"Una vez logrado estos objetivos, ya el cerco totalitarios está en su última fase..."
Por Héctor Carbonell Arena
La instalación de la nueva
Constituyente por Nicolás Maduro y la traidora aceptación de los principales
partidos políticos de la “oposición” para participar en la próxima farsa
electoral han pulverizado los últimos vestigios de institucionalidad que
precariamente subsistían en Venezuela. El eclipse es ya total.
En mi libro “Corruptocracia y Neocomunismo” señale el procedimiento que utilizan
estos delincuentes para acceder al poder y aferrarse a él a cualquier costo:
Elección de un REDENTOR con el apoyo
logístico del tirano de Cuba y sus vedettes internacionales, convocar a una
Asamblea Constituyente con la aprobación de poderes excepcionales para el
redentor y su reelección inmediata, selección de los enemigos más peligrosos
para su eliminación o neutralización, asalto a los demás poderes del Estado por
medio de la corrupción o el terror, publicidad intensiva sobre la amenaza
imperialista o supuestos magnicidios para justificar medidas represivas
extraordinarias.
Una vez logrado estos objetivos, ya el cerco totalitario está en su última
fase y se necesitará un pueblo muy decidido, asesorado por un liderazgo
extremadamente capaz, para poder sacudirse el yugo neocomunista.
Venezuela ha demostrado tener una juventud ejemplar que se ha enfrentado a
los verdugos del régimen buscando su libertad y el restablecimiento de la
democracia. Lamentablemente su sacrificio ha sido traicionado por aquellos que
los estimularon, para luego de su inmolación ir a mendigar un certificado de
buena conducta de sus asesinos.
Lo que no señalé, fue la existencia de una oposición complaciente, que no
comenzó ayer. En 1999 el Congreso Nacional, de mayoría opositora autorizo a
Hugo Chávez para que legislara, no se trató de una delegación de la potestad
legislativa, que es lo que el texto constitucional permitía. Con esta
autorización Chávez emitió 53 Decretos Ley con el beneplácito de nuestros
congresistas y excepcionales voces de
protesta.
Una vez instalada la Constituyente, tan temprano como el 19 de Agosto de
1999 se adueño del Poder Judicial mediante un “Decreto de Reorganización” que
destituyó y cambió a los casi dos mil jueces e Inspectores de Tribunales del país.
Eliminó la Corte Suprema de Justicia y la sustituyó por un Tribunal Supremo a
la medida para el que designo los nuevos magistrados. Otra vez el rumor de
protesta fue casi imperceptible.
En los países que existe una ley habilitante se especifica claramente que
esta solo debe usarse en casos de Guerra o desastres naturales y solamente para
asuntos económicos o financieros. Veamos lo que nuestros constituyentitas le
aprobaron a Chávez. El artículo 203 dice: Son leyes habilitantes las
sancionadas por La Asamblea Nacional por las tres quintas partes de sus
integrantes, a fin de establecer las directrices, propósitos y marco de las
materias que se delegan al Presidente o Presidenta de la República, con rango y
valor de ley. Las leyes habilitantes deben fijar el plazo de su ejercicio.
O sea que esta ley habilitante puede ser aprobada para lo que le de la real
gana al Dictador, sin ningún tipo de limitación, ni necesaria legitimación
posterior por parte de la Asamblea Nacional.
Este tipo de legislación, heredada de Adolfo Hitler, le ha permitido a
los jefes de esta Mafia emitir 313 Decretos-Ley con los que han ido
desmantelando todas las instituciones que integraban la Constitución de 1961 y
que garantizaba los derechos del ciudadano.
Todo empezó cuando le permitieron al golpista dirigirse a la población a
través de los medios de comunicación después de alzarse contra un gobierno
elegido democráticamente, con un saldo de más de un centenar de muertos.
Posteriormente Rafael Caldera, no solo lo puso en libertad, sino que le
sobreseyó la causa para que pudiera aspirar a la presidencia de la República,
elección que ganó con la ayuda de los comandos electorales que Castro había
infiltrado en los barrios pobres de las principales ciudades y el descontento
que había dejado el pésimo gobierno de Caldera.
Después, lo dejaron tomar posesión, a pesar de que en el acto denigró la
Constitución que le había permitido ser electo, y que no tardarían en destruir
con la complicidad de los futuros “opositores” y algunos avariciosos empresarios.
De aquí en adelante manejó el país como su finca privada hasta su muerte, que
recibimos esperanzados, y resultó en una calamidad mayor. Chávez burlaba la
ley, Maduro la viola descaradamente.
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