La
Administración Obama cree que la influencia
de Irán en América Latina está en declive. Eso significa que no
considera que los aproximadamente 80 centros
culturales que ha
abierto por toda América Central y del Sur sean una amenaza.
En Teherán no
piensan lo mismo. Para ellos, estos centros son un vehículo para difundir su ideología revolucionaria en
el patio trasero de EEUU. Los viajes oficiales, los acuerdos diplomáticos, las
relaciones comerciales y el volumen de negocio con la región no se divulgan
demasiado. Para los ayatolás son mucho más importantes los miles de conversos
latinoamericanos que, gracias a la labor misionera de esos centros, acuden cada
año en tropel a la Universidad Internacional Al Mustafá de Qom para recibir
adoctrinamiento.
Cuba ha sido la
última –y más inopinada– incorporación a la creciente red iraní de centros
misioneros. En los últimos tres años, Irán ha abierto un centro cultural chií y una mezquita en La Habana que
están reclutando y convirtiendo activamente a cubanos. Varios de esos conversos
ya han viajado a Irán; entre ellos, uno que se está formando para ser el primer
clérigo chií nacido en Cuba. Irán quiere mantener y ampliar esta
operación, especialmente ahora que Cuba tiene relaciones con Estados Unidos.
Hasta ahora, Irán
sólo se ha ganado a un puñado de gente. La comunidad chií de La Habana no
supera hasta la fecha los setenta miembros. Pero mucho más importante que esa
cifra es el mero hecho de que exista la comunidad: la Cuba comunista no es
exactamente un paraíso de la libertad religiosa, y allí el
proselitismo está prohibido. Sin embargo,
Irán dice que abrió el centro chií en la isla con el pleno conocimiento y
consentimiento de las autoridades cubanas. Puesto que no había ninguna
comunidad chií antes de que empezara su actividad proselitista, Irán no pudo
abrirse camino con la excusa de prestar servicios a los musulmanes. Irán llegó
para hacer proselitismo y el régimen de Castro lo consintió.
La importancia que Irán da a Cuba explica sus
visitas de alto nivel en los últimos meses: el ministro de Exteriores, Mohamed
Javad Zarif, viajó allí en agosto, y el presidente, Hasán Ruhaní, en
septiembre.
El responsable de
guiar a la pequeña comunidad chií de la isla es el chií de origen
argentino Edgardo Rubén Soheil Asad.
Según Joseph Humire, experto en las actividades de Irán en América Latina, se
supone que Asad es el “embajador informal” de Irán para toda la región.
En una
comparecencia ante el Congreso de EEUU en febrero de 2015, Humire describió a Asad como el principal “agente de influencia” de
Irán en América Latina y como “discípulo” de Mohsen Rabani, clérigo chií iraní implicado en el ataque terrorista contra la AMIA (Asociación
Mutual Israelita Argentina) de Buenos Aires, en julio de 1994, en el que
murieron 85 personas.
Rabani, que por
aquel entonces trabajaba de agregado cultural en la embajada argentina de Irán,
se había mudado inicialmente a Argentina en 1983 para servir de clérigo a la
comunidad chií local. Comenzó la misión proselitista para Irán en América
Latina cuando se encontraba en Buenos Aires, reclutando a personas que hoy
están profundamente involucradas en el despliegue misionero de Teherán en la región.
Hoy, Rabani ya no
puede viajar, por la orden de
captura cursada contra él por Interpol a causa de su participación
en el atentado de 1994. Pero sigue moviendo los hilos desde Qom, donde trabaja
como representante del líder supremo de Irán para América Latina y como
profesor en la Al Mustafá. Asad sigue sus órdenes: cuando no está en América
Latina para sus viajes misioneros, forma a estudiantes latinoamericanos en la
Al Mustafá, probablemente siguiendo directrices de Rabani.
Clérigos jóvenes
y mayores comparten la visión de que América Latina es un terreno fértil para la penetración del
mensaje revolucionario de Irán. Y el régimen les da plena cobertura política y
recursos económicos para el cumplimiento de esa misión.
Irán presume
abiertamente de su trabajo misionero en Cuba. En febrero de 2014, Hispan TV, el canal iraní en lengua
española para América Latina, produjo una pieza de vídeo sobre un grupo de latinoamericanos conversos que visitaban
Irán, bajo los auspicios de un instituto cultural dirigido por Rabani, a fin de
conmemorar el aniversario de la revolución iraní. Uno de ellos era cubano.
En mayo de este
año, la televisión estatal iraní emitió un documental sobre la vida y la obra
misionera de Asad. El documental, de 45 minutos, revelaba la existencia de un
centro chií en La Habana y mostraba a Asad en la ciudad y con sus estudiantes
cubanos en Qom. Hispan TV también está emitiendo una serie documental sobre
Asad y su actividad en América Latina. Dos capítulos están dedicados a Cuba.
En agosto, Asad
volvió a aparecer en la televisión estatal, en una entrevista de 40 minutos
donde habló largo y tendido de las dificultades de difundir el islam en Cuba.
Los conversos
cubanos entrevistados por Hispan TV se muestran cautelosos respecto a los
objetivos del centro. Están pisando un terreno peligroso, pues han de lidiar
con los espías cubanos y a la vez seguir las órdenes de Teherán. Asad abordó
este problema al admitir que las autoridades cubanas le habían negado
recientemente la entrada, cuando su último viaje coincidió con la breve visita del presidente Obama a
Cuba en marzo.
Asad y el
presentador del programa dijeron a continuación que es posible que le negaran
la entrada a instancias de Washington, con la connivencia de La Habana. Pero es
poco probable: los centros islámicos financiados por Irán proliferan en toda la
región, sin ningún obstáculo de las autoridades y sin apenas una palabra de
inquietud por parte del Departamento de Estado.
Es un error. Los conversos de Irán son tan
radicales en su visión del islam y su odio hacia Occidente como los
radicalizados por extremistas suníes como Al Qaeda o el Estado Islámico en Irak
y Siria (ISIS). Teherán los ve como la vanguardia de la revolución islámica en
el propio patio trasero de EEUU.
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