El Yola, con su motor Palmer de 15 caballos de fuerza navegaba con normalidad en un mar no agitado. Era un día soleado y de poco viento. Su derrota: el puerto de Casilda.
Su capitán Gustavito
Peterssen, sentado en la popa de la embarcación, con la barra del timón en
su mano derecha escrutaba el horizonte. Su ayudante y primo hermano Hermancito Peterssen, se hallaba parado
en la proa agarrado a los estayes**.
Regresaban de la bahía de “El Masío”, después de proveer de combustible a Gustavo y Rita, padres de Gustavito. Estos poseían una cómoda y acogedora vivienda
veraniega toda fabricada en madera, sobre una pequeña elevación de la costa a doscientos metros del litoral.
Un puente de 50 metros de largo construido de troncos de “palma Jata**” y tablones de Palmera daba
acceso a la tierra firme y servía para el atraque de las embarcaciones. Su
estratégica posición hacía las funciones de un diminuto observatorio, desde la
cual se podía escrutar la orilla opuesta donde, la tupida hilera del verde
oscuro mangle mostraba todo su vigor. Al atardecer, las aves marinas: Corúa, Marbella, Garzones Grises
(Guardacostas), Garza Blanca Real, Guanabú, Cocos Blancos y Negros (ibis), con
su suave batir de alas iban en pos de
sus dormitorios. El mar con su somnolencia, tan apacible, figuraba el descanso
de una damisela con dulces y venturosos sueños. Y el sol, ¡ah!, de ese sol,
hundiéndose allá, en el inalcanzable horizonte, semejaba una enorme bola de
sangre, como si su imperecedero fuego hubiese reclamada la inmolación de millones y millones de mujeres para
robarle –por envidia- el arrebol de sus mejillas, dejando al hombre triste,
descontento y solitario.
Gustavito
y Hermancito Peterssen, eran miembros fundadores del “Club Amateur de Caza y Pesca “Los Comandos”. Cuyo local se
encontraba en el kilómetro número 1 de la Calle
Real del Puerto de Casilda, Municipio de Trinidad, en la Provincia de Las
Villas.
El
Club había nacido al calor y entusiasmo de un grupo de jóvenes (algunos con más
edad que otros) por considerar que Cuba, siendo una isla, tenía dos deportes
básicos: caza y pesca. El club había sido oficializado el 17 de junio de 1953,
por el gobernador de la Provincia. Los encargado de llevar a vías de hecho la
realidad del Club, fueron: Emilio León
González y Modesto Novoa Juviel.
Entre sus miembros
se pueden mencionar: José Luis Gallardo,
Juan Martínez, Enrique Peterssen, Herman Peterssen, José Toledo, Miguel A.
León, René León, Homero de la Cruz, Julio A. León, Tomás Gil Novoa, Ramón León
Rentería, Miguel Angel Arguelles, Dr. Eduardo López Deustua, Telmo Naranjo,
Héctor Toledo, Manuel Toledo, Jorge Hernández, Raúl Novoa, Manuel González
Matamoros, José Martí Ortega, Victorino Dalmau, y la pescadora: Ana Santana.
– ¡Gustavito, Gustavito, todo
el timón a babor…El arpón, el arpón…¿dónde está el arpón?, -gritaba desaforado Hermancito
desde la proa.
– ¡A tú derecha, a tú derecha, en la proa…!
– de un salto Gustavito se había
puesto a horcajadas sobre la bancada de la popa, para poder observar con
amplitud el “peje” que había alborotado a Hermancito,
mientras, con el pie derecho , guiaba la barra del timón.
–¡Tinglado
a la vista…Tinglado* a la vista…a
babor…a babor…! -apremiaba Hermancito.
–Sssssssssssssssssss, -silbó en su velocidad el arpón.
–Lo atravesé: lo atravesé, Gustavito, Gustavito, eran dos….
Efectivamente,
en el mes de abril los quelonios marinos efectúan el apareamiento en la propia
agua para después, la hembra, desovar en una playa desierta. En el caso de
éstos, el Laúd, hembra y macho,
desviados por las corrientes hacia estos lares, llevaban a cabo su rito amoroso
para perpetuar la especie.
El
arpón había hecho un blanco perfecto, incrustándose en el lomo del macho,
pudiendo escapar la hembra. Al perder el aire por el boquete de su herida, el Tinglado, por muchos esfuerzos que hacía
para sumergirse le fue imposible. Había perdido la capacidad para escapar a las
profundidades. Mientras más batallaba por zafarse de aquél par de aletas de
acero que lo aprisionaban, más decaían sus fuerzas y mayor era su cansancio.
Había perdido su batalla.
Gustavito, y Hermancito no
pudieron embarcar al Tinglado. Era
como dos metros y medio de largo y pesaba mucho. Optaron por amarrarlo
firmemente a un costado de “El Yola”
y llevarlo amadrinado hasta el puerto. No había temor que los tiburones lo
atacaran: era muy duro.
Aún
estaba vivo, cuando, ayudados por otros pescadores, lo arrastraron hasta el
terraplén. Desde la punta de su boca curva y casi acerada hasta el extremo de
su cola le faltaron solamente dos pulgadas para medir con exactitud 3 metros.
Era un verdadero ejemplar de Laúd.
Cuando fue levantado por el cabrestante para poder conocer su peso la báscula
osciló hasta las 863 libras. ¡Era un monstruo! Aún se mantenía vivo. Sus
resoplidos de fuerte furia lo atestiguaban.
El
público se aglomeraba para poder admirar aquel animalote. Lo mantenían boca
arriba para que no pudiera arrastrarse por el playazo. Cuando levantaba su
grueso cuello y resoplaba las mujeres y niños se asustaban
A los dos días de haber sido capturado el Tinglado, llegó Telmo Naranjo, el Taxidermista* desde la ciudad de La Habana. La
tortuga lloraba. Gruesas lágrimas corrían por su rostro empedrado y arrugado
desde sus ojos casi ciegos por la falta de agua salobre. Sus resoplidos,
aquellos temerosos resoplidos, se habían convertido en gemidos de dolor.
Telmo le puso una inyección.
Un
lento letargo fue invadiendo al Tinglado. Soñaba con algas y mares. Con
bancos de peces. Con su madre. Hermanos. Compañeros de Juegos. En las novias.
Cuando salía a respirar, a la superficie se alegraba al ver el cielo azul y la fulgencia del sol. Su alma de tortuga,
satisfecha y agradecida le enviaba bendiciones al Ser Supremo que la había agradecido.
Después, se quedó dormida para siempre…
Comenzaron a desollarla. De vísceras, grasa y
carne inservible llenaron tres tanques de 55 galones cada uno. Telmo Naranjo, inició su impecable labor
de taxidermista experimentado. Bisturíes, alambres, plástico, algodón, ojos de
vidrios, formol y más formol!
Con facilidad dos hombres cargaron aquel
cuerpo para exhibirlo en el Museo
de Trinidad, Pesaba poco.
Emilio
de Mesa, en la Revista “Carteles” que
se publicaba en la ciudad de La Habana, en
su Sección de Caza y Pesca, escribió
un amplio reportaje sobre la captura del Tinglado,
con fotos de “El Yola”, Gustavito y
Hermancito Peterssen y de la gigantesca tortuga.
Desde la capital la Directiva del Club
Amateur de Caza y Pesca, envió un telegrama de felicitación a los también
miembros Gustavito y Hermancito.
–El Tinglado pasaba
de los 80 años, comentó con entusiasmo Telmo
Naranjo.
Rebaba: Es la
palabra correcta: Rebarba, es una incorrección en el decir. Punto que
corresponde a la juntura del molde.
Tinglado:
Sarcófago. Caja de muerto nombres por los que se conoce en Cuba por los
pescadores…Su verdadero nombre: Laúd. Tortuga del Pacífico, de concha coriácea,
no comestible.
Babor: Lado
izquierdo de la embarcación de popa a proa.
Jata: Palma Jata,
su tronco no se pudre al contacto del agua dulce o salada.
Estay-es: Cabo que
sujeta la punta de un mastelero. Palo menor colocado sobre los palos mayores.
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