"Hoy, según algunos indicadores, mas del 50 por ciento de la población mundial vive en naciones democráticas..."
La democracia
puede definirse de muchas maneras descriptivas, como el gobierno por el pueblo,
el gobierno de la mayoría, la creencia en la libertad y la igualdad, y más.
Pero me parece conceptualmente útil reflexionar sobre la democracia como una
forma de gobierno entre la violencia de la anarquía y la violencia de la
tiranía.
El psicólogo
cognitivo Steven Pinker lo expresa de esta manera: “Uno puede pensar que la
democracia es una forma de gobierno que teje la aguja, ejerciendo la fuerza
suficiente para evitar que las personas se ataquen entre sí sin atacar a la
gente misma. "Un buen gobierno democrático permite a las personas
perseguir sus vidas con seguridad, protegidas de la violencia de la anarquía, y
en libertad, protegidas de la violencia de la tiranía".
De ello se deduce
que, al no tener un gobernante, y disfrutar de las libertades individuales
máximas sería preferible si pudiéramos evitar la violencia de la anarquía. Pero
la historia humana muestra que el caos es más letal que la tiranía, y por eso
hemos inventado una forma de gobierno "que enrosca la aguja" entre la
violencia de la anarquía y la violencia de la tiranía.
Hoy, según algunos
indicadores, más del 50 por ciento de la población mundial vive en naciones
democráticas. En la práctica, sin embargo, algunas de esas naciones pueden ser
más autocráticas que democráticas. También encontramos algunas autocracias del
tipo de Singapur y algunas democracias represivas, como Pakistán. El
sobrenombre de dictador benevolente se ha utilizado para describir a líderes
autoritarios que ejercían un poder político absoluto como Josip Tito
(Yugoslavia), Mustafa Kemal Atatürk (Turquía), Lee Kuan Yew (Singapur) y otros.
También se puede
hacer una distinción práctica entre aquellas democracias que no van más allá de
limitar el poder del gobierno sobre sus ciudadanos, y aquellas que se
comprometen más activamente a llevar a cabo la voluntad de la mayoría de los
ciudadanos. Por ejemplo, el sistema político estadounidense es más populista
que los sistemas políticos de otras democracias occidentales más aristocráticas
o elitistas.
A pesar de sus
diferenciasHOY, la democracia es, como lo describe Winston Churchill de manera
exquisita en un discurso ante la Cámara de los Comunes: “Se han probado muchas
formas de gobierno, y se intentarán en este mundo de pecado y desgracia. Nadie
pretende que la democracia sea perfecta o sabia. De hecho, se ha dicho que la
democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas que se han
probado de vez en cuando”.
Sin embargo, la
tiranía todavía tiene sus defensores, particularmente entre los declinistas que
expresan sus opiniones político-económicas sin preocuparse por la evidencia. Y
por aquellos, complacientes en su esperanza de que no se requiera mucho
esfuerzo de trabajo de ellos porque un tirano paternalista con un plan maestro
mejorará sus vidas, como en China, Cuba, Irán, Corea del Norte o Vietnam.
El economista Paul
Romer hace una distinción instructiva entre optimismo complaciente y optimismo
condicional. Él compara el complacen optimismo con el de un niño que espera
regalos en la mañana de Navidad. Aparte del comportamiento obediente, no se
requiere mucho del niño. Mientras que el optimismo condicional es el
sentimiento de un niño que "quiere una casa del árbol y se da cuenta de que
si obtiene algo de madera y clavos y persuade a otros niños para que lo ayuden,
puede construir uno". La democracia requiere optimismo condicional y la
tiranía exige un optimismo complaciente.
Tal vez el aspecto
más incomprendido y criticado de los gobiernos democráticos son sus procesos
electorales, como señala Pinker: "Los científicos políticos están
repetidamente asombrados por la falta de sentido y la incoherencia de las
creencias políticas de la gente, y por la tenue conexión de sus preferencias
con sus votos... "Un considerable grado de apatía e ignorancia parece ser
parte de muchos procesos democráticos.
El filósofo
austriaco-británico Karl Popper, considerado en general como uno de los más
grandes filósofos del siglo XX, ofreció una manera simplista y brillante de
pensar sobre la gobernabilidad democrática. En general, pensamos que la
democracia y su proceso electoral son una forma de gobierno que responde a la
pregunta: ¿Quién debería gobernar? Popper ofreció, en cambio, que deberíamos
pensar en la democracia como un sistema de gobierno que ofrece una solución al
problema de cómo deshacerse de los malos líderes sin derramamiento de sangre.
Reemplazar a los
malos líderes sin violencia es la forma en que la democracia filtra la aguja
entre la violencia de la anarquía y la violencia de la tiranía.
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