"Armando actuo como se hacia en el pasado cuando los gobernantes instauraban dictaduras, controlaban el pais y clausuraban las vias democráticas..."
Armando Sosa Fortuny fue para el régimen
de los hermanos Castro un hombre a destruir, objetivo que no
alcanzaron, porque “Sosita”, al morir en Presidio, ganó la
inmortalidad.
“Sosita”, fue un hombre de su
tiempo, un individuo de fuertes convicciones, dispuesto a
defenderlas a riesgo de su vida, actitud que asumió numerosas veces durante su
existencia. La dictadura, poniendo en práctica su histórica crueldad lo dejó
morir en prisión, sin importar su avanzada edad y sus muchas
enfermedades.
Armando actuó como se hacía en el pasado
cuando los gobernantes instauraban dictaduras, controlaban el país y
clausuraban las vías democráticas.
Asumió como suyo el preámbulo de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que reconoce que el hombre tiene
el recurso supremo de la rebelión contra la tiranía y la opresión, parte
importante de la Declaración que al parecer incomoda a algunos de sus propios
defensores.
Armando desafió el totalitarismo cuando
los que hoy tienen sesenta años no habían nacido. Lo hizo, aunque nunca fue
declarado preso de conciencia, con la dignidad y la entereza que le ha faltado
a muchos, remedando a José Martí.
Con solo 18 años salió de Cuba
clandestinamente, pero no arribó al exilio para vivir mejor, se preparó para
luchar por la democracia y la libertad de su Patria.
Luchó, pero no atacó una escuela. No
patrocinó actos violentos contra civiles. No traficó con drogas, no protagonizó
episodios terroristas como lo hicieron por décadas los guerrilleros de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que a pesar de sus múltiples
crímenes dialogaron con el gobierno de su país bajo el auspicio del régimen que
impulsó en todo el continente la subversión.
Tampoco imitó a Yaser Arafat organizando
actos de violencia indiscriminada en los que perecían numerosos
inocentes, a pesar de los cuales fue honrado con el premio Nobel de
la Paz.
Sosa Fortuny desembarcó en Cuba en
octubre de 1960 con la misión de derrocar el régimen de los hermanos Castro.
Uno de sus compañeros murió en combate, diez fueron fusilados, entre ellos
cuatro estadounidenses.
Permaneció 18 años en prisión. Estuvo en
numerosas cárceles. Trabajó forzado en el Plan de Trabajo Camilo Cienfuegos,
reclusorio de Isla de Pinos, donde junto con otros compañeros, recuerda Enrique
Ruano, fundó la Organización de Juventudes Anticomunista.
La cárcel no le quebró. Su compromiso se
fortaleció, y cuando le excarcelaron, de nuevo partió de Cuba para retornar con
el objetivo de su vida: derrocar la dictadura.
En 1994, con 52 años, retornó al
combate. No por amor a la violencia sino por convicción. No pensó en la
tranquilidad de un hogar, ni en la seguridad económica, simplemente respondió
una vez más a su compromiso de luchar por sus ideales.
Partió junto a Jesús Rojas, José Ramón
Falcón, Miguel Díaz Bouza y Eladio Real Suárez. Los dos primeros ya están en
libertad.
Desembarcaron en las proximidades de
Caibarién, con la intención de organizar una fuerza irregular para
combatir la dictadura en las legendarias montañas del Escambray, donde en la
década del 60, miles de cubanos lucharon contra el comunismo.
Posterior al desembarco, en un
enfrentamiento a tiros murió el ciudadano Arcelio Rodríguez García.
Sometidos a juicio, Real Suárez fue condenado a muerte. Posteriormente la
sentencia fue conmutada por 30 años.
Sosa Fortuny cumplía en este segundo
encarcelamiento 26 años de una sanción de 30. Enfermo y sin pedir cuartel,
cumplió 44 años de prisión. Envejeció en prisión, enfermó y murió, cumpliendo a
su manera con la Patria.
La muerte de Armando es el
resultado de la conducta de muchos gobiernos, organizaciones no
gubernamentales, dirigentes políticos y sociales que han practicado una
indulgencia criminal a favor del castrismo. Muchos son los que han preferido no
escuchar el espantoso retumbar de los fusiles frente a los paredones de
fusilamientos o el clamor de silencio del más de medio millón de hombres y
mujeres que han pasado por las cárceles estas seis décadas.
“Sosita”, actuó a su
manera y por convicciones. Entregó
su vida entera a Cuba por eso como escribiera el Apóstol de todos. “Cuando se
muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe;
empieza, al fin, con el morir la vida”.
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