Por Pedro Corzo.
Cada día hay más información
que confirman que la historia es fundamental en la nutrición
intelectual de un buen ciudadano. Conocer el pasado impide repetir
los errores, siempre y cuando prime el sentido común, ya que más de uno de
nosotros tiende a tropezar con la misma piedra como se aprecia en algunos de
mis compatriotas que gustan de los caudillos, aunque todavía estamos padeciendo
sus consecuencias.
Re aprendí esa lección cuando
leía un trabajo del ex prisionero político cubano Emilio LLufrido sobre la
Triple A, una organización importante en la lucha contra los regímenes de
Fulgencio Batista y Fidel Castro. El ensayo los publicara el Instituto de la
Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo.
En el estudio me reencontré
gratamente con un proyecto que auspiciaron demócratas cubanos y venezolanos en
los años cincuenta del pasado siglo del cual me habían comentado en términos
elogiosos luchadores por la democracia que, en diferentes instancias, habían conocido
o participado del mismo, como fueron Rogelio Cisneros, José Ignacio Rasco y
Orlando Bosch.
Bajo el mandato de Carlos Prío, 1948-1952, de cuyo gobierno fue
canciller Aureliano Sánchez Arango, Cuba adoptó una política exterior de
defensa de la democracia hemisférica, de ahí el respaldo al gobierno
guatemalteco de Juan José Arévalo y la política condenatoria contra
los regímenes de la dinastía Somoza en Nicaragua y de Rafael Leónidas Trujillo
en Santo Domingo, a lo que se sumó el rechazo al golpe militar de Marcos Pérez
Jiménez en Venezuela y el recibimiento y apoyo en la Isla de figuras notables
del Partido Acción Democrática.
La difícil situación que enfrentaba la democracia en el continente
determinó que políticos venezolanos y cubanos concluyeran que era necesario
fomentar una conciencia de solidaridad ciudadana en el todo el hemisferio para
enfrentar con mayores posibilidades de éxito a quienes creían que la fuerza y
la subversión eran las herramientas idóneas para alcanzar el poder.
La idea contó con el respaldo
de numerosos políticos del hemisferio, aunque sus principales promotores fueron
Carlos Prio Socarras, ex presidente de Cuba, Sánchez Arango, ministro de
gobierno, y Rómulo Betancourt, ex presidente de Venezuela, que a la sazón se
encontraba asilado en La Habana como consecuencia del golpe militar de Pérez
Jiménez, ignorando, escribe Llufrido, que en muy poco tiempo la sede del evento
iba a ser sometida por los militares y que estos serían sustituidos por un
régimen totalitario de inspiración comunista.
Se celebró el “"Primer
Congreso de la Asociación Pro Democracia y Libertad en América” en la
capital cubana con el objetivo, escribe Llufrido, de enfrentar los dos flagelos
que asolaban el continente, las dictaduras militares y la infiltración
comunista. Al evento concurrieron muchas de las figuras más notables de la
época, José Figueres, Luis Alberto Muñoz Marín, Juan Bosch, Carlos Andrés
Pérez, Alberto Lleras Camargo, Salvador Allende, no se había radicalizado
todavía, Eduardo Freí Montalván, Víctor Paz Estensoro, Juan José Arévalo,
Arturo Frondizi y muchos más.
La condena al golpe militar en Venezuela y la decisión de
solidarizarse con la reconquista de la democracia en aquel país fue
unánime. Sin embargo, lo más valioso, fue el precedente que se
estableció de demócratas del continente luchando juntos por la democracia en
cualquier punto del hemisferio.
La democracia en América enfrentó un mayor peligro cuando
sorpresivamente en Cuba se estableció un régimen totalitario inspirado en el
marxismo. Ante esta nueva situación don Rómulo Betancourt retomó la bandera de
la libertad hemisférica enarbolada cuando en Cuba había democracia y convocó a
un Segundo Congreso Pro Democracia y Libertad en América, en esta ocasion, escribe
Llufrido, “usarlo como sombrilla protectora para que los cubanos tuvieran su
frente de lucha contra el castro comunismo”.
Una vez mas venezolanos y cubanos compartieron el liderazgo del
encuentro. Sánchez Arango fue electo presidente de la Mesa Directiva del
Congreso al que asistieron figuras importantes de la lucha contra la incipiente
dictadura, entre otros, José Ignacio Rasco, Emilio Adolfo Rivero Caro y Tony
Santiago.
Estos Congresos desconocidos por muchos y olvidados por otros, son
un ejemplo de que es posible conciliar nuestros intereses a pesar de las
diferencias. Deberíamos enfocarnos en la Libertad y la Democracia y demostrar
que es posible recuperarla si juntamos nuestras voluntades.
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