Hay dirigentes políticos, religiosos,
laborales y de otras características que parecen estar cubiertos con una capa
protectora que impide que su prestigio, por mucho que sean los errores, abusos
de autoridad y hasta delitos en los que incurran, afecte su reputación y
popularidad.
Ese sortilegio que acompaña a pocas
personalidades se explica por la gran influencia que ejercen sobre un
sector de la sociedad, las más de las veces, compuesta por una minoría
que imagina al líder como un ser superior capaz por su sola voluntad y
esfuerzos de encontrar soluciones donde otros solo han cosechado fracasos.
Sin temor a errar se puede afirmar que Luis Ignacio
Lula da Silva es uno de esos conductores, porque a pesar de los muchos
escándalos de corrupción en los que está envuelto, algunas encuestas lo
presentan como el candidato favorito del electorado brasileños en los comicios
del 2018.
Lula fue el fundador y patrón
del Partido de los Trabajadores, una agrupación que ha estado envuelta en
los mayores escándalos por corrupción que han ocurrido Brasil, incluido los
relacionados con la empresa estatal de petróleos, Petrobras, en la que también
aparece como implicado.
Las victorias del PT, el mayor
partido de izquierda de América Latina, han sido consecuencias de su política
de alianzas con otras fuerzas políticas y también por la influencia que el
caudillo ejerce sobre un sector de la población y el control que práctica sobre
el partido.
Sin embargo en las dos ocasiones
que Lula da Silva resultó electo presidente fue en segunda vuelta, similar
situación se le presentó a su postulante Dilma Rousseff, quien también tuvo que
ir a elecciones de segunda vuelta en los comicios del 2010 y el 2014.
Da Silva está sujeto a investigación por
varias causas. Está acusado de actos de
corrupción, lavado de dinero y falsificación, tras descubrirse que el ex
presidente era propietario de un apartamento de tres plantas en el balneario de
Guarujá, en Sao Paulo, un bien que nunca había declarado.
El exmandatario que en su
momento cautivó a muchos de sus pares de los países más importantes del mundo,
está, según informaciones, implicado en los actos de corrupción de la empresa estatal petrolera
Petrobras y la constructora Odebrecht, empresa que modernizó el puerto cubano
de El Mariel, inversión sobre la que dijo Marcelo Odebrecht, presidente de la
corporación, "Cuba es el único país en el que, de hecho, abrimos
y crecimos bajo el gobierno de Lula, y donde tenemos que decir que la relación
con Lula ayudó mucho".
La anterior declaración de
Oldebrech demuestra que Lula da Silva con independencia de haber sido
políticamente el aliado más fiel del castrismo en el hemisferio después de Hugo
Chávez, también se esforzó para que la dictadura insular fuera
beneficiada económicamente, sin descuidar ser favorecido por sus
gestiones a favor de los Castro ante empresas brasileñas.
Si en un momento de la historia
Fidel Castro fue el padrino de Lula da Silva, en otro este último fue el
benefactor de Hugo Chávez como hizo conocer en una sesión del Foro de Sao
Paulo, julio del 2005, en la que dijo, que la ayuda del foro había sido
fundamental para el gobierno del presidente Chávez.
El ex presidente antes y
durante su gestión fue alabado por varios dirigentes mundiales por liderar un
gobierno efectivo en el aspecto económico sin menospreciar las normas
democráticas, empero, nunca fue cuestionado por su apoyo irrestricto a
los déspotas del hemisferio.
El caudillo cumpliendo
las normas establecidas por el populismo cavernario ante las acusaciones de
corrupción y tráfico de influencia al igual que en su momento lo hiciera la
destituida Dilma Rousseff, ha asumido el papel de víctima y contra ataca con
consignas nacionalistas como acusar al actual presidente Michael Temer,
de querer entregar las grandes industrias nacionales al capital extranjero.
Rousseff dijo que era objeto de
un golpe de estado, Lula afirma que es sujeto de una conspiración maquiavélica
que busca inhabilitarle para que no pueda presentarse como candidato a la
presidencia en los próximos comicios pero ninguno de los dos ha aceptado la
responsabilidad de liderar una fuerza política en la que un número importante
de sus dirigentes se encuentran en prisión simplemente por robar, después de
haber llegado al poder prometiendo una justicia social que solo se ha
empoderado en sus bolsillos como reflejan múltiples acusaciones y muchas
condenas.
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