Próximamente –en enero
del 2017– se cumplirá dos años de la muerte, a los 40 años, Canek Sánchez
Guevara, nieto del Che Guevara
LATINEWS/M3
«Siempre he sido extranjero», dijo de sí mismo Canek Sánchez
Guevara, nieto del Che, cuyos diarios de viaje por medio mundo se «comen» sus
relatos y novelas breves.
En el primer volumen de «Diario sin motocicleta», Canek Sánchez
Guevara relata su paso, cámara en mano, por Italia, Portugal, España y Francia.
En la imagen, una de sus fotografías: «Pensamiento crítico» (Marsella, 2008) EDUARDO JORDÁ.
Contra lo que pudiera parecer, el nieto del Che Guevara no heredó el
fervor revolucionario de sus antepasados. Lo que sí heredó, fue el instinto
aventurero y
una inextinguible curiosidad, aparte de una rebeldía innata que le impulsó a
amar todo lo que estaba mal visto en la Cuba revolucionaria: el «rock», las
drogas, la música de vanguardia o los ensayos de Montaigne y Camus. Pero lo más importante de todo fue el rechazo instintivo hacia
todo fanatismo. El ideario de Canek
Sánchez Guevara se resumía en amar: «cualquier cosa que no me sea impuesta y que yo no pueda imponer a
los demás».
El único hogar
Ahí está el secreto de todo: Canek era un liberal, en el más noble
y más revolucionario sentido de la palabra. Pero un liberal, claro, que había
aprendido a vivir sin ataduras de ninguna clase. Canek se sentía como en su
casa en el magma extraterritorial de internet y no concebía la vida sin
deambular de un lado a otro –Cuba, México, Barcelona, Perú, Francia, Italia, Panamá,
Nicaragua–, porque sabía instalarse en
cualquier sitio donde pudiera dejar su mochila y su ordenador (esa mochila y ese
ordenador fueron en realidad su único hogar permanente).
El nieto del Che Guevara
no heredó el fervor revolucionario de sus antepasados
Canek Sánchez Guevara hizo
muchas cosas en su corta vida (murió a los 40 años, en 2015, en México, mientras era sometido a
una operación cardíaca). Fue músico, programador informático, documentalista,
escritor y paseante callejero («flâneur», prefería decir él). Pero sobre todo fue un hedonista que sentía curiosidad por todos los aspectos de la vida. Sufría de
insomnio y escribía sin parar mientras cogía trenes y aviones o escuchaba a Sonic Youth. Canek se sentía a gusto en cualquier parte donde hubiera
inmigrantes llegados de muchos sitios y una playa cercana y un “barucho” lleno de cervezas y
cigarrillos. El espectáculo de la vida jamás le decepcionaba. Todo le llamaba
la atención y todo se lo pensaba desapasionadamente, porque nunca se dejó engañar por ideología alguna. Era un lector omnívoro, igual que Cervantes, capaz de leerse
enteras las instrucciones de los cereales para el desayuno. Su mejor definición
de sí mismo era esta: «Yo siempre he sido extranjero». En Marsella se alojó en
el apartamento de un amigo, «como tantos otros que he conocido: se desayuna
cerveza, se come vino, la merienda es un “güisqui”
y la cena, la suma de todo lo anterior. El baño es de película
"gore"». Esta descripción podría
ser la de un personaje de Roberto Bolaño, quien también había conocido esos apartamentos en su juventud, y
que en el fondo, viviese donde viviese, siempre fue un extranjero.
El extranjero que fue Canek Sánchez Guevara llevó una existencia
en la sombra. No le gustaba
demasiado hablar de su abuelo y tampoco le interesaba discutir la problemática de Cuba. Lo que
le gustaba de verdad era la literatura y la música. Pero de repente, tras su
muerte prematura –igual que su madre y su abuelo, que no llegaron a cumplir los
40 años–, Canek Sánchez Guevara ha pasado a convertirse en un personaje
legendario. El volumen de
relatos y novelas breves «33 revoluciones» (Alfaguara) ha sido lanzado simultáneamente en Europa y Estados Unidos. Y al
mismo tiempo, Pepitas de Calabaza ha sacado el diario que Canek fue publicando
por entregas, entre 2008 y 2011, en un periódico mexicano con el título de «Diario sin motocicleta». La editorial de Logroño tiene previsto publicar todos los diarios
de Canek a razón de un volumen por año.
Verdadero talento
Canek pasó su juventud
en Cuba y sabía qué clase de estafa se escondía detrás de los términos
«socialismo de Estado».
Eso lo diferenciaba de todos esos rebeldes de pacotilla que en España conocemos
tan bien. «33 revoluciones» no es la obra maestra que se nos está queriendo
vender, aunque es un relato lleno de vida que cuenta muy bien cómo era La Habana en la época de los
balseros, a mediados de los 90, cuando
casi todos los cubanos soñaban con huir a Estados Unidos. Para mí, sin embargo,
el verdadero talento de Canek se halla en sus diarios. Canek era un rebelde camusiano –es decir, un rebelde de verdad–, y por eso se lo cuestionaba todo
y quería conocerlo todo. Las páginas dedicadas a su madre son hermosísimas,
igual que sus apuntes de viaje o sus reflexiones sobre los barrios de
inmigrantes de la Europa mediterránea donde Canek se sentía como en su casa.
Leer estos diarios es lo más parecido a pasar una larga noche de charla, entre
cervezas y cigarrillos, con Canek Sánchez Guevara.
Durante la Guerra Civil, en Barcelona, George Orwell se encontró con un voluntario anarquista en un cuartel. Aquel
miliciano tenía «el rostro de un hombre capaz de matar y de dar su vida por un
amigo», pero Orwell se dio cuenta de que muy pocas veces «había conocido a
alguien que despertara una simpatía tan inmediata». Pues bien, Canek Sánchez
Guevara es un escritor así: alguien que despierta en nosotros, sus lectores, una
simpatía inmediata. Salvo que él
no hubiera matado nunca a nadie. Y siempre habría estado dispuesto a dar la vida por un amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario