Hay que reconocer que Fidel
Castro fue uno de los pioneros de la globalización, porque independiente a su
condición de decano de los dictadores, fue el único que no se conformó con
imponer a sangre y fuego su voluntad en Cuba, sino que intentó exportar el
fundamentalismo del poder que le animó.
El expansionismo
castrista era consecuencia de la visión mesiánica que Fidel tenía de sí mismo,
también, porque compartía la visión de León Trostky y de Vladimir
Lenin que para que una revolución socialista pudiera sobrevivir tenía que ser
global y permanente, de ahí, su manía de llamarle revolución a un proceso
anquilosado y negado a la lógica de los cambios por necesarios que estos
sean.
Ambos factores fueron
determinante para su patrocinio de la subversión a todos los niveles posibles,
con independencia de que se consideraba un salvador, un ser providencial
con capacidad para eliminar lo que a su consideración fueran injusticias sin
importar las consecuencias de las acciones que comisionaba.
Fidel Castro y su hermano
Raúl, patrocinaron por décadas, nunca repararon que los gobiernos que aspiraban
derrocar hubieran sido elegidos democráticamente, o fueran dictaduras, su
propósito era situar a sus aliados al frente de cada país de América Latina
para imponer el totalitarismo en cada punto del continente.
Un recuento
superficial del hegemonismo castrista deja apreciar que en 1959, entrenó,
avitualló, e hizo desembarcar contingentes armados integrados parcialmente por
miembros del ejército rebelde en Haití, República Dominicana, Panamá y
Nicaragua.
Toda América, incluido Estados
Unidos, padecieron en alguna medida los espasmos imperiales de Fidel Castro. La
injerencia no fue ni ha sido exclusivamente armada.
En la isla, paralelo a los
campos de entrenamientos en los que se alistaban guerrilleros y grupos
terroristas como los Tupamaros de Uruguay, los Montoneros de Argentina y el
chileno, Frente Patriótico Manuel Rodríguez, tres ejemplos de
muchos, se montó un aparato político e ideológico con el fin de preparar
individuos que laborarían por la subversión y desestabilización de sus
respectivos países hasta la toma del poder. Estos sujetos eran también la
primera frontera, el escudo que usaba el castrismo, para protegerse de
cualquier represalia procedente del exterior.
Esta intromisión en los asuntos
internos de otros países de un gobierno que se decía abanderado de la No
Intervención fue reconocida por el propio Castro en junio de 1998 en una
convención de economistas en La Habana. Por décadas negó haber auspiciado
el espionaje, las guerrillas y el terrorismo.
El castrismo fundó organismos
subversivos de carácter internacional. Estas entidades fueron tan perniciosas a
la libertad como las Internacionales del marxismo de las primeras décadas del
siglo XX. La Habana fue la dueña de las corporaciones subversivas llamadas
OLAS, OSPAAL y la Conferencia Tri-Continental, la joya de la subversión
mundial
La muerte del senador chileno
Jaime Guzmán, profesor, abogado constitucionalista y colaborador de la
dictadura de Augusto Pinochet, fue consecuencia de la asesoría y las armas que
entregó Cuba al FPMR
Venezuela, fue objeto de
múltiples agresiones de la dictadura cubana. Por la playa de Tucacas el
fusilado general cubano Arnaldo Ochoa, desembarcó con armas y hombres.
Por Machurucuto hizo otro
tanto el general Ulises Rosales del Toro. En La Habana en declaraciones al
periódico Granma Elías Manuit Camero, jefe de la Comandancia FLN-FALN,
admitió ser responsables del asesinato del doctor Julio Iribarren Borges,
hermano del canciller de Venezuela. En 1963, las FALN, estrechos aliados
del castrismo, cometieron el horrendo crimen del Tren del Encanto, un acto
terrorista que fue repudiado hasta por los partidarios de los insurgentes.
La proyección hegemónica
de Fidel Castro no se saciaba con desestabilizar América. Envió tropas a
Argelia para combatir a los marroquíes. Mandó hombres a Siria para que
enfrentaran a los israelíes, todo para extender su influencia y convertirse en un
factor determinante en la política internacional.
Sin embargo fue en África donde
puso en ejecución su plan maestro de subvertir y ocupar territorios como si
Cuba fuera una nueva Roma o mas apropiadamente un replica del Tercer Reich de
Adolfo Hitler, por lo que se puede afirmar que la ultima tropa de habla hispana
con actuaciones imperiales fueron las cubanas.
En África la proyección
de los Castro fue diferente. No era subvertir y que sátrapas gobernaran en su
nombre. Cuba ocupó militarmente Angola y Etiopia, también lo intentó en otros
países de ese continente. Miles de soldados de la isla abonaron con su sangre
tierras africanas para que Fidel Castro pudiera saciar sus apetitos imperiales.
La
devastación causada por Fidel trasciende su muerte, sino que lo cuenten las
madres, esposas e hijos que perdieron a sus seres queridos defendiendo el
castrismo o combatiéndolo.
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