Inicialmente se informó
que acudieron a las urnas el 85.9% de los votantes registrados,
la más pobre participación “del pueblo” desde que se
iniciaron estos simulacros electorales en 1976. Y esa cifra a no dudarlo
ya había sido inflada. Porque siempre lo han hecho y porque en
este caso con motivo del primer aniversario de la muerte del
dictador Fidel Castro, el Partido Comunista había
hecho un llamado a asumir el ejercicio del voto como "un
compromiso con Fidel”.
Las cifras iníciales
reflejaban que de los 8.8 millones de electores registrados en
el país votaron 7.6 millones y el 8% de ellos (623,128) anuló
la boleta o la dejó en blanco. Por supuesto que fueron muchos más quienes
anularon sus votos, pero el régimen los volvió válidos. Siempre lo
hace. De manera que millones de electores se negaron a
"cumplir con Fidel".
En todo caso hay que
recordar que este examen estadístico tampoco tiene excesiva
relevancia llevarlo a cabo porque las llamadas elecciones en estos países
totalitarios no expresan el estado de ánimo ni las preferencias de los
ciudadanos. "Elecciones socialistas" (de partido único en
estados policiales) había en la URSS, RDA, Rumania, Checoslovaquia
y otros países casi hasta el día previo a su estrepitoso
derrumbe. Las disputas estadísticas con el fraude poco significan en
un régimen electoral fraudulento en su mismo origen y modalidad
operativa.
Por otra parte, desde
España llegaron malas noticias para el régimen. Cuando ya casi
se preparaban las botellas de sidra española para agasajar al rey Felipe
VI en La Habana, llegó de Madrid la noticia de que el monarca y su
esposa pospusieron su viaje a Cuba para después que Raúl Castro deje la
presidencia del país. Es un revés personal para el
dictador, que quería ser el primer Jefe de Estado cubano en
recibir a un rey de España en la isla. Nunca ha ido ninguno desde
que Colón tocó tierra en Bariay. Eso priva a Castro
II de un sonado espaldarazo
político internacional de despedida y de
un gran baño mediático.
Y otra mala
noticia para el régimen castrista en esta semana fue el pronóstico
de que la zafra azucarera 2017-2018, que acaba
de iniciarse, será inferior a la de 2016-2017, que fue tan solo
de 1.8 millones de toneladas (TM) de azúcar. A causa de la
sequía, el huracán Irma y la apatía obrera por los salarios
miserables que reciben, los expertos calculan que se producirán
1.5 millones de TM de azúcar,
un tercio de lo obtenido en 1925.
Por
último, el Estado reconoció la grave falta de
medicamentos y lo achacó a que no tiene divisas
convertibles por lo que no puede pagar las facturas a los
proveedores extranjeros de medicamentos y de materias primas para
elaborarlos en Cuba. Lógicamente esos exportadores han
dejado de enviarlas a la isla. Curiosamente el estado guarda
silencio sobre las toneladas de medicinas enviadas a otros países con sus
planes de exportación de servicios médicos.
Si en el país hay
desabastecimiento de 801 fármacos fundamentales también
los hay de servicios médicos debido a su exportación masiva. Sin
embargo, sus ingresos al país y el modo en que son invertidos no son
controlados por la sumisa Asamblea Nacional del Poder Popular.
La medicina cubana se ha reducido a un mito para ser empleado en el
marketing para su exportación. Los galenos son transformados en
esclavos de bata blanca para llenar los bolsillos de la elite de poder. Y
el ciudadano cubano de a pie solo es testigo de farmacias vacías y
estudiantes de medicina extranjeros que pretenden atenderlos en los cada
vez más escasos consultorios de salud pública.
Ninguno de los
candidatos ganadores en estas "elecciones" ha dicho como piensa
resolver el problema de la salud pública ni recuperar la industria azucarera.
Eso no cuenta para ser parte de la boleta. Lo único que importa es la
"lealtad" a los que de verdad mandan en Cuba. La condición y
"mérito" imprescindible para ser candidato electoral en la
isla es la sumisión incondicional al poder.
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