(RESEÑA)
de la novela de la autoría de Silvio Mancha
Por: Leonora
Acuña de Marmolejo
Su novela –como él lo expresa al
comienzo– está basada en personajes (algunos que aún viven) y hechos reales a
veces mezclados con su imaginación. Su novela está entramada por nueve
capítulos y empieza a desarrollarse con el temprano despertar a la adolescencia
de un niño de trece años frente a la exuberante y sensual femineidad de la
protagonista Aurora de un poco más de
veinte, quien despierta en él un amor meramente platónico y por supuesto nunca
correspondido… que el tiempo y el poder del realismo existencial de la madurez,
terminan por transformar.
Con respecto al título de esta novela yo
diría (como espectador que observa fuera del escenario) que: “atrás quedaba
todo lo físico” pues considero que el bagaje sentimental de los recuerdos y
reminiscencias (algunas veces teñidos
con un tanto de melancolía), que aunque
a veces la conciencia negándose a olvidarlas las congela para revivirlas porque
de alguna manera nos han enriquecido anímicamente, vendrían en su corazón y en su alma y lo
acompañarían a través de su andadura en el viaje de la vida.
En este libro, Silvio Mancha, con sus vibrantes descripciones nos lleva como en un delicioso tour visual (págs. 75, 77, 78,) por sitios muy típicos como La Habana del Este; Cojimar; Limonar; Guanajay; Pinar del Río; San Luis etc. y nos hace también partícipes de ciertos provincialismos y del patua, el lenguaje bárbaro propio de las gentes menos cultas de cualquier país.
— ¡No!...que me llamo Clara.
--- ¡Oh! Sí claro… se llama Clara
En este libro, Silvio Mancha, con sus vibrantes descripciones nos lleva como en un delicioso tour visual (págs. 75, 77, 78,) por sitios muy típicos como La Habana del Este; Cojimar; Limonar; Guanajay; Pinar del Río; San Luis etc. y nos hace también partícipes de ciertos provincialismos y del patua, el lenguaje bárbaro propio de las gentes menos cultas de cualquier país.
Yo diría que la impronta que distingue
sus relatos, son sus sorprendentes y vívidas descripciones salpicadas por bellísimas
metáforas, ironías , y paradojas como: “la casa estaba totalmente vacía, era
una casa llena de soledad” (Pág. 41) de su intrigante relato “La Mujer y el
Río” (leyenda que finalmente con el paso del tiempo pasó a ser desconocida por
la gente); O, […] sus atormentados soliloquios en el campo cuando, acompañado
por la soledad, clamaba a la tierra una respuesta justa a su esfuerzo”.
Este autor siempre deja conclusiones muy
prácticas y realistas, tales como: “Todo
lo que cuesta debe significar algo” (Pág. 46); o “Es difícil saber qué es mejor,
si lograr algo o tener la posibilidad de desearlo y la fe en alcanzarlo, de soñar
con ello. Las metas alcanzadas no sirven más que como nuevos puntos de partida
para apoyar nuevos sueños” (Págs. 96 & 97). Hace buenas reflexiones y planteamientos filosóficos; premisas
y silogismos: “Los logros no son nuestro verdadero premio, el premio es la
posibilidad de continuar aspirando al próximo, de hilar una suerte de deseos y
de resultados que a su vez nos abre el camino hacia una nueva meta […] Se déja
de ser triunfador cuando se llega al final de la búsqueda, cuando se acepta
haberlo encontrado todo. Por eso la vida tiene que
ser algo más
que su medición en días o años” (Pág. 97). Y se analiza a sí mismo en la relación del ser humano con respecto a la
inmensidad del universo.
Permean sus escritos ciertos análisis psicológicos
de nuestros estados anímicos y de los mecanismos de defensa frente a
situaciones estresantes de miedo, cobardía, ansiedad etc. Y como en todo
escrito con experiencias de nuestro cotidiano vivir, en su novela tan agradablemente humana y tan humanista, no
faltan los salpiques de hilaridad tales como en el diálogo de la página 76 del
capítulo “El Horno de los Sueños”:
— Me llamo
Clara -dijo la mujer retomando la conversación
— Sí, claro…— ¡No!...que me llamo Clara.
--- ¡Oh! Sí claro… se llama Clara
Todo y nada quedaba atrás, porque los
recuerdos siempre estarían allí imborrablemente
tatuados en su alma, cual una ironía del destino del que huye; algunos
inolvidablemente placenteros, más otros dolorosos; reminiscencias todas que por
asociación de ideas siempre se harían presentes en sus vivencias. Así le
sucedía “al Isleño” (como lo llamaban todos) “llegado a Cuba desde su natal Gomera, una de las islas
canarias.” Había escuchado fantásticas historias sobre este bello país caribeño
llamado con razón “La perla de las Antillas”. “Desde Colón, todo el que iba a
aquella tierra regresaba con las manos llenas de oro. ‘El también iba a
regresar con las manos repletas de oro, de monedas brillantes’” (Pág. 54). En
su descorazonamiento tras de no conseguir lo que pretendía, se pregunta (pág.
88): “¿Cómo llegó este Ser a esa condición tan lastimosa? ¿Cuáles eran sus
sueños al momento de abandonar su isla distante? ¿Cuando… de no sé qué manera
tomó rumbo a esta otra isla?”. Aquí cabría citar los versos del poema
“Golondrina emigrante” del libro “Horas iluminadas” de quien estas líneas
escribe: ¡Cual golondrina que en invierno emigra/ dejando atrás amores y
vivencias,/ trayendo una maleta de esperanzas,/ nostálgicos partimos a otro
rumbo”.
Con el protagonista de “El Mundo de
Pedrosa” (uno de mis capítulos preferidos) (Pág. 91), un hombre admirable con
un poder de superación único, quien a pesar de haber asistido a la escuela por sólo dos años llega a ser autodidacta, muestra
el adoctrinamiento empleado por el entonces régimen reinante, en pos de un
cambio de situación política con la revolución obrera campesina. “El país se
estremecía ante huracanados vientos políticos y gritos de revolución” (Pág.
101). “[…] los proletarios deben estar siempre listos a dar la vida por la
causa” (Pág. 106). Se observa aquí el
doloroso y terrible cambio que se opera en la vida de los habitantes, y se muestra
el uso de la mecanización del hombre
para la explotación obrera. En la página 93 de este capítulo se menciona
también “el tiempo de la supervisión
norteamericana bajo la Enmienda Platt y a veces llegaba hasta el colonialismo
español”.
Repito que sus acertadas descripciones
nos llevan como en una coreografía de unidad a visualizar los sitios y las situaciones cual
si hubiésemos sido los mismos protagonistas, como sucede en “Los Mirasoles”. Aquí se muestra hasta qué
punto -en ciertos casos- puede llegar la crueldad militar, y los métodos usados
por la milicia para “amansar” quebrando la voluntad de resistencia humana para
llevar (según la conveniencia) a los individuos hasta el conformismo. En
aquellos relatos se muestra el uso del macabro método de fusilamientos por
órdenes del Ministerio del interior:” La muerte de aquellos jóvenes campesinos
fue un mensaje diabólico del régimen y, además, una muestra de la ausencia de
solidaridad de una población aborregada, que poco hizo para revertir lo que
estaba ocurriendo”.
En “La Hormiga” (Pág. 131) el protagonista
nos demuestra cómo con su “labor de hormiga” de obstinación, tenacidad
inquebrantable, y decisión se puede llegar a obtener el triunfo de nuestros
propósitos.
En el último capítulo “En este tiempo”
(Pág. 143), nos hace ver cómo el factor
tiempo transforma todo, y cómo en un momento dado, el odio y la desconfianza
pueden –tristemente– convertirse en moneda de cambio en las
relaciones interpersonales.
En el genial y magistral epílogo en
donde se resumen sus sentimientos de emigrante desarraigado de su terruño natal
que deja atrás todo lo más sublime y significativo, aún y con un profundo
sentimiento de culpa punzante y doloroso, se cuestiona así: “Algo dentro de mí
me acusaba de abandonar un barco que se hundía sin socorrer a los que por
múltiples motivos quedaban entrampados en el naufragio” (Pág. 154).
Este admirable autor cierra su bello libro con la misma frase con la que lo tituló,
y con su alma entristecida y llorosa, nostálgicamente dice: […] “cuando vi a
través de la pequeña ventanilla del avión cómo el paisaje […] iba empequeñeciéndose
según el avión se alejaba, arrastrando consigo nuevos paisajes, mientras que
iba tomando altura, y me ratificaba que atrás…quedaba
todo”.
Laa Dra. Marmolejo hace una excelente descripción de la novela ...atrás...quedaba todo". del distinguido periodista Silvio Mancha, ex-preso político cubano. La novela es un pedazo de vida de Silvio de su querida Cuba. Sus años juveniles, la vida tronchada, y en la novela vemos sus sentimientos de un emigrante que tiene que salir de su Cuba, por la persecución. Dejar sus seres queridos, por solo derecho de ser libre.
ResponderEliminarTuve el inmenso placer de leer la novela "Atrás...quedaba todo" de D. Silvio Mancha y puedo corroborar todo lo dicho, con inigualable maestría, por Dª Leonora Acuña de Marmolejo.
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