Muere en Roma Javier Echevarria, ‘el tercer hombre’ del Opus Dei
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Es verdad que todavía un tercio de los opusdeistas son españoles (unos
33.000), porque España fue la cuna de la Obra y ha sido su principal vivero pese a
que muy pronto el fundador abrió casa en Roma -“Católico, Apostólico, Romano.
Me gusta que seas muy romano. Y que tengas deseos de hacer tu romería, vídere
Petrum,para ver a Pedro”, escribió Escrivá en su libro de ruta, ‘Camino’-, pero
la universalidad de la Obra -el 58% de sus miembros son europeos, pero un 34%
vive en América, el 4% en Asia, el 3% en África y el 1% en Oceanía-, sugiere
que el próximo prelado no va a seguir la línea jerárquica establecida. Tampoco
el papel desempeñado por Ocáriz en el Vaticano ayuda. Allí es asesor desde 1986
de la Congregación para la Doctrina de la Fe y en ese cargo fue uno de los
autores de la ‘Dominus Iesus’, la muy polémica declaración
sobre la unicidad de la Iglesia como única vía de salvación. Nacido en París en
1944, Ocáriz es español y es teólogo por la Universidad de Navarra.
También Roma lo es todo en la biografía de Echevarría, nacido en Madrid
en 1932. La mitad de su vida los dedicó allí a san Josemaría, del que fue el
segundo sucesor tras el fallecimiento de Álvaro del Portillo. Miembro del Opus
desde 1948, Echevarría fue secretario de Escrivá entre 1957 y 1975, y luego de
Álvaro del Portillo, que lo confirmó como su número dos en
1982. No sorprendió que Juan Pablo II, entusiasta seguidor –y protegido- de la
Obra (por el contrario, el pontífice polaco nunca miró con buenos ojos a los
jesuitas), designara a Echevarría prelado de Opus cuando murió Portillo y que
lo hiciera muy pronto obispo. Con 84 años, era el más viejo de todos los
prelados en activo. Escrivá de Balaguer murió sin ese rango eclesiástico.
Los méritos de Echevarría son muchos, pero ninguno tan sobresaliente
como el haber maquinado con Portillo que Juan Pablo II erigiera al Opus, hasta
entonces un instituto secular, nada menos que como Prelatura personal, única en
la Iglesia romana. Eso significa que la obra no está bajo la autoridad de los
obispos. El cardenal Fernando Sebastián acaba de relatar en el libro ‘Memorias
con esperanza’ (editorial Encuentro. 1916), “el disgusto” que tal
premio papal causó entre los obispos españoles. La Conferencia Episcopal en
asamblea acordó enviar a Roma a su presidente y al secretario para comunicar
personalmente su rechazo, “primero, por no haber sido consultados, y segundo,
por considerar que el Opus Dei no reunía las cualidades que el Derecho canónico
atribuye a las prelaturas personales”.
Fueron a Roma Gabino Díaz Merchán, presidente, y el propio Sebastián,
secretario. El Papa tardó cuatro días en recibirlos, hasta que se convenció de
que los emisarios españoles no dejarían Roma sin verlo. La visita fue cordial a
su manera. Al salir, don Gabino le dijo a Sebastián: “Con estas aventuras no
vamos a ganar muchos amigos en Roma”. Así fue. Díaz Merchán nunca fue creado
cardenal, y Sebastián lo ha sido a los 84 años, por decisión de Francisco.
Castigos del Opus, que manda mucho. Lo hizo Escrivá, que inició su obra maestra
en Burgos, cobijado por el franquismo; siguió Portillo y, con más discreción y
prudencia, lo ha hecho Echevarría. Se quejó en 1994 de que el Opus ha sido
objeto de campañas e insidias. “Las polémicas, promovidas en España por una
minoría, están superadas”, presumió entonces en declaraciones a EL PAÍS. Ni
siquiera tenían entonces obispos en España, observó de pasada. Era verdad,
entonces. En cambio, El Opus nunca ha dejado de tener ministros u otros altos
cargos en el Estado, que hacían lo necesario para que se notase. El último y
más señalado ha sido el hasta hace un mes ministro del Interior, Jorge
Fernández Díaz. Lo que cabe señalar como mérito de Echevarría es que su mandato
ha sido menos polémico que el de sus predecesores. Las noticias sobre el poder
del Opus han desaparecido, o casi, de la vida pública.
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