"Las costumbres fueron alteradas o suprimidas como ocurrió con la Semana Santa y las festividades religiosas de fin de año..."
Los
cubanos de las tres últimas generaciones tienen muy poco respeto y
conocimientos por la historia republicana, porque desde el primero de enero de
1959 se inició una campaña de descrédito contra la República con el objetivo de
recrear un pasado del cual todos los insulares se sintieran avergonzados.
Esa
gestión fue parte esencial del proyecto castrista de refundación nacional. Era
imprescindible presentar un país sin valores ni progresos, tampoco soberanía,
para justificar un proyecto contrario al sentir nacional que hiciera posible
violentar hasta la raíz las normas y costumbres de la nación.
Lo
primero fue restarle trascendencia a las fiestas patrias y relevancia a los
patricios de las gestas independentistas. Hubo esfuerzos por cambiar símbolos
nacionales como la bandera, pero no avanzaron en ese proyecto. La historia
republicana fue editada en su totalidad, solo aquellas figuras y
acontecimientos que tenían algún vínculo con el nuevo régimen fueron respetados
y magnificada su importancia.
Las
costumbres fueron alteradas o suprimidas como ocurrió con la Semana Santa y las
festividades religiosas de fin de año. El nuevo país partía de cero y su
advenimiento se celebra el 26 de Julio y no el 20 de Mayo. Hasta el vestir fue
censurado y la urbanidad ciudadana un rezago burgués.
La
nomenclatura castrista entendió que si no se mostraba un pasado vergonzoso en
el que la miseria moral y material estaba generalizada, donde la
discriminación, violencia y abusos eran las normas, más una clase
dirigente solo interesada en su beneficio propio y al servicio de una nación
extranjera, Estados Unidos, maniobra que convertía a ese país de un solo golpe
en el enemigo histórico de Cuba, no solo de la Revolución, no sería posible
conseguir obreros y capataces que trabajaran para construir el edén que los
Castro prometían.
El
odio, el sectarismo, la discriminación de todo tipo junto a la destrucción de
los patrones de conducta ciudadanos, fueron las recetas que uso el nuevo
régimen, siempre aderezada con una fuerte poción de miedo, para exterminar a la
Cuba que conocíamos y empezar a construir la de los Castro.
En
realidad no fueron Hugo Chávez y sus compañeros de viaje, Evo Morales, Daniel
Ortega y Rafael Correa los pioneros en manejar con acierto la estrategia de
demonizar el pasado, avergonzar a los connacionales al descubrir una
república execrable y formular pautas que condujeran a legitimar las
acciones del gobierno, por medio de otra Constitución que instituyera nuevos
poderes públicos con funcionarios leales al país supuestamente recién fundado.
Las
propuestas chavistas de una constitución originaria y poderes originarios era
el fundamento de su plan. Estaban reinventando el país, generando espacios para
moldear a su antojo las nuevas instituciones, tal y como si el pasado no
hubiera existido.
Paradójicamente
en Cuba el término originario no tenía relevancia porque el nuevo régimen no
era producto de elecciones, sino consecuencia de una rebelión armada que
sustituyó un gobierno militar por otro que a su vez derivó en una cruenta
dictadura que estableció un régimen totalitario.
La
implementación de las nuevas normas e instituciones se produjeron muchos años
después porque en la Isla la violencia fue fuente de derecho, parafraseando una
inexplicable resolución de la Corte Suprema de Justicia de Cuba en la madrugada
del primero de enero de 1959.
En
Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador los déspotas llegaron al poder por
elecciones lo que demostraba que a pesar de las lacras que denunciaban esos
países por vivir en democracia eran perfectibles, había espacios para mejoras y
cambios que no tenían que ser precisamente los que ellos prometían. El propio
dictador Hugo Chávez dijo que juraba ante una constitución moribunda, un
rotundo desmentido a todas las acusaciones que preferían.
El
proyecto cubano estaba orientado a crear una nueva historia, un pasado que
avergonzara a la ciudadanía, en particular a las nuevas generaciones y en base
a ese inventario educar a la medida y conveniencia de la casta del
26 de Julio.
Es
cierto que los primeros 31 años la soberanía de Cuba
estuvo limitada por un apéndice constitucional impuesto por Estados
Unidos, pero a partir de su derogación, en lo que se pudiera llamar la Segunda
República, el país asumió todas sus prerrogativas hasta la
conversión de la isla en una satrapía soviética, 1959, por conveniencia de los
hermanos Fidel y Raúl Castro y los sicarios que les han servido por décadas.
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