro norteamericano religioso, académico y congresista simpatice con
un sistema que ha sometido a los negros cubanos a la miseria. Los miles de cubanos
que llegan ahora a Estados Unidos vuelven a la isla en cuanto disponen de
dinero para el pasaje, sin el menor remordimiento, como si nada hubiera pasado
en medio siglo, como si la causa que les llevó a emigrar no fuera la misma a la
que ahora vuelven sumisos en aras de la madre o la abuelita enferma. ¿Qué
vergüenza le puede quedar a ese pueblo que se ha pasado toda una vida
maldiciendo la supuesta anexión a Estados Unidos cuando ellos, ahora, se anexan
voluntariamente? ¿Hasta cuándo durará este sainete?
Las tablas de expectativa
de vida es un instrumento para calcular el promedio de vida de una persona en
determinadas condiciones medioambientales. Igual, los expertos calculan con
bastante precisión el desgaste de un automóvil, un avión o un cacharro de
cocina. Esa es la belleza de las matemáticas. Por ejemplo, la Revolución
Mexicana de 1910 y la Revolución Rusa de 1917 tienen una duración promedio de
70 años antes de entrar en una transición de cierta tolerancia política y
económica: Mijaíl Gorbachov rompió el hechizo en 1985 y Vicente Fox en 2000,
fecha en la que puso fin a la hegemonía del Partido Revolucionario
Institucional (PRI). No pretendo darle a esto un matiz científico, pero es
plausible pensar que si la revolución castrista ha cumplido 58 años de poder
absoluto y desgaste continuo una transición similar podría ocurrir en Cuba
dentro de unos 12 años a medida que los residuales ideológicos de figuras
empeñadas en socavar la estabilidad hemisférica se disuelven con el paso del
tiempo. De modo que el cambio viene, se aproxima y gana intensidad a medida que
el vacío histórico de la dirigencia castrista se dilata, dando paso a un
liderazgo que llegará dando palos a ciegas en un país colapsado, propenso a una
convulsión política que podría forzar a Estados Unidos a intervenir para evitar
un desastroso éxodo marítimo. De ahí la importancia de la presencia
norteamericana en Cuba y las poderosas razones de Washington para no romper
relaciones diplomáticas con La Habana a pesar del ambiente pirático de Isla
Tortuga que se vive en el país. Por consiguiente, más que cuándo va a cambiar,
la cuestión ahora consiste en preguntar cómo será el cambio en una sociedad
como la cubana, formada por más de medio siglo en la cultura de la miseria
descrita por el antropólogo Oscar Lewis, traumatizada por la disolución de la
familia, ajena al funcionamiento de instituciones cívicas, sometida a
persecución política y religiosa sin otra alternativa que guardar silencio o
emigrar. Entonces, ¿cómo sacar a esa sociedad de la desilusión, el
escepticismo, la sospecha y el odio incubados por el sistema? ¿Tendré acaso que
responder a esto cuando lo que viene ya fue expuesto párrafos arriba?
Aun así se arguye a menudo
que rescatar a este pueblo hundido en la desidia es una mera cuestión
económica, los negocios renacerán por toda la isla una vez que los inversores
del exilio cubano avalados por el capital norteamericano y el generoso aporte
del Fondo Monetario Internacional pongan en movimiento la oxidada economía de
la isla. Hay mucho de cierto en esta premisa cuando se la compara con el caso
de China después de la catastrófica revolución cultural maoísta que arrasaba
con todo, sin embargo, bastó el famoso aforismo de Deng Xiaoping, "no
importa que el gato sea negro o blanco, lo que importa es que cace
ratones", para dar inicio a una impresionante transformación económica con
la ayuda de Estados Unidos. No obstante, fuera de Shanghai, Beijing y otra
media docena de ciudades, ¿ha llegado el crecimiento y la prosperidad al resto
de China? No. En virtud de su adelanto económico, ¿goza China de un régimen
democrático? No. ¿Ha desaparecido en China la amenaza de una nueva Plaza de
Tiananmén? No. Pero sería injusto negar el progreso de una civilización que
enaltece a la humanidad en su lucha por superar los avatares de la historia. En
contraste, no hay hasta ahora indicio conocido en Cuba de un Deng Xiaoping o un
Mijaíl Gorbachov o incluso un Adolfo Suárez (aunque siempre puede haber una
sorpresa), pero aunque algún duende se destape y nos deje boquiabiertos por su
inesperada aparición, no parece recomendable dar rienda suelta a la charanga.
Tal vez lo indicado, para comenzar, sería reconocer que en Cuba hubo una
revolución; una hecatombe que desmanteló el país: borró su historia, adulteró
su cultura y demolió a su pueblo. No queda nada o queda muy poco y lo que
persiste vaga estoicamente sin rumbo fijo entre el agua y la ruina, porque
presiente que hasta los gatos y los ratones se han puesto de acuerdo para
sobrevivir al naufragio. Me referí en una ocasión a Cuba como una anomalía, la
única isla del Caribe de población mayoritariamente europea transformada
paradójicamente por la revolución en la dimensión negra y mulata del Arco de
las Antillas. No creo que esa era la intención de la cúpula castrista (blancos
casi todos), pero consecuencia directa de su propósito de aniquilar a la
oposición política sin reparar en el daño que ocasionaba alterar la estabilidad
demográfica de la isla. A esto hay que añadir la escandalosa tasa de abortos,
suicidios y estampida de jóvenes en busca de libertad política y económica a la
sombra del presunto enemigo al que ahora se acogen con la misma ligereza que
aplaudieron la ruina de la República. Reitero, como en aquella ocasión, que si
alguna vez entra en vigor en Cuba la fórmula democrática sudafricana de un
hombre-un voto, la población negra cubana tendrá la oportunidad de elegir
presidente y hacer valer su identidad ciudadana. Yo hago votos porque la
mayoría negra y mulata cubana forme parte al fin del Arco de las Antillas, no
como espectador en las prisiones de la isla sino como actor con todas las de la
ley. Pero, ¿lo permitirá la élite cubana circulante? Si nos atenemos a la
Teoría de Pareto la respuesta es negativa. Si dejásemos a un lado, por ejemplo,
el aspecto puramente simbólico del cambio político después de setenta años y
nos preguntásemos si en México y Rusia hay una democracia efectiva más allá del
derecho ciudadano a votar por un candidato, la respuesta sería un rotundo no.
Las élites circulantes en México y Rusia responden a modelos culturales que
permanecen intactos en tiempo y espacio, por más que el colorido de sus ropajes
haya cambiado. Entonces, ¿cómo se explica la profunda transformación de países
como Japón y Alemania reducidos a escombros en la Segunda Guerra Mundial? Por
dos motivos, primero, ningún pueblo pierde su pasado cultural; en palabras del
antropólogo Ralph Linton, "Cualquier cultura sobrevivirá, aunque sea en
una forma latente y mutilada, mientras exista un solo individuo que se haya
criado dentro de ella". El segundo motivo responde a la disolución y
reorientación de las élites circulantes en virtud de la destrucción total de
ambos países a causa de la guerra, provocada por ellos mismos, no por Estados Unidos.
Solución que por supuesto no era viable en el caso de Rusia, como tampoco lo
era moderar por vía pacífica la naturaleza cada vez más agresiva y totalitaria
de sus élites, optando Washington por una política de contención para mantener
a raya lo inevitable, como lo había previsto desde Moscú el diplomático George
Kennan: "La naturaleza del poder soviético seguirá con nosotros (el
secreto, la falta de franqueza, la duplicidad, la sospecha bélica y la básica
hostilidad de propósitos) hasta que la naturaleza interna del poder soviético
cambie". Más adelante, Kennan suelta en su informe redactado en 1946 una
predicción que no ha perdido vigencia alguna: "Estos fenómenos han venido
para quedarse en el futuro previsible".
¿Habrá que decir algo parecido
de Cuba? Las élites circulantes cubanas se contaminaron con "las fuentes
de la conducta soviética", encontrando en ellas una justificación
intelectual más elevada para dar carácter permanente a su política de represión
y conquista. Ya toca el turno a Venezuela, más adelante podría ser Colombia, y
así como una plaga que se extiende por terreno fértil entre gente sin
educación, alimento, techo y salud los males sobrevienen por partida doble. Le
bastaría a Ortega cambiar el nombre de los Gracos en Roma por el de los Castro
en Latinoamérica. "Cabezas confusas de revolucionarios que no saben bien
lo que quieren ni lo que no quieren, los Gracos desencadenan la tempestad y
Roma no vuelve nunca a estar tranquila". Muy trastornada de mente y
espíritu debe andar toda una región "cuando la masa emprende constantes
acciones irracionales en contra de su propio bienestar y en beneficio de las
élites", como afirma Pareto. Quizás ya va siendo hora de que empecemos a
hablar de una Hispanoamérica Invertebrada.
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