"Como suele ocurrir con las personas dignas, el abuso estimuló su compromiso social, por lo que el régimen decidió montarle otro espectáculo judicial con el propósito de encerrarlo de nuevo..."
La historia es dura, casi una
tragedia, pero la dignidad de un hombre venció la crueldad y las injusticias
del castrismo que al liberar a Tomás Núñez Magdariaga de una inicua
prisión, reconoció su maldad y las infamias cometidas.
En algún
momento de su vida Núñez Magdariaga dijo ¡Basta! a la dictadura
dinástica de la familia Castro y se sumó a los que luchan por el
restablecimiento de la democracia en la isla.
Su
decisión fue la de un residente común harto de los abusos del régimen. Su
vecina y amiga Yennisey Jiménez, lo describe como un hombre afable, querido y
respetado por su comunidad, un individuo que trasmite alegría y
confianza a quien la dictadura victimizó al imponerle una injusta multa que
Núñez Magdariaga se negó a pagar, lo que motivó una primera
sentencia de prisión de seis meses, sanción que se extendió a diez por la
vesania característica del castrismo.
Como
suele ocurrir con las personas dignas, el abuso estimuló su
compromiso social, por lo que el régimen decidió montarle otro espectáculo
judicial con el propósito de encerrarlo de nuevo en la confianza de
que otra lección de garrote disiparía sus anhelos de ser ciudadano, no
obstante, Núñez Magdariaga, decidió subir la apuesta poniendo su
vida en juego iniciando una huelga de hambre que superó los sesenta días.
Geordanis
Muñoz Guerrero, otro vecino, dice que el complot que puso al
huelguista al borde de la muerte fue fraguado por la dictadura con
la colaboración de un agente del gobierno que se prestó a acusarlo de amenazas,
imputación que el acusador retiró cuando supo que Tomas podría morir como
consecuencia de la huelga.
El
ciudadano Aldo Rosales Montoya, quien asegura acusó al preso político Núñez
Magdariaga por instrucciones de la policía política, declaro ante la fiscalía
de Palma Soriano que su denuncia era falsa y que había sido manipulado por un
mayor del G2 de nombre Damián Vázquez, quien le prometió a cambio de su
colaboración trabajo, seguridad y una vivienda.
El estado
de salud del huelguista condujo a la Unión Patriótica de Cuba, UNPACU,
organización opositora en la que milita, hacer un comunicado en el que afirma
que la muerte de Tomás podría resultar en el primer crimen de Estado cometido
por Miguel Díaz-Canel, desde qué reemplazó a Raúl Castro como
jefe de gobierno.
Es
relevante recalcar una y mil veces que la dictadura castrista
tiene el ignominioso record de haber encarcelado por motivos
políticos a medio millón de personas de 1959 a la fecha y el no menos
bochornoso privilegio de que en sus cárceles hayan muerto hasta el presente al
menos 13 prisioneros políticos como consecuencia de las numerosas
huelgas individuales y colectivas realizadas por los presos políticos.
Sin duda
alguna cualquiera que arriesgue su vida por enfrentar un régimen de fuerza es
merecedor de respeto y admiración sin que importe el tinte ideológico de la
dictadura que combate, pero cuando usa su cuerpo como arma y toma la ruta de la
inmolación, esos sentimientos se acrecientan si se tiene un mínimo de decoro.
Cuando el
monje budista Quang Duc, rechazó las políticas del gobierno de
Saigón prendiéndose fuego en una intercepción de la ciudad y el
joven checo Jan Palack protestó a la invasión soviética a Checoslovaquia
inmolándose en la plaza Wenceslao en Praga marcaron pautas fundamentales en su
lucha, tal y como han hecho en estos sesenta años los presos políticos cubanos
que escogieron la muerte por hambre para reclamar sus derechos hasta el último
aliento.
Posiblemente
Núñez Magdariaga ha sido el preso de mayor edad, 65 años, en realizar una
huelga de hambre y sin dudas, uno de los pocos que retó con éxito a
los esbirros castrista.
La
victoria del huelguista marca un hito en la lucha por la democracia en Cuba, no
solo porque la tiranía cedió, sino porque su voluntad de seguir demandando sus
derechos le hizo declarar a Radio y Televisión Martí los abusos que sufrió
durante la huelga a la vez que exhortó a sus compañeros a seguir luchando sin
descanso, porque la dictadura no aguantaba más.
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