"Todos apreciamos que lo que no estaba expresamente permitido era prohibido lo que se traducia en que el infractor podria ser sancionado..."
Por Pedro Corzo.
Independiente al resultado de las valientes
protestas de muchos artistas cubanos contra un reciente decreto de la dictadura
que pretende regular todavía más las actividades culturales del país, es
importante resaltar que el régimen castrista, fiel a su naturaleza totalitaria,
no ha dictado en 60 años de gobierno una ley que favorezca a sus ciudadanos,
todo lo contrario, sus legislaciones siempre han estado orientadas a restringir
derechos y establecer parámetros sobre los cuales cada individuo debe actuar
sin que importen sus convicciones, sexo, religión o aspiraciones.
Esa habilidad y disposición para
controlar de forma absoluta las actividades ciudadanas, hasta extremos de que
la dependencia del individuo del Estado sea total, es lo que ha hecho posible
que a pesar de las ineficiencias, contradicciones y múltiples errores, el
castrismo haya logrado mantener durante 60 años el control del país.
La censura a la expresión e
información se impuso en la isla de forma novedosa. En cierta medida uno y
todos los cubanos se inventaron su policía del pensamiento. La autocensura fue
un ejercicio permanente. Todos apreciamos que lo que no estaba expresamente
permitido era prohibido, lo que se traducía en que el infractor podría ser
sancionado.
Según el Comité de Protección a los
Periodistas, “Cuba tiene las leyes más restrictivas de las Américas en cuanto a
libertad de expresión y de prensa”. El CPJ señala entre otras disposiciones
legales que una denominada ley de Dignidad Nacional, 1997, establece penas de
prisión de tres a 10 años para “cualquier persona que, de manera directa o
indirecta, colabore con medios de comunicación del enemigo”, aclarando que para
el totalitarismo cubano, enemigo es todo aquel que no esté un 100 por ciento
comprometido con sus propuestas.
Los medios fueron expropiados y
puestos en función de los intereses del castrismo, en consecuencia, los
trabajadores de la comunicación pasaron a ser empleados del Estado. Lo mismo
ocurrió con los artistas y creadores en general, sin que importara el talento
real de cada quien, todos, pasaron a recibir un salario y beneficios vinculados
estrechamente al grado de colaboración y no a la capacidad creativa.
No hubo alternativas. Escribir,
pintar, cantar y toda labor intelectual fue tarifada a través de organismo
estatales, sobre los cuales, los bonzos culturales del castrismo tenían un
absoluto control, la cultura dejó de ser patrimonio de la nación para pasar a
ser dominio de la clase dirigente.
Numerosos creadores libres como José
Antonio Albertini con “Tierras de Extraños” y el poeta Ángel Cuadra estaban
conscientes que sus obras nunca saldrían a la luz y que hasta posiblemente
fueran a prisión por su creaciones, tal y como le sucedió a muchos creadores.
De triste recuerdo es el Consejo
Nacional de Cultura, el organismo que rigió hasta la constitución del
Ministerio de la Cultura, en 1976, la política de la dictadura en ese sector.
Todas las actividades en ese campo estaban supeditadas a la voluntad de los
funcionarios del Estado. Lo que se hiciera público tenía que estar enmarcado en
lo políticamente correcto, incluido el autor de la obra en cuestión.
Los espectáculos de la índole que
fueran, las trasmisiones radiotelevisivas, obras e impresiones de cualquier
clase eran censuradas por los amos del pensamiento, además, controlaban todo lo
que consideraran parte del patrimonio nacional con una severidad que llegaba al
extremo de confiscar a los propios creadores sus obras, si así lo entendía el
funcionario.
El castrismo fue claro y preciso en
sus pretensiones. Ellos siempre procuraron a través de su política cultural
controlar el movimiento intelectual y artístico del país, para manejar a su
antojo la difusión y promoción de las artes plásticas y cinematográficas y la
literatura, en particular en la radio y televisión, una forma de influenciar en
la población.
El Decreto 349 es un medio para seguir
controlando la vida cultura, actividad esencial para el totalitarismo.
La represión artística e intelectual
es una práctica fundamental al castrismo, la naturaleza de la dictadura se
opone radicalmente al usufructo de los derechos ciudadanos, en particular, a
los relacionados con la independencia económica del individuo y con las prerrogativas
de actuar y pensar en libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario