" Se militarizó la sociedad al extremo de que la calificación de desertor se le asigna a quien abandone una delegación oficial, asi sea un artista, deportista o médico..."
En
estos últimos sesenta años el pueblo de América Latina que menos ha
progresado ha sido Cuba, mientras, ha retrocedido a los tiempos más
oscuros de la edad media en lo que respecta a derechos, libertades ciudadanas y
condiciones de vida de su población.
Cierto
que en la mayor de las Antillas 21900 día atrás, tampoco había democracia, sin
embargo, aunque no es consuelo, la economía estaba pujante y la condiciones
materiales de vida y sociales en franco progreso.
Infortunadamente,
en las últimas elecciones plurales de su historia, según observadores de la
época, el gobierno cometió fraude, si bien, en menos de dos meses, dejó un
vacío de poder que ocupó la tiranía más cruel e ineficiente de toda la historia
americana,
En
estos 720 meses desaparecieron los partidos políticos y todos los organismos de
la sociedad civil. Se estableció un absoluto control sobre los medios de
comunicación y la educación. Las tradiciones fueron quebradas. La gestión
económica se estatizó hasta destruir la economía nacional y empobrecer a
niveles sin precedentes a la población.
Se
militarizó la sociedad, al extremo de que la calificación de desertor se le
asigna a quien abandone una delegación oficial, así sea un artista, deportista
o médico. La intolerancia y la sumisión a las consignas fueron las nuevas
normas. Se impuso un paradigma nacional que promovía el odio y el tableteo
de las ametralladoras.
Decenas
de miles fueron a prisión. Miles más partieron al exilio. La libertad intelectual
desapareció. Se estableció un estricto control de los medios de información.
Las religiones enclaustradas en sus templos. Una especie de nueva
devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas
Sin
dudas la destrucción del país y la profunda crisis de nacionalidad que enfrenta
Cuba, es consecuencia de la visión mesiánica que Fidel Castro tenía de sí
mismo, delirio que se acrecentó al triunfo de la insurrección por el amplio
respaldo popular a sus propuestas y la adoración a su persona que rendía la
mayoría de la población, incluyendo notables personalidades de la clase
dirigente en la que destacaban industriales, ganaderos, artistas, periodistas y
hasta figuras de la política nacional.
Para
sorpresa de cualquier observador no contaminado por el influjo de la ilusoria
épica de la Sierra Maestra y para los que miran en el presente
retrospectivamente los meses iniciales del proceso, es inconcebible que el
discurso de populismo extremo del nuevo caudillo pudiera cautivar por igual al
pueblo llano y a las elites económicas y políticas, era un festín de fe en la
que los iniciados acataban devotamente los mandatos de la Revolución y Fidel,
el único con derecho a interpretar las necesidades de la Patria.
Quizás
toda esa popularidad hizo que Castro se viera a si mismo como un José Stalin
construyendo la Unión Soviética o mejor, Adolfo Hitler, su modelo para acceder
al poder por medio de la violencia, es posible que fuera entonces cuando se
imaginó construyendo una especie de Tercer Reich dinástico con él como
referente clave, una monstruosidad que penosamente y por desgracia le
sobrevive.
Castro
agarró el poder con todo su cuerpo, al extremo que pudiera decirse que lo
engulló. Construyó una maquinaria represiva para garantizar su autoridad y
extenderla a todas las dimensiones. Dispuso sobre vida y obra. Fue político,
ejecutor, ingeniero, biólogo, estratega militar, consejero de familia,
constructor, juez y verdugo, especialista en todas las disciplina y
excepcionalmente capacitado para implementarlas.
Los
abusos del régimen generaron una oposición sin precedentes que se gestó y
manifestó en el mismo año del triunfo de la insurrección porque en justicia,
ante la mayoría que ciegamente se entregaba al pérfido tirano, una minoría sin
las condiciones necesarias, en contra del más elemental sentido común, pero
comprometidos con los ideales democráticos, inició un proceso de confrontación
que no ha cejado nunca en su empeño por terminar con la opresión.
La
lucha en aquellos primeros años fue a sangre y fuego. Hombres y mujeres se
alzaron en armas en llanos y montañas de todas las provincias. Un poderoso
movimiento clandestino se orquestó en todo el país con el apoyo decidido de
quienes habían partido al exilio, muchos de los cuales retornaron con las armas
en las manos entregando sus vidas a sus ideales.
La
resistencia que se inicio en 1959, dentro de la isla como en el exterior, ha
marcado pautas trascendentes. El resultado ha sido cruento. Miles de fusilados,
cientos de miles han pasado por las prisiones, otros tanto marcharon al exilio,
el ostracismo interno es también numeroso.
La
dictadura ha durado 60 años pero los que se le oponen llevan el mismo tiempo de
lucha en su contra, una muestra, en todos estos años la prisión política ha
estado presente. Mientras no haya libertad, habrá Resistencia.
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