"Extraña palabra esa. Masacre. No llegas a comprenderla hasta que incluye a un familiar, a un amigo, a un conocido. Mas extraña aún cuando tú aún no has nacido y la victima es tu padre..."
Si de algo puedo sentirme
orgulloso es de mi padre. Mi padre era Fructuoso Rodríguez, un líder
estudiantil asesinado a la edad de 23 años junto a sus compañeros José Machado,
Juan Pedro Carbó Serviá y Joe Westbrook. Todos murieron en el hecho conocido
como la masacre de Humboldt 7, provocada por una delación.
Los
cuatro habían encontrado refugio en esa dirección tras participar en los
acontecimientos del 13 de marzo de 1957. Mi padre acompañó al líder estudiantil
José Antonio Echeverría a la toma de la emisora Radio Reloj para anunciar el
presunto magnicidio del dictador. De la acción armada del Palacio Presidencial
pudieron escapar con vida Machado, Westbrook y Carbó Serviá. Apenas unas
semanas después la policía batistiana perpetró la masacre.
Extraña
palabra esa. Masacre. No llegas a comprenderla hasta que incluye a un familiar,
a un amigo, a un conocido. Más extraña aún cuando tú aún no has nacido y la
víctima es tu padre.
La
delación se efectuó en un apartamento secreto de la policía de Fulgencio
Batista en La Habana. El estudiante comunista Marcos Rodríguez, alias
Marquitos, fue el delator. El operativo fue ejecutado el 20 de abril de 1957 a
las 5:55 p.m. por el coronel Esteban Ventura Novo y sus hombres. Semanas
después Marcos Rodríguez inició un extravagante periplo latinoamericano
sufragado por la Cancillería cubana. El periplo concluyó en México.
En
aquella época Joaquín Ordoqui, uno de los principales dirigentes del Partido
Socialista Popular (PSP), y su mujer Edith García Buchaca, vivían exiliados en
México y recibían un sueldo de la CIA que oscilaba entre $2,000 y $3,000
mensuales. Teté Casuso y Teresa Proenza, cubanas radicadas en México y con
amplias relaciones en el mundo diplomático, les hacían llegar el dinero. El
propósito era que los Ordoqui informaran de las interioridades del PSP y de la
Confederación Latinoamericana de Trabajadores (la central sindical mexicana,
controlada por el PRI). El elevado tren de vida de Ordoqui le permitía mantener
dos y tres amantes a la vez en la capital mexicana.
Los
Ordoqui recibieron a Marcos Rodríguez y le ofrecieron cobijo, alimento y
amistad. Marcos vivió y compartió estrechamente con el matrimonio.
Edith
García Buchaca, casada en primeras nupcias con Carlos Rafael Rodríguez, con
quien tuvo dos hijas –Anabelle y Dania–, supo sacar buen provecho de sus
matrimonios en la alta jerarquía comunista y logró que al triunfo de la
revolución, en 1959, se le nombrara como Presidenta del Consejo Nacional de
Cultura. Desde esta posición, a su vez, ella concedió una beca para completar
estudios culturales en Praga a Marcos Rodríguez. El funcionario encargado de
gestionar la beca fue Alfredo Guevara Valdés, fundador del Instituto de Cine
(ICAIC).
Un poco
antes de esas gestiones, en la primera semana del triunfo revolucionario, mi
madre, Marta Jiménez, le pidió a Camilo Cienfuegos entrevistarse con Alfaro,
uno de los asesinos de mi padre y que acababa de ser capturado por las
patrullas rebeldes. En esa entrevista, mamá le mostró más de 100 fotos de carné
de diversas personas, entre las cuales estaba una foto de Marquitos. Alfaro lo identificó
sin titubear como el delator. De inmediato mamá le pidió a Camilo que
suspendiera el juicio a Alfaro y se detuviera a Marcos Rodríguez.
Camilo
cursó la orden de detención y Marquitos fue arrestado. Pero por muy poco
tiempo. No habían transcurrido más de seis horas cuando Osmany Cienfuegos,
antiguo miembro del PSP y hermano de Camilo, liberaba al delator. Pero aún con
mucha más celeridad se dio la orden de fusilar a Alfaro, sin avisar a ningún
miembro del Directorio Revolucionario ”13 de Marzo” –y en contra de la orden
emitida por Camilo en Columbia, la cual Fidel Castro había aprobado.
Mi madre
no cejó en sus empeños, sin embargo, y meses más tarde logró la prueba que
incriminaba definitivamente a Marcos Rodríguez con la delación. El gobierno de
Batista había emitido una carta secreta a través de la Cancillería cubana donde
se le otorgaba a Marquitos una elevada suma de dinero para su manutención en
Argentina, Costa Rica y México mientras estuviese exiliado. Dicha solicitud
estaba avalada por Esteban Ventura y firmada por el canciller cubano. Ya por la
fecha del descubrimiento de este documento, Joaquín Ordoqui ocupaba el cargo de
viceministro primero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Durante
más de cinco años, mi madre le estuvo pisando los talones a Marquitos, hasta
que después de una extensa y larga investigación logró que se le apresara y
llevara de vuelta desde Praga a La Habana, donde se inició el juicio que,
después de la primera vista, develó la verdad del encubrimiento del PSP en
dicha delación. Quizás sin proponérselo o quizás aprovechando todo su jugo
político, el mismo Fidel Castro convirtió el juicio en un proceso público
televisado en 1964. El Tribunal Revolucionario No. 1 de La Habana decretó el
fusilamiento de Marquitos; inmediatamente después Ordoqui fue condenado a 30
años de prisión.
¿Prisión?
Bueno, su ”cárcel” era una hermosa finca, llena de árboles frutales y animales
para la alimentación de este reo de lujo, en las afueras de La Habana, y con un
auto y chofer de las FAR. Y, dicho sea de paso, en compañía de Edith García
Buchaca, ya destituida y no apresada gracias a la defensa y alegatos que Carlos
Rafael Rodríguez hizo de ella. Le acompañaba, le podía cocinar y vivir a su
gusto, y ella alternaba entre la finca y su espléndida casa en el Nuevo Vedado.
Cada
cierto tiempo la señora García Buchaca viajaba a Madrid para encontrarse con su
hija Anabelle, quien años más tarde sería recibida por su papá, Carlos Rafael
Rodríguez, vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba,
cuarto hombre en jerarquía, pero tercero en poder.
Fue
Carlos Rafael quien autorizó y ordenó al entonces embajador cubano en España,
Carlos Alfara, a través del cable cifrado CF #121145-6, a pagar la operación de
la vista de su hija en la clínica Barraquer de Barcelona, los pasajes de la
Buchaca y gestionar con el gobierno de Felipe González un puesto permanente
para otro miembro de la familia como maestro titular en el sistema escolar
español.
Anabelle
en aquel entonces trabajaba bajo las órdenes del empresario español Eduardo
Barreiro, quien había sido contratado por el gobierno de Fidel Castro para
cambiar el funcionamiento de los motores Diesel de fabricación soviética. Todos
los años el régimen cubano le pagaba a Barreiro unos $5 millones que eran
depositados en su cuenta personal en la Unión de Bancos Suizos de Ginebra. Como
parte de ese contrato, Barreiro se comprometió a emplear a Anabelle y pasarle
$5,000 mensuales.
Actualmente
Dania, la otra hija de Edith García Buchaca, es la esposa del General de Cuerpo
Julio Casas Regueiro.
En enero
del 2004, García Buchaca perdió a su hijo varón, ”Joaquinito”, el fruto de su
idilio con Ordoqui. Al menos ese joven que conoció a su padre, pudo conversar y
disfrutar con él (aunque fuese en la finca donde se encontraba ”detenido”). Y
como hijo de un “preso político” fue becado en Alemania, estudió Germanística
en la Universidad Carlos Marx de Leipzig, pudo viajar y conocer el mundo.
¡Qué
extrañas vueltas da la vida!, a veces injusta, otras veces no. Nunca antes supe
que algún hijo de preso político cubano estudiase en una universidad
extranjera, becado por el régimen castrista. Muy por el contrario, todos fueron
–y son– vejados, marginados, despreciados, señalados de por vida, por el solo
hecho de tener un padre desafecto o en el terreno contrario.
Por culpa
de un delator, yo jamás pude conocer al mío.
Abogado y
periodista cubano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario