"Caminamos por la vida como la persona que pasea un rato por un parque y las horas le pasan velozmente, de que la vida es tan corta como una tarde de invierno..."
No te conocí en persona, solo por tus libros, tus correos, tus
críticas literarias escritas sobre ciertos libros de mi autoría publicados, mis
diálogos con mi hija y con quienes te conocieron. Por ello, este día es de los
más tristes de mi vida. ¿Por qué te fuiste tan en silencio y sin quejas ni
lamentos?
Pienso,
desde que te marchaste, que una lava ardiente quema mi corazón y mi mente.
Tuviste gran amor a las personas que te conocieron y a otras, como mi hija
que la animaba y la ayudaba a continuar por el camino de su vida y a
seguir escribiendo.
Sé
cuánto sufriste. Sé de tu enorme amor por la historia en especial la cubana,
por la poesía, por aquella joven que falleció a los 15 años. Nuestro último
adiós nos los dimos el 26 de mayo de este año, y no, no es fácil encajar la
noticia de tu fallecimiento. Desde aquel día vivo en las entrañas del silencio.
Me siento pequeño en la inmensidad del universo, y pienso que hoy estamos, pero
mañana ya no, de que la vida y la muerte están separadas por un finísimo hilo
que, en un segundo, se rompe. Caminamos por la vida como la persona que pasea
un rato por un parque y las horas le pasan velozmente, de que la vida es tan
corta como una tarde de invierno.
Ya
partiste a otro lugar, un lugar desconocido para ti y para mí y para cualquier
persona. Me dejaste, querido amigo René, con el alma rota. Fuiste, eres y serás
una de las personas más importantes en mi vida, porque fuiste simplemente tú,
único, una buena persona irrepetible que, desde un lugar, me estás protegiendo
y ayudando en mi caminar por la vida. Disfruta y hazlo todo como lo hiciste en
vida.
Recuerdo
la canción ·Cuando un amigo se va”, del peruano Alberto Cortez Olaya, más
conocido por “El Original”, aunque nacionalizado en Argentina, también falleció
en abril de 2019, solo unos días antes que tú.
Es
evidente que la humanidad no sabe, me incluyo yo, nada del misterio del
nacimiento y de la vida, del destino y de la muerte. Me dejaste en este valle
de lágrimas, donde aún vivo, llorando tu muerte y expresándote, aunque ya no me
escuchas ni lees lo que te escribo, mi respeto, mi afecto y mi agradecimiento.
Espérame,
en el lugar, donde te halles, para que un día nos encontremos, y encuentre, en
ti, nuevamente, tu alegría y tu seriedad, tu cariño y tu buen hacer con los
hombres y mujeres que contigo caminaron y aún continúan su camino sobre esta
selva agridulce.
Guíame,
con tu ejemplo e ilusión, para que, aunque no tenga tu presencia, sepa siempre
hacer lo mejor en esta vida. Tu recuerdo es algo que pervivirá, en mí, para
siempre. Nadie ni nada me lo puede arrebatar. Te agradezco sumamente tu ejemplo
y tu amistad, tu afecto y tu saber vivir.
Querido René, pasaste a formar
parte de mi historia, a ser un personaje más del libro, en blanco, que es la
vida. Te ganaste, por derecho, un trocito de mi alma, ese que se fue contigo.
Siempre me sentí muy dichoso por ser tú mi buen amigo.
Ansío
que descanses eternamente colmado de paz en algún lugar que todos los seres
humanos desconocemos. Un lugar, donde no exista el tiempo. Allí nos
encontraremos de nuevo, amigo René, y, cuando esto suceda, seguiremos poniendo
nuevos nombres a los luceros.
(En memoria de René León González, fundador y editor de la Revista
PENSAMIENTO, fallecido, en Tampa, Florida, EE UU, el 26 de mayo de 2019)
RENÉ
LEÓN GONZÁLEZ. IN MEMORIAM
Te
cegó la guadaña tus rosales,
deshojando
sus pétalos de oro
que en
mi vetusta ánfora atesoro
junto
al mármol helado de mis males.
Ya
nunca te veré, luz de ideales,
y cada
día, con mi miel, te imploro,
que no
se tale nunca el sicomoro
primaveral
de todos tus panales.
Oh
René, amigo mío, tu madura
fruta
esclarece, con tesón, mi río
de
albas rebeldes y de gran bravura.
Abonan
mis recuerdos, con trapío,
tus
veneros de amor y de ternura,
que
resplandecen hasta en lo baldío.
Carlos
Benítez Villodres
Málaga (España)
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