viernes, 17 de febrero de 2017

LA MASTURBACION PUBLICA EN CUBA: UN DEPORTE NACIONAL

 – IMAGEN DE LA CUBA DE HOY-       Tomada de Internet.
 
Elena tiene suerte pa’ eso. De regreso a la casa o camino al trabajo, sus ojos parecen “antojados” en tropezar con la misma escena. Sobre el banco de un parque, detrás del poste, escondido en cualquier arbusto o en alguna vieja construcción, encuentra al hombre que se masturba, le mira, y abandona la guarida para tentarla.
Ella sufre la “dicha” de una sociedad donde los acosadores asaltan los espacios públicos, decididos a resolver, abiertamente, cuanto no logran en el plano personal o en la intimidad con su pareja. Ha tocado a las puertas varias veces y presume que nunca la escuchan. Nadie le responde cuando alega sentirse violada, todos los días, en la calle.

Son las mujeres el principal blanco de esta agresión sexual si consideramos la intención habitual del acto o el fundamento cultural de trasfondo: el machismo. Al mostrar sus genitales y practicar en lugares públicos la masturbación, los hombres ejercen, de hecho, un poder contra las féminas. Pero, ¿solo se trata de un problema de género?
Tampoco tienen elección, amén del sexo, quienes chocan contra los adictos a exhibir el tamaño del pene y excitarse a plena luz del día. Cuando la persona asume ante la conducta del acosador una actitud de sorpresa, pánico o simple rechazo —al punto de desviar casi siempre el rumbo—, es porque siente invadido su derecho y, como tal, violentado.
Aunque las mujeres resultan las más afectadas, el problema concierne a toda la ciudadanía y debiéramos afrontarlo desde ese enfoque. Está en discusión un asunto de seguridad: ¿quién puede sentirse protegido, seguro, con la presencia de acosadores sexuales en los espacios que compartimos?
Si antes fue el cine el sitio predilecto, hoy no pierden el tiempo en distinciones. Elena los halla en cualquier parte y los ve arrimarse hacia ella, perseguirla, con el miembro entre manos, conscientes del susto que le provocan. Tiene miedo y ha venido a verme desesperada. No sabe qué calle tomar para llegar a casa en las noches.
Pocas personas denuncian el delito a la Policía, es cierto; pero ¿qué consiguen de hacerlo? ¿Sancionan con fuerza las leyes cubanas estos casos de vejación sexual?
El Decreto Ley 141, sobre las contravenciones al orden interior, establece multa de 40 pesos al que “ofenda el pudor o las buenas costumbres con exhibiciones impúdicas”. Ninguna otra especificidad existe al respecto, ni siquiera para definir el límite o alcance de lo impúdico. Y de la multa, bueno… es casi como pagar una patente para masturbarse en la calle.
Sin medidas rigurosas contra quienes faltan a la convivencia colectiva, al extremo de acosar sexualmente a las mujeres e irrespetar una elemental norma de civismo, los esfuerzos por eliminar el fenómeno correrán la misma “suerte” de Elena cuando, luego de tocar muchas puertas, ella percibe que a nadie le importa su temor.
La masturbación constituye, sí, una forma legítima de experimentar la sexualidad, pero visibilizarla en lugares comunes supone un perjuicio a la propia condición humana. Ni las instituciones ni la sociedad en su conjunto debieran actuar indiferentes ante este tipo de violencia.
Cuentan que en 1881 Cuba registró la primera denuncia sobre masturbadores en espacios públicos del país. Es penoso decirlo: ¿hasta cuándo tendrá que esperar Elena?

 

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