Que no quiero abrazarte en el madero.
Señor,
Niño que vienes.
Hoy quiero ver tu sueño
y dibujar caricias en tu frente, abrigar tu
sonrisa
para que arrope al mundo que me has dado falto
de fe, de amor y aun
de
esperanza, mas Tú vendrás a suavizar los rasgos, a revivir la historia
con la infancia que estrenas.
Señor, Niño que vienes.
Hoy, un abrazo universal nos une, una infinita
muralla de alegría
se abre ante nosotros.
Hay un olor a incienso y mirra y a corales
humanas
y un dulcísimo sabor a milagro y a vino.
Hoy llegarás, Señor,
Niño que vienes y curarás heridas
que sangran gota a gota con ardores azules
desde entonces,
desde que te aprendimos clavado en el madero.
Hoy renace en los hombres la esperanza y crece
nuestro amor,
como el
rojo temblor de nuestra hoguera, crece.
Hoy, en el suave latir del corazón hay
concierto
de
pájaros y estrellas.
Señor, Niño que vienes...
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