"Y sobre estas culturas y las costumbres de los moradores de estas regiones, los primeros cronistas, relataron la mas bella crónica épica de nuestra epoca indigena..."
La primera
manifestación que surgió como consecuencia del Descubrimiento de América es “La
Crónica del descubrimiento”. El diario llevado por los capitanes de las naves
que tocaron territorio americano recogió el regocijo de estos hombres, de estos
marineros, al enfrentarse a esta naturaleza exótica y sus habitantes. Tanto el
diario de Cristóbal Colón, como el de Fray Bartolomé de las Casas nos relatan
la primera impresión del hombre europeo frente al paisaje, y al indio americano
en particular.
Al llegar a Cuba,
los conquistadores no hallaron grandes imperios, ni grandes culturas indígenas.
Los moradores de estas islas vivían en la edad de piedra. Eran simples
cazadores y pescadores y la evolución de su cerámica era muy primitiva. (Jorge Issacs)
Sin embargo, los
imperios que hallaron los Capitanes españoles que tocaron en Tierra Firme, en
el continente, los impresionaron hondamente. Tres grandes culturas indias
enfrentaron los conquistadores al llegar a América:
1. La Cultura
Azteca (México).
2. La Cultura Maya
(Yucatán-Guatemala-Ecuador).
3. La Cultura Inca
(Perú-Colombia-Honduras).
Y sobre estas
culturas y las costumbres de los moradores de estas regiones, los primeros
cronistas, relataron la más bella Crónica Épica de nuestra época indígena.
Hernán Cortés, al
partir desde Cuba hacia México, no pensó hallar entre los indios la cultura, la
arquitectura, y la formación político-militar que halló a su paso por
territorio azteca.
Fue Cortés el
primer cronista que narró, en sus cartas al rey de España, las artimañas que
utilizó para conquistar el vasto territorio indígena. En sus cartas no
menospreciaba al indio, sino admiraba la construcción de sus casas, templos, y
la formación arquitectónica de sus plazas, avenidas y ciudades. Sólo criticó el
fetichismo, como cabía pensar en todo cristiano.
En Cortés
encontramos la narración del militar que pondera sus artes y mide su
inteligencia y sagacidad. Pero tocó a Bernal Díaz del Castillo, acompañante de
Cortés, relatar su punto de vista, añejado por el paso de los años, pues tardó
en escribirlo. De todas las Crónicas de la Conquista la de Díaz del Castillo es
la que ha sido más leída hasta nuestros días.
Otros cronistas
españoles nos hablan del indio araucano. Estos cronistas, aunque separados por
la distancia, el tiempo y las circunstancias, coincidieron en hacerle justicia
al valor, arrojo, belleza física y amor a la libertad del indio de nuestra
América indígena. Esta parte de las Crónicas se conoce como “Crónica de la
Conquista”.
El que mejor
enfocó el aspecto indígena, sin apasionamiento, y con mucha objetividad, fue
Ercilla. Habló del indio araucano sin menospreciar su condición de
no-cristiano. Nos relata la fiereza que desplegó en los combates contra los
españoles. Alonso de Ercilla fue objetivo, realista y paisajista en su relato
de las costumbres indígenas.
Otra tendencia fue
la que inició el Indio Garcilaso de la Vega, quien narró la parte mitológica,
legendaria, del origen de los Incas. Toca pues a Garcilaso relatar en forma
pesimista y nostálgica, los mitos y leyendas de la gran civilización
suramericana. También inició la “Crónica de Viajes y Descubrimiento”, narrando
la epopeya en la Florida, de la desgraciada aventura de Ponce de León.
Las Crónicas, en
sus distintas categorías, fueron las semillas literarias que se sembraron en el
surco de nuestra América indígena.
El Costumbrismo,
rico en cuadros paisajistas, en personajes populares, en palabras del argot
criollo, fue cobrando importancia. Del relato corto del periódico a la hoja
suelta, se continúa hacia la novela costumbrista. Fue el Costumbrismo una
búsqueda de la libertad artística, como respuesta al vasallaje que sufría
América en la época de la colonización.
La clásica novela
costumbrista debemos buscarla en el autor cubano Cirilo Villaverde. No solo en
su obra cumbre Cecilia Valdés sino en La Joven de la Flecha de Oro y en otros
artículos costumbristas aparecidos en periódicos de la ciudad de La Habana, a
mediados del siglo XIX.
Literatura que
busca la crítica social al sistema colonial imperante. Siempre la literatura ha
dado el primer paso hacia la salida a una solución de mayor libertad artística
primero, y política más tarde.
El tema social
cobra fuerza en varios países de América: Esteban Echevarría, argentino, en su
obra El Matadero, critica al régimen imperante en su país en el año de 1837.
Igual mensaje social aparece en Amalia del también argentino José Mármol y como
hemos mencionado, en Cecilia Valdés del cubano Villaverde.
Fue Cortés el
primer cronista que utiliza vocablos indígenas, con su traducción y significado
al castellano. El uso de vocablos populares es continuado por muchos autores
criollos. El tema del indio y el del gaucho cobran fuerza en la prosa y en la
poesía nuestra.
En la famosa
novela María, de Jorge Issacs, (1867), la primera novela de ficción romántica,
salen a relucir vocablos populares, mitad castellano, mitad indios. Si bien es
cierto que los cronistas españoles narraron la epopeya de la conquista –o sea,
la lucha del español contra el indio- los literatos criollos narraron la lucha
del gaucho contra los reductos indios que quedaban en el continente.
Ya en el siglo XIX
se puede leer esta lucha de razas. Es el empuje del gaucho-criollo amante de la
libertad que va colonizando, explotando lugares desiertos, convirtiéndolos en
estancias, y empujando al indio más allá de sus cotos de caza y pesca. Así
surgen las novelas con temas de luchas raciales;
Caramaru (1848) de
Alejandro Magorones; La Cautiva (1837) de Esteban Echevarría y Tabaré (1888)
del poeta uruguayo Zorilla de San Martín.
Pero todas enfocan
el lado malo del indio en lucha contra la expansión del gaucho. Años más tarde
vemos como la figura del indio se va haciendo más suave en la literatura.
Cumanda (1871) del ecuatoriano Juan León Mera, es ejemplo de ello. Después el
indio pierde vigencia en la literatura y le deja paso a la personalidad
pintoresca, agresiva, costumbrista y cada vez más recia del gaucho: Santos Vega
(1851) de Hilario Ascasube, Martín Fierro (1872-79) de José Hernández. Y la
obra cumbre del gaucho como hombre, El Centauro (1868) de José J. de Vedía.
Ya han pasado más
de 450 años desde que Cortés desembarcó en México, y otros capitanes españoles
desenvainaron su espada contra las culturas indígenas de América. El legado que
dejaron fue cuidadosamente guardado y del mismo que comenzó con Las Crónicas,
tenemos hoy en día nuestra literatura genuinamente hispanoamericana.
Cargada a veces de
exotismo, de paisajismo, o de abstracciones y de nuevos moldes de tipo
revolucionario, nuestra literatura puede adolecer de muchos defectos, pero
tiene el sello característico de los poetas y prosistas del mundo
hispanoamericano.
Pasando del
Costumbrismo, al Romanticismo, al Realismo, al Naturalismo y al Modernismo.
Desde el “Creacionismo” de Huidobro, hasta la “Anti-novela” de nuestros días.
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