"Los abusos contra los abogados fueron tan grandes que muchos rechazaban defender a un acusado por contrarevolución..."
El ejército rebelde
participó protagónicamente en los cambios políticos y sociales que ocurrieron
en Cuba a partir del primero de enero de 1959, y cumplió
un rol único e importante en la aplicación de la justicia revolucionaria,
puesto que solo los efectivos más fieles de ese cuerpo, eran confiables para
una labor que consistía en manejar con toda firmeza la legalidad castrista que
los hermanos Castro estaban imponiendo en la Isla.
Por
demás, no faltaron profesionales del derecho incondicionales al
Proyecto que inexplicablemente fungieron como jueces y fiscales, a
pesar de que estaban aplicando una justicia con apellido, sin vendas, que de
hecho invalidaba su imparcialidad.
Los tribunales revolucionarios fueron
tribunales de excepción que organizó el régimen con el objetivo de juzgar
sumariamente a los acusados de cometer crímenes en la defensa del régimen de
Fulgencio Batista, no obstante la parcialidad mostrada por estos
funcionario en los procesos judiciales, determinó que la jerarquía
gubernamental decidiera seguir usando esos mismo tribunales para juzgar
cualquier transgresión de la ley, particularmente en las que estuviera
involucrada un delito de carácter político.
Si los jueces y la fiscalía eran incondicionales
del Poder, los abogados que defendían a los inculpados eran severamente
amenazados por el Tribunal y el fiscal, si estos entendían que el defensor
estaba atacando de alguna manera a la Revolución. Los abusos contra los
abogados fueron tan grandes que muchos rechazaban defender a un acusado por
contrarrevolución, razón por la cual es válido recordar con gran respeto, entre
otros letrados, a Luis Fernández Caubí y Fidel González, quienes arriesgaron su
libertad por defender a los que la dictadura victimizaba. Nunca callaron ante
los insultos y ataques de los esbirros que funcionaban como jueces.
No obstante lo más inadmisible era que
cuando no había abogado dispuesto para la defensa tal y como ocurre en una
sociedad de derecho le designaban al acusado un abogado de oficio que iba al
Tribunal a cumplir con su deber vestido con el uniforme del ejército rebelde,
estos individuos, también la mayoría de los que cobraban por la defensa,
concluían su alegato, pidiendo misericordia a la Revolución, elogiando lo justo
que eran los tribunales y obviando defender al acusado.
Los tribunales sesionaban en cualquier
lugar. Un parque, una escuela o una fábrica. También en las oficinas de la
policía política como era el caso de Santa Clara donde los acusados podían ser
sentenciado a muerte sin ir a juicio. Mariano Soriano se enteró de que iba a
ser ejecutado horas antes de su muerte, sería mediodía cuando un esbirro lo
llamó a la puerta de la galera y le preguntó, “en caso que te ocurra algo a
quien le entregamos tus pertenencias”, Héctor Caraballo y Ramón Alfonso López
fueron testigos de esa maldad extrema.
Las apelaciones eran resueltas por los
mismos jueces que habían juzgado en la instancia precedente. La defensa era
informada de las acusaciones minutos antes que se iniciara el juicio, las
fechas de los juicios no se comunican a las partes con
anticipación, muchos juicios se celebraban a altas horas de la
noche, particularmente aquellos que incluían penas de muerte. Los testigos de
la defensa eran amenazados con ser procesados y juzgados y si un testigo de
cargo intentaba suavizar sus declaraciones o justificar los actos del
encartado, era vituperado por la fiscalía y podía ir a prisión.
Los Tribunales
Revolucionarios funcionaron en todos los municipios y provincias, fueron el
instrumento idóneo que usó el castrismo para el diseminar el terror en toda la
sociedad. El miedo circuló por toda la nación cubana e hizo presa de la mayoría
de sus ciudadanos. Todos aprendimos de que en el país no había justicia y que los
tribunales acataban la instrucciones de sus soberanos.
Los que integraron los
tribunales revolucionarios tienen una gran deuda con la nación cubana, ellos
acataron la enseñanza de Ernesto Guevara, “No demoren las causas,
estamos en Revolución, no usen métodos legales burgueses, las pruebas son
secundarias, hay que procesar por convicción”.
Los jueces y fiscales
llevan 60 años aplicando en Cuba el concepto Guevarista de la Justicia. Todos
son culpables de tanta vesania.
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