La crisis que
llevó al mundo al borde de un holocausto nuclear –los misiles de Octubre–
ayudó, entre otras cosas, para dar forma a las percepciones de los líderes de
la política exterior estadounidense hacia la amenaza soviética y el mundo.
Algunas de las lecciones de la crisis todavía están con nosotros hoy.
La primera lección fue que no hay sustituto para la alerta y la
inteligencia de calidad. Los Estados Unidos se sorprendieron por la apuesta
soviética, y no fue hasta que los misiles estaban en la isla y aviones espías
estadounidenses habían fotografiado a estos que la Casa Blanca descubrió la
magnitud del desafío y el peligro que representan para la seguridad EE.UU... Mientras
que los cubanos de la isla informaron movimiento sospechoso de los misiles, la inteligencia EE.UU. no advirtió a la
administración Kennedy con antelación de los planes u objetivos soviéticos.
La segunda lección fue una mayor conciencia acerca de los peligros de
las armas nucleares. Después de la crisis, los Estados Unidos, la Unión
Soviética y la mayoría de los países del mundo firmaron el Tratado de No
Proliferación Nuclear. Una línea telefónica directa se instaló para la
comunicación entre el Presidente EE.UU. y el líder soviético, y la retirada de
EE.UU. algunos misiles de Turquía y seguido en otros lugares.
Tercera lección era en la gestión de las crisis. Cuidadosos movimientos
del presidente Kennedy durante esos tensos 11 días evitaron una confrontación
nuclear. Mientras que algunos en este país abogaron por una invasión de Cuba y
el fin del régimen de Castro, el presidente prefiere un bloqueo, la diplomacia
y la negociación con el Kremlin. Como hemos aprendido, ya que, Fidel Castro
pidió a Kruschev para lanzar los misiles de Cuba contra Estados Unidos, una
acción que sin duda habría obligado a una contra-respuesta no sólo contra Cuba,
sino también contra la Unión Soviética, causando una catástrofe mundial.
La cuarta lección es que la debilidad de parte del liderazgo de Estados
Unidos, o la percepción de debilidad por los enemigos de este país, por lo
general alienta a los enemigos para tomar medidas audaces y temerarias. El
acontecimiento más importante alentar y acelerar la participación soviética en
Cuba era la Bahía de Cochinos en 1961. El fallo de EE.UU. para actuar con
decisión contra Castro dio a los soviéticos ilusiones acerca de la
determinación EE.UU. e interés en la isla. Los líderes del Kremlin cree que una
mayor participación económica e incluso militar en Cuba no implicaría ningún
peligro para la propia Unión Soviética y no pondría en peligro seriamente las
relaciones EE.UU.–soviéticas. Este punto de vista se vio reforzada por la
actitud de disculpa del presidente Kennedy en relación con la invasión de Playa
Girón El general y su débil desempeño durante su reunión cumbre con el primer
ministro soviético Nikita Jruschov en Viena en junio de 1961.
La lección final y quizás lo más importante es que hay líderes
antiestadounidenses en el mundo dispuestos a arriesgar la destrucción de sus
países a cumplir sus ambiciones políticas. Castro y Jruschov pertenecían a este
grupo el primero debido a su odio anti-estadounidense y su ambición de jugar un
papel de potencia más allá de las capacidades de su pequeña isla, y el segundo
a causa de su deseo de superar la ventaja estratégica de Estados Unidos y
cambiar el equilibrio de poder en el mundo. Ambos estaban dispuestos a tomar
medidas que pusieron en peligro su gente, así como el mundo.
Líderes peligrosos y arriesgados, y los terroristas, enemigos de los
Estados Unidos, siguen siendo hoy en día dentro y fuera del poder en muchos
países. Las acciones de Castro y Jruschov en 1962 nos deben hacer reflexionar,
pero poco confort. No sólo son las armas nucleares todavía alrededor, pero las
armas químicas y biológicas más siniestro y se han desarrollado desde la crisis
de los misiles. Las lecciones de la crisis y el peligro de un mundo difícil
todavía están con nosotros.
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