"Las enfermedades infecciosas azotan la isla varias veces en el año."
Por Pedro Corzo
El fracaso ha sido
tan rotundo que hasta lo que por décadas presentaron como milagros sociales,
Salud, Educación y Deporte, se ha deteriorado tanto, que han tenido que
ser retirados de la estantería que con exaltado delirio mostraban a los que
desesperaban ahogarse en el mar de la felicidad del castrismo.
La salud es
un desastre. Los hospitales no cuentan con los medios para satisfacer las
necesidades de los ingresados. No hay ropa de cama, alimentos ni medicinas. El
fluido eléctrico falta con frecuencia y la higiene es prácticamente
inexistente.
Las
enfermedades infecciosas azotan la isla varias veces en el año. La falta de
medicinas y de equipos médicos modernos o al menos en buen funcionamiento, es
crónica. Hay una clara diferencia en la atención médica que recibe la clase
dirigente, los extranjeros y la población. Los burócratas tergiversan las
estadísticas sistemáticamente
Por último
se da la paradoja que la potencia médica, como gusta llamarse el régimen
castrista, no cuenta con profesionales suficiente para atender al pueblo porque
los alquila a otros países, ingresos multimillonarios que le permiten solventar
parcialmente la perenne crisis económica del sistema.
La
educación, punto de partida para el adoctrinamiento de las nuevas generaciones,
enfrenta un serio problema por el continuado éxodo de maestros a otras labores
más productivas, situación que redunda negativamente en la calidad de sus
servicios.
No obstante,
el mayor fracaso en la Educación fue la Escuela al Campo, una especie de
camboyanización que afectó seriamente a la familia porque sacó a los
adolescentes del entorno hogareño a la vez que pretendía, mediante la
imposición del estudio y trabajo, formar el llamado hombre nuevo, una especie
de siervo ilustrado que solo actuaría en beneficio del proyecto.
Las Escuelas
al Campo, uno de los planes preferidos de Fidel Castro, fueron, según
estudiantes de la época, campo de concentración en los cuales se practicaban
métodos de severidad extrema junto a la dejadez disciplinaria más
absoluta, lo que daba espacio a la violencia entre los interno y a
perversidades de diferentes tipo, incluido el abuso sexual.
La tercera
pantalla del régimen fue el deporte. Por años Cuba fue una de las potencias
mundiales en esa actividad, particularidad que favorecía al castrismo porque
los deportistas laureados en números importantes daban todo el
crédito al gobierno por sus victorias y otros más serviles que el promedio,
dedicaban sus laureles al dictador en jefe.
Sin embargo
el protagonismo de Cuba en el deporte se ha ido extinguiendo, entre otros
factores por la incapacidad de seguir sufragando los grandes gastos que
demandan los atletas de alto rendimiento y porque el proyecto castrista, aunque
se mantiene en el poder, está sufriendo un agotamiento masivo que lo conducirá
en algún momento a la muerte por consunción que padeció la desaparecida Unión
Soviética.
La dictadura
hábilmente mezcló la salud, educación y los deportes con la política, logrando un
coctel propagandístico de gran fuerza. Sus éxitos en cada uno de estos sectores
permitían ofrecer una imagen de progreso, libertad y justicia que distaba mucho
del verdadero contexto nacional del cual la mayoría de los observadores
internacionales no querían percatarse porque eran partidarios del régimen, o
simplemente estaban invitados por un gobierno que les concedía bienes y
privilegios a los que no podía acceder el pueblo.
Los avances
en cada uno de estos sectores facilitaron al castrismo diferentes
progresos y beneficios en la arena internacional y en el plano interno
favoreció la confusión y victimización de la sociedad, pero tales
"logros" se han quebrado porque fueron consecuencias de los
formidables subsidios soviéticos, no por la capacidad productiva de un
gobierno ineficiente que ha conducido al país a la miseria y al endeudamiento.
Se ha dicho
y escrito mucho sobre los tres sectores arriba mencionados, sin embargo, los
únicos logros que van a sobrevivir la dictadura dinástica es la propaganda y su
eficiencia represiva, incluida la destrucción material y humana de un régimen
que se puso como objetivo construir un Hombre Nuevo que solo pensaría y
actuaria en provecho de la utopía y beneficio de la clase dirigente.
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