"El engaño comienza con la misma palabra 'electoral'. Un proceso en el cual el número de candidatos es igual al número de cargos a ocupar..."
Por Luis Marín
Ya está lista la maquinaria electoral con la que
pretenden imponer la nueva constitución de Cuba, aprobada por la AN el 22 de
diciembre, en un acto a
Ya está lista la maquinaria electoral con la que
pretenden imponer la nueva constitución de Cuba, aprobada por la AN el 22 de
diciembre, en un acto a escenificarse el 24 de febrero, día en que se
conmemoran 23 años del derribo de dos avionetas de Hermanos al Rescate, en que
fueron asesinados sus cuatro tripulantes civiles por la fuerza aérea castrista.
Alina Balseiro se llama la Tibisay Lucena de Cuba,
presidente de la Comisión Electoral Nacional (CEN) que organiza, dirige y
valida el referendo constitucional, la exposición y verificación de la lista de
electores, como hace cada cinco años en las elecciones ordinarias.
El engaño comienza con la misma palabra “electoral”. Un
proceso en el cual el número de candidatos es igual al número de cargos a ocupar,
¿cómo puede llamarse “elección”? ¿Entre quiénes se “elige”?
En verdad, se vota por listas cerradas confeccionadas a
través de un sistema piramidal que comienza en las Asambleas de
Circunscripción, donde seleccionan los primeros aspirantes, luego van pasando a
las Comisiones de Candidaturas Municipal, Provincial y Nacional, cada una
supervisada por la respectiva Comisión Electoral.
Las Comisiones Electorales en cada nivel les ordenan a
las llamadas Organizaciones de Masas que propongan candidatos a las sucesivas
legislaturas “del poder popular” que se van estructurando jerárquicamente, por
votación y designación, en partes iguales, hasta llegar a la Asamblea Nacional
del Poder Popular, que está en el vértice de la pirámide.
Las llamadas Organizaciones de Masas, de trabajadores,
campesinos, de mujeres, de la juventud, incluso las milicias, son correas de
transmisión del Partido Comunista de Cuba, el único legalmente existente y que
puede postular y certificar candidatos; cualquiera que no cuente con su aval es
excluido, puede ser acusado de contrarrevolucionario, procesado y encarcelado,
si fuera el caso.
Los aspirantes, después de pasar por todos estos filtros,
si fueran seleccionados, deberán jurar fidelidad a la revolución, a los
principios y a la legalidad comunista, de manera que en ningún caso personas no
afectas al régimen podrán llegar jamás a ocupar ningún cargo de, si es que
todavía se puede llamar así, representación popular.
En Cuba no hay elecciones, porque no se elige a nadie,
todos los candidatos son impuestos por el único gran elector que es el PCC; lo
que hay son unos actos de votación en los que electores sin alternativas
confirman las listas de candidatos que lo son presentados con un currículo de
obsecuencia al sistema, pero sin ninguna propuesta propia, ni mucho menos un
programa de gobierno u ofertas electorales que los hagan preferibles a otros.
La Asamblea Nacional del Poder Popular designa de entre
sus miembros al Consejo de Estado, una especie de Presídium del Soviet Supremo,
al Presidente de la República, al Consejo de Ministros y en el futuro, según la
nueva constitución, al Primer Ministro.
También designa a los magistrados del Tribunal Supremo
Popular quienes deben rendirle cuentas y pueden ser removidos de sus cargos en
cualquier momento, por lo que no existe en Cuba, ni siquiera en la letra de la
Constitución y las Leyes, el más mínimo asomo de separación, autonomía e
independencia de poderes.
Con esta maquinaria es que van a imponer el texto de la
nueva Constitución, en un acto que tampoco se puede llamar “referendo” ni
“plebiscito”, porque votar “NO” está prohibido y hacer campaña a favor de esta
opción se considera como un sabotaje, promovido por mercenarios, lo que
presagia detención, procesamiento, cárcel, extrañamiento.
Pero hay algunas pequeñas dificultades: la legislación
universal hace tiempo que arribó a los derechos irrenunciables, aquellos de los
que las personas no pueden desprenderse ni siquiera que manifiesten su voluntad
de hacerlo.
Por ejemplo, los derechos laborales son irrenunciables,
de manera que un trabajador, sea médico, entrenador deportivo o lo que sea, así
renuncie por contrato a un salario mínimo, horario de trabajo, tener
vacaciones, prestaciones sociales, etcétera, el contrato no sería válido en
estos puntos y las partes tienen que atenerse al derecho común.
Tanto más es así con los Derechos Humanos que no
requieren concesión ni aceptación sino que se poseen por el sólo hecho de ser
humano y seguirían vigentes aunque una supuesta constitución dijera lo contrario.
Aunque los comunistas impongan su constitución sería como
papel mojado porque no se corresponde con la realidad actual de Cuba, que es
plural, diversa y tremendamente controvertida, incluso a nivel espiritual, con
distintas manifestaciones religiosas y múltiples expresiones culturales.
Incluso los marxistas clásicos, como Ferdinand Lassalle,
consideraban que una constitución es la expresión de la suma de los factores de
poder reales en una sociedad concreta históricamente determinada, sino, como diría
Barack Hussein Obama II, citándolo sin mencionarlo, es solamente “un pedazo de
papel”.
Lo que los comunistas se empeñan en demostrar es que el
PCC es realmente en la práctica “la fuerza superior dirigente de la sociedad y
del Estado” como luego han puesto en la Constitución, con lo cual están
fabricando una realidad ficticia que después pretenden expresar formalmente en
la norma. Pero esto es sólo un burdo sofisma para nada dialéctico: la verdad
verdadera nos muestra todo lo contrario a la existencia de un partido único.
Federica Mogherini, la dirigente comunista en funciones
de Alta Representante de Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad de la UE
tendría que demostrar que la democracia de partido único que propone para Cuba
es superior al pluralismo político generalmente aceptado en occidente. Si es
así, ¿por qué no la tienen en Italia, ni en ningún país europeo?
A menos que ella considere que el pueblo cubano es
diferente, de alguna manera que no declara explícitamente, a los llamados
“pueblos civilizados” del mundo.
La democracia es liberal o no es democracia, la cuestión
es saber cuánto se demorará la realidad para imponerse sobre la quimera.
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