"Un apoyo de Chávez y ahora de Maduro en Europa es JC, líder del Partido Laborista Británico, su vocero en el Parlamento y seguro candidato a Primer Ministro..."
Fascismo como psicosis
La oposición de Venezuela fue nominada al premio Sájarov a “la libertad de conciencia”
Animales con acento cubanoUn apoyo de Chávez y ahora de Maduro en Europa es JC, líder del Partido Laborista Británico, su vocero en el Parlamento y seguro candidato a Primer Ministro en las próximas elecciones, lo que presagia un porvenir siniestro, en el estricto sentido de la palabra, para la Libertad.
JC llama públicamente a Maduro para felicitarlo, no se
sabe por cuál de sus grandes logros y se despide convencido de que ambos luchan
por la misma causa, que otro mundo es posible, “otro mundo de socialismo, de
paz, sin pobreza”.
A la muerte de Chávez declara que “es una gran
inspiración para todos nosotros, luchando contra las políticas de austeridad y
de economía neoliberal en Europa, mostrando que hay diferentes y mejores
maneras de hacer las cosas: eso se llama socialismo, eso se llama justicia
social y esto es algo en lo que Venezuela ha dado grandes pasos”.
“Millones de personas en Venezuela no quieren volver ¡a
la corrupción!, ¡a la autocracia!, ¡a la clase obrera en la calle!, ¡a que se
le negara la educación al pueblo!, este es el momento del cambio…”.
Lo primero que salta a la vista, además de su ignorancia
supina sobre la situación real en Venezuela, es que se forma un criterio basado
en su “percepción por contraste”: si Estados Unidos critica al régimen, algo
bueno debe estar haciendo; reforzado en su “percepción por identificación”: si
Cuba lo apoya, ¿qué más hace falta? Todo lo que digan los medios sobre lo
que pasa aquí, no importa lo bien documentados que estén, es “propaganda imperialista”.
Al anuncio de la muerte de Castro declaró que es “la
mayor (huge) figura de nuestras vidas”. “El héroe revolucionario más
importante en la historia de todo el planeta en el siglo XX, desde su
revolución en 1959…”.
“Él brinda un servicio de salud de buena calidad para
todo el pueblo de Cuba, una educación de buena calidad para todo el pueblo de
Cuba y, por supuesto, tuvo una política exterior global, pero particularmente
importante en África apoyando a Angola contra el régimen del apartheid.” “La
historia mostrará que Castro fue algo como la figura clave, él es alguien que
estará con nosotros para siempre.”
Lo que resulta más desconcertante es contrastar a JC
consigo mismo, por tomar sólo un ejemplo, es un crítico acerbo y despiadado del
sistema educativo británico, que considera un obstáculo para el ascenso social,
lo que ya es extraño en un socialista. ¿Cómo puede preferir aquella lavadora de
cerebros, esa fábrica de adoradores de Castro, donde los niños gritan
diariamente: “Pioneros por el comunismo: ¡Seremos como el Che!”? Y movilizados
para perpetrar los llamados “actos de repudio” contra disidentes a los que
llaman gusanos.
¿Qué logros científicos y tecnológicos, cuántas
innovaciones que hayan cambiado nuestras vidas han salido de allí? ¿Cómo puede
preferir eso a un sistema educativo donde van a formarse las élites de todo el
mundo, desde China y Rusia hasta los reinos árabes?
Una posible explicación es que JC no juzga los sistemas
educativos por sus contenidos ni por sus resultados sino por su “equidad”. Lo
que no soporta del sistema británico es su desigualdad, mientras que el cubano
sería, según él, igualitario; a despecho de que la aristocracia revolucionaria
castrista sea más exclusivista que la aristocracia británica.
JC ha conducido al PL a abandonar la socialdemocracia
o la tercera vía de Tony Blair, para tomar una deriva
extremista, abiertamente anticapitalista y antiliberal. Si tuviera que elegir a
un héroe para poner en su escritorio dice que elegiría, entre muchos, a
Salvador Allende.
Sus humildes partidarios lo alaban por decir “algo
genuino”; los académicos porque sería “completamente honesto, absolutamente
decente” y él se esfuerza por parecer simple y llano, con un meticulosamente
estudiado aspecto desaliñado, tipo “working class”, aunque nunca haya
trabajado porque es un revolucionario profesional desde la adolescencia; pero
lo grave es que bien se le podría llamar, sin ofender, míster
medio-discurso.
Por ejemplo, de Chávez dice que “habla a favor de los
palestinos”, no que maldice a Israel desde el fondo de su alma, de sus
vísceras, dos piezas inseparables del discurso chavista.
Interrogado sobre si es marxista, confiesa que ha leído
poco a Marx, lo que es muy creíble, pero se siente cautivado por su visión de
la historia, digamos, el paso del feudalismo al capitalismo, pero hasta ahí;
nada del paso del capitalismo al socialismo que fatalmente lleva a la dictadura
del proletariado, algo que Marx consideraba su mayor descubrimiento; ahora
bien, lo que se opone a la libertad en la historia es la necesidad, la
predeterminación.
JC arremete contra Donald Trump en el Parlamento por
echar abajo los acuerdos sobre refugiados, sobre el cambio climático, dice que
aprueba el uso de la tortura (¿?), que incita el odio contra los musulmanes y
ataca directamente los derechos de las mujeres. ¿Qué más tendría que hacer para
que su invitación a visitar al Reino Unido sea revocada?
En cambio, invita a “nuestros amigos” de Hamas y
Hezbollah al Parlamento, incluso a un jeque extremista, Raed Salah, que ha
hecho fama y fortuna con la tesis de que los atentados del 11 de septiembre de
2001 fueron perpetrados ¡por los judíos!
Asimismo, el apartheid no es un hijo legítimo del
colonialismo británico en Sudáfrica, como lo es la invención de los campos de
concentración, sino que es propio ¡de Israel!
Declara que “algunos sionistas no entienden la ironía
inglesa, a pesar de haber vivido en el RU por muy largo tiempo, probablemente
todas sus vidas”, con lo que traza una línea poniendo a los ingleses dentro y a
los judíos que llama despectivamente “sionistas”, afuera, ergo, no
son nacionales sino extraños, aunque llegaran hace casi mil años con Guillermo
El Conquistador.
JC se resiste a suscribir la definición de antisemitismo
de la Alianza Internacional en Memoria del Holocausto, aprobada por 31 países
incluso el RU, porque él mismo cae dentro de los ejemplos de esa definición y
arrastra al PL a esa repugnante polémica.
Para JC y sus amigos difamar a Israel diciendo que es un
“Estado nazi” y que su mera existencia es un “proyecto racista” constituye un
derecho, puro ejercicio de la libertad de expresión.
En la manifestación que encabezó contra la visita de
Trump proliferaron las banderas de la Rebelión Árabe, las consignas contra “la
ocupación” y “la liberación de Palestina desde el río hasta el mar”, algo
incomprensible si el repudio era contra el presidente de EEUU.
No obstante, dice que él no es antisemita y que el
antisemitismo no tiene cabida en el PL, un partido oficialmente racista, que
dio el peligroso paso de asumir el antisemitismo político, esto es, utilizar el
odio contra los judíos como factor de unidad nacional contra el extraño, como
herramienta de agitación, movilización, organización y propaganda. Una historia
tan harto conocida como sombría.
Si a sus camaradas no se les ocurre nada mejor que
llamarlo honesto y decente lo de lamentar es que en el RU se haya perdido por
completo el sentido de la decencia.
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