P. MUÑOS/LATINEWS
La detención de una célula el
miércoles revela la cooperación entre diferentes enclaves salafistas de Europa.
Parte de la operación se realizó en Melilla
Wuppertal
es una ciudad del estado federado de Renania del Norte-Westfalia donde a
finales de 2014 patrullaba una «policía de la sharía», una especie de brigada islamista de la moral cuyos
líderes fueron llevados el pasado año a juicio en Alemania. Se dedicaban a
intimidar por las calles a todo el que no cumplía los
códigos del Islam fundamentalista que ellos mismos habían
propagado en panfletos amarillos. A saber: prohibido fumar, prohibido el
alcohol, prohibido escuchar música a los musulmanes y no musulmanes, so pena de
persecución.
En
esas mismas calles fue detenido uno de los cinco
miembros de la célula con raíces en Barcelona y Melilla desarticulada la madrugada del
miércoles. No era uno más, sino el coadministrador de la web terrorista junto a
otro individuo que también ha sido arrestado pero a 240 kilómetros, en
Bruselas, lugar cuyas barriadas –como las de Wuppertal– se han convertido en sinónimo
europeo de radicalización y de yihadismo. Y que tras esta operación
policial figuran peligrosamente vinculadas a España.
La
captura de este sospechoso salafista en Bruselas no convulsionó ayer Bélgica
porque ya estaba de antemano sacudida por una grave preocupación, de las más alarmantes
tras los ataques que el pasado marzo dejaron una treintena de
muertos. Y es que se ha publicado la noticia de que un destacado miliciano
del Daesh –el mismo que reinvidicó la masacre de Niza– ha repartido vía
Telegram entre 300 de sus fieles los nombres, datos y fotografías
de militares belgas acompañados de una orden de atacarles. Las autoridades han abierto una investigación.
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