"Asistimos en estos inicios del siglo a la revitalización del malapartismo..."
Por Santiago Cárdenas MD
Me refiero al exilio, al verdadero, no a la mascarada habitual de frívolos,
pícaros, remeseros, viajeros, apolíticos y mulas. Convencidos que el núcleo duro no se
puede doblegar, ni desaparecer
(evidencias han sobrado desde
hace seis decenios), la inteligentzia
comunista de la isla ha apostado ahora a penetrar "indirectamente" al
exilio. No se trata de eliminarlo, sino de adecuarlo, dirigirlo a posiciones
más suaves, de las cuales, –ante el mundo, pero fundamentalmente ante Washington– se pueda hablar de una coexistencia pacífica,
a su favor.
Curzio Malaparte en su Técnica del Golpe de Estado –una herida mortal a la teoría bolshevique de la insurrección por aclamo popular–
nos alertó que en la modernidad, para tomar el poder, solamente era necesario
controlar unos pocos puntos "claves" en cualquier ciudad, país o
estado para conseguir resultados semejantes a los de la insurgencia masiva. Eso fue lo que hizo
Trostsky en Petrogrado.
Asistimos en estos inicios del siglo
a la revitalización del malapartismo, un
remake, paradójicamente diseñado por
el mismo marxismo reciclado en su perversidad. Ahora, en la era del post muro,
ellos apelan a una versión moderna
de la subversión, mas técnica y
sofisticada, perfeccionada por los órganos de la seguridad castrista.
En realidad nada novedoso. Los comunistas lo llevan en su propio ADN. En
1917, el "caballero de la
revolución" Félix Dzershinki , chorreando sangre, le propuso a Lenin
que la contrarrevolución sería dirigida por él mismo– mediante la infiltración de los
rusos blancos y la iglesia ortodoxa por
el Departamento de la Seguridad del Estado, la
CHEKA recién fundada, que él
dirigía.
Cruzando el estrecho, los targets
de Miami se explican didácticamente en el polígono del Dr. Cárdenas que
incluye los cinco ángulos más
importantes a neutralizar: 1- la página de Opiniones del Nuevo Herald; 2- Radio Martí; 3- el
arzobispado de Miami y sus extensiones: la Ermita, Radio Paz y la Voz Católica;
4-El Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos y 5- Las universidades:
FIU y UM.
Los resultados se pueden resumir en
el motto: "Los quiero vivos;
pero no florecientes" de Felipe Carneado, un camaján del viejo
Partido cuando se refería a la infausta iglesia cubana. Su vertiente
exiliada, asiste ahora, no por casualidad, a
su des cubanización en el mismísimo Miami.
También vemos en los más importantes centros de influencia –el sueño de oro del G2–
nombres ubicuos como los de Andrés
Hernández Allende en el periódico o Wilfredo Cancio Isla en la radio. Peor: la
complacencia "inducida" a
muchos exiliados para aplaudir el
gatopardismo del presidente Trump.
En el Museo Cubano de la Diáspora;
su nuevo Instituto injertado; las
"Leyendas" y en la impenetrabilidad
de las redes sociales, siempre
democráticas, están las últimas líneas de defensas en esta guerra anti totalitaria a la que asistimos
desarmados con candidez, inocencia y virginidad política.
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