EL BIEN COMUN Y LA JUSTICIA SOCIAL: JOYAS DEL
CAPITALISMO MODERNO
Por Santiago Cárdenas M.D.
La historia , siempre magisterial en su devenir, demostró qué sistema
económico de los dos en pugna durante los siglos XIX y XX generó y genera las
hambrunas, la pobreza, la desigualdad social y la falta de libertad. Ya no hay
dudas .Se hizo evidente después del final de la guerra fría con el estrepitoso
fracaso de las llamadas dictaduras del proletariado y los socialismos de
cualquier apellido.
Pero, eso no es suficiente para que las izquierdas, los diletantes y
algunos católicos de la progresía , en su miopía, continúen denostando al
capitalismo moderno. Ellos utilizan una fraseología y consignas gastadas que se
han vuelto en su contra. Patético. Deberían ponerse un cubo en la cabeza para protegerse
del bumerán ideológico que ellos mismos lanzaron .
Quieren destruir la libertad económica a cómo de lugar con el control o la
supresión de la propiedad privada. He ahí el meollo del problema. Para ellos:
Jamás, nunca, reformar al capitalismo de sus errores y sus pecados sociales.
Destruirlo a cómo de lugar. Imposible; el capitalismo no se construye por
arquitectos sociales; sale sólo; espontáneo y... es longevo.
Los compañeros de viaje también promueven la lucha de clases; la violencia
como partera de la historia, la abolición de los tres derechos humanos y de las
libertades. Así ha sido desde Karl Marx a Bernie Sanders, pasando por los
teólogos de la liberación en América Latina.
El bien común es un término totalmente secular desde Aristóteles, que la
iglesia lo incorporó unos veintidós siglos después a su Sociología llamada
también Doctrina Social de la Iglesia. El bien común nunca aparece en los
evangelios, aunque sí explícitamente en la encíclica “Cuadragésimo Aniversario”[de
la Rerum Novarum] de Pío XI en 1931.
Por el contrario la justicia social es un término católico ciento por
ciento, acuñado por el jesuíta italiano Luigi Taparelli cofundador del
periódico la Civita Cattolica Esta justicia saltó del mundo religiosos al
secular justamente a la inversa de lo ocurrido con el bien común. Ambos forman
la columna vertebral del teque progresista cuando quieren
vulgarizar en pocas palabras los valores anticapitalistas y antiliberales
clásicos. Vaya, algo así como una consigna culta de los nuevos comisarios en la
media y las redes.
Bien común y justicia social se alcanzan básicamente en el capitalismo
moderno con su amor irrestricto a la libertad, como la estudió Locke basado en
las escrituras . Además, el respeto a la propiedad privada; con obligación o rédito
social que son los taxes; su salario familiar; la opción sindical y la
participación de los obreros en el ahorro con programas sociales como el 401 k
; los beneficios; el seguro de salud y un largo etc. Que algunos prefieren
ignorar.
Claro, en el capitalismo todo es perfectible. Tenemos mucho que avanzar
para ayudar a los capitalistas díscolos, avaros , pecadores o ignorantes que
continúan en su sordomudez moral explotando y enriqueciéndose a cómo de lugar.
La evangelización tiene que proponerse llegara ellos como una opción
preferencial. La opción preferencial, también, para los ricos. Los que generan
tanta riqueza y bienestar dentro del sistema económico más libre y eficiente
que la humanidad ha conocido.
Cuando el incidente del alabastro y el perfume de nardo en Betania, a las
críticas al Profeta (que nunca fue pobre de solemnidad ) Jesús, el galileo
respondió : “ A los pobres los tendrán siempre entre Uds.” ( Juan cap. 12,
verso 9). Fue; es una llamada de atención para los gobiernos y el mundo, que no
para las iglesias, cómo comúnmente se entiende. Promover a los pobres es una
función importante, pero supletoria, para los creyentes.
El feroz individualismo cristiano, nuestro don, ha abolido la salvación
colectiva de un pueblo elegido, como planteaba el judaísmo. También ha sabido
con su derecho natural, instintivo, y libérrimo engendrar riquezas y enriquecer
a grandes masas de población con acceso a esa bendición que se llama consumo.
Nuestra individualidad ha sido la mejor garantía para alcanzar el bien común y
la justicia social; pero en libertad.
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