"Las naciones balticas sufrieron particularmente el horror del Kremlin ya que fueron paises invadidos, ocupados e incorporados ilegalmente a la Unión Soviética..."
Por
Pedro Corzo.
El 23 de agosto pasado se cumplieron dos
aniversarios y se concretó una particular protesta en Hong Kong que repetía un
clamor de libertad ante las consecuencias de
la esclavitud que significó la colusión de la Alemania
nazi y la Unión Soviética, coincidencias históricas que hicieron a mi colega
Margarita Rojo, exclamar, ¡Hay que escribir de este día!.
De la primera fecha hace 80 años, 1939,
dos enemigos irreconciliables, mas por sus semejanzas, que por las
diferencias, Adolfo Hitler y José Stalin, suscribieron una acuerdo en el que de
hecho se repartían a Polonia. La URSS, como si fuera poca su
voracidad, se apropiaba de los tres países bálticos,
Estonia, Letonia y Lituania, el acuerdo, según se afirma, se cerró con un
brindis de Stalin por la salud de Hitler.
Las naciones bálticas sufrieron
particularmente el horror del Kremlin ya que fueron países invadidos, ocupados e incorporados
ilegalmente a la Unión Soviética. Centenares de miles de ciudadanos de las tres
repúblicas sufrieron deportación y otros miles tuvieron que servir en alguna
dependencia del ejército rojo.
No obstante, a pesar de la asfixia, 50 años después que la
hoz, el martillo y la suástica se aliaran para sesgar decenas de miles de
vida en los tres territorios, la Unión Soviética estaba enfrentando la que
sería su crisis terminal. Mijaíl Gorbachov en su intento de reinventar el poder
soviético acelero su caída y reactivo el anhelo de independencia de la mayoría
de las repúblicas soviéticas.
La experiencia de las repúblicas bálticas fue muy
singular. Primero, protestas aisladas que se fueron extendiendo a
los tres países, después retomaron sus respectivos idiomas para reafirmar su
identidad nacional hasta que Estonia, noviembre de 1988, Lituania mayo de 1989 y Letonia en
julio de ese mismo año hicieron públicos sus objetivos de declararse naciones
soberanas.
La
singularidad de la independencia de estos países estriba en que varios millones de residentes de las repúblicas
bálticas, todavía ocupadas por la URSS, organizaron una de las mayores
protestas pacificas de la historia. La mayor manifestación de oposición popular al imperio soviético.
El ciudadano común se unió y reclamo lo que era suyo, la libertad.
Decidieron unir sus manos a través de más de 600
kilómetros, formando así la que se considera la cadena humana más
grande de la historia. El coraje de estas personas unió a Riga, Tallin y Vilna,
capitales de las repúblicas sometidas y las condujo inexorablemente a la
recuperación de la soberanía nacional.
En
menos de un año los Soviets Supremo de las tres repúblicas declararon su
independencia, lo que fue condenado de inmediato por el Kremlin afirmando que
no era un procedimiento legal a lo que respondieron los tres estados bálticos,
que todo el proceso de ocupación violaba el derecho internacional argumentando que
estaban reafirmando la independencia que existía bajo el derecho internacional.
La
metrópoli reaccionó. Enviaron efectivos militares a Vilna asesinando a una
veintena de personas e hiriendo a varios centenares de civiles. La historia
recoge estos sucesos como la “Masacre de Vilna” y las barricadas en Letonia, al
final, la llama que prendieron millones de personas el 23 de agosto de 1989
sofocó la violencia soviética.
Olvidada, quizás hasta por sus protagonistas, la histórica
cadena humana fue revivida 30 años después por otros ciudadanos que sienten sus
libertades y derechos amenazados por un régimen similar al que oprimía a los
letones, estonios y lituanos, el comunismo chino, un sistema que
niega también la naturaleza humana e intenta convertir al hombre en pieza de su
mecanismo de sumisión.
La mayoría de los ciudadanos de Hong Kong sienten que sus
derechos peligran y decidieron emular la Cadena de la Libertad de los países
bálticos de 1989.
Lo llamaron el Camino de Hong Kong. En las cercanías de las
estaciones del metro hicieron tres líneas a las que se sumaron decenas de miles
de personas coreando consignas como, “Apoyar a Hong Kong” y “Recuperar Hong
Kong, la revolución de nuestros tiempos”, los demócratas de esa
ciudad de “Un país, dos sistemas” se sienten amenazados por la República
Popular China, y sin perder tiempo, como se debe hacer, están luchando. Los
derechos se pierde fácilmente, recuperarlos siempre es cruento.
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