Aunque tu silencies mi nombre
cuando hablas de los que han luchado y luchan junto a ti, lo cierto que he
hecho por Cuba todo lo que he podido ahora y siempre. Huber
El
21 de octubre de 1959, es un hito en la historia de la lucha contra el totalitarismo
en Cuba.
Con anterioridad se habían producido hechos
que demostraban que el liderazgo de la insurrección triunfante, Fidel Castro en
particular, no aceptaba la democracia, tampoco las ideas contrarias a la
nueva religión que se estaba imponiendo en el país, el castrolicismo, pensar y
actuar con independencia eran una herejía sancionada con toda la crueldad de
que fueran capaces los dioses del nuevo Olimpo.
El doble juicio a los pilotos aviadores en
marzo de 1959 fue una aberración jurídica impuesta por el caudillo, el golpe de
estado al presidente Manuel Urrutia una canallada que dejaba avizorar el
futuro del país, pero no fueron las únicas señales. Numerosos eventos
presagiaban el futuro que muchos líderes demócratas y el pueblo en particular,
no fueron capaces o simplemente no quisieron ver ni escuchar,
cuando quizás todavía había tiempo para impedir la destrucción de la
nación.
La prensa y la sociedad civil
fueron agarrotadas. Los derechos conculcados. La intimidación primero, el miedo
después, se apoderó de la mayoría ciudadana.
Un pionero en la lucha por la
democracia, el comandante Pedro Luis Díaz Lanz, alertó sobre la
penetración comunista, sin embargo un silencio inconsciente, quizás, cómplice,
encubrió su heroísmo.
Fue el comandante Huber Matos,
quien pagó con 20 años de presidio, denunciar sin violencia la fuerte
penetración marxista en el proceso revolucionario. Matos, en un gesto de
supremo civismo, reclamo derechos sin empuñar las armas. No se pronunció
militarmente a pesar de que cientos de militares a su mando estaban dispuestos
a cumplir la orden de rebelión si la hubiese dispuesto.
El comandante no quería más
violencia, más guerras, por eso cívicamente hizo público su descontento
ante la penetración marxista. Nunca conspiró, habló claro y con firmeza a Fidel
Castro y sus sicarios más próximos, lo conversó con hombres de su
confianza como Dionisio Suárez y Pedro Armenteros.
Suarez recuerda que Matos
dirigió una carta a Fidel Castro en la que presentaban su renuncia,
y para demostrar que su protestas no promovía una
insurrección, abandonó sus armas y le ordenó a los militares bajo a su mando
que hicieran otro tanto.
Armenteros afirma que el
comandante interpretó el pensar y sentir de la mayoría de los militares. Opina que
el propósito de Fidel Castro era fusilar a Matos porque cuando llegó al
regimiento seguido de una turba enardecida le echó el brazo sobre los hombros a
Camilo Cienfuegos y le dijo, “vamos a entregárselo al pueblo”.
El compromiso de Matos fue hasta
el final. Nunca temió las consecuencias. El capitán
médico Miguel Socarras le propuso sacarlo del país en una
avioneta y rechazó la oferta, otro capitán, Tuney Pérez
Álamo, se ofreció a comandar un ataque a la emisora de radio
desde la que Mendoza Reboredo pretendía desacreditar la figura del
renunciante, negándose tajantemente.
Aunque no hubo violencia no faltaron mártires. Pedro Armenteros
recuerda al capitán José Manuel Hernández, jefe del Tercio Táctico de Florida,
próximo a Matos, quien después de participar en un programa radial en el que
defendió al comandante y condenó a los comunistas, se suicidó.
Dionisio Suárez, compartía celda la noche de los sucesos con el
sargento jefe del puesto de Vertientes, José García León, cuando este abrumado por el robo de los sueños de
libertad y progreso por los que había luchado, también se suicidó.
Huber Matos marcó una pauta
indeleble en la lucha por la libertad y la democracia en Cuba. Las
consecuencias de su acción no violenta fue un gesto de coraje y dignidad que demostró,
a quienes todavía seguían empecinado en darle una oportunidad de rectificación
a los moncadistas, que lamentablemente no quedaba otra alternativa que la
confrontación, independiente a los resultados que se fueran a cosechar.
Matos, independiente a virtudes
y defectos, aciertos y errores fue un hombre de una entereza admirable. Cumplió
20 años en prisión, algunos en solitario, salió al exilio y siguió fiel a su
compromiso de luchar por la democracia en Cuba. Devoto a sus convicciones hasta
el día de su muerte.
Para recordar este aniversario
no hay decir mejor que el de Rogelio Cisneros, quien fuera dirigente del 26 de
Julio en Camagüey durante el proceso insurreccional. Le expresó a un
amigo el día de la renuncia-protesta del Comandante, “aquí ya empezó la lucha
hasta el final contra el comunismo”, una afirmación que se mantiene en pie 57
años después.
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