Los diagnósticos de lo ocurrido a sus diplomáticos –según la declaración
oficial de la Asociación del Servicio Exterior de Estados Unidos (AFSA) –,
“incluye lesiones cerebrales traumáticas leves y pérdida permanente de la
audición, con síntomas adicionales como pérdida del equilibrio, jaquecas
severas, brechas cognitivas e inflamación del cerebro”.
AFSA, al parecer incómoda por el silencio oficial guardado respecto a la
salud de sus miembros, expresó preocupación por los ataques de
“hostigamiento sónico” reportados contra personal diplomático
estadounidense y sus familiares en la Embajada de EE.UU. en La Habana.
Pero no solo fue afectado el personal estadounidense. Cinco diplomáticos de
Canadá también fueron víctimas del “hostigamiento sónico” al que se refiere
AFSA.
Los ataques comenzaron inmediatamente después de las elecciones de
noviembre de 2016 y el más reciente tuvo lugar este mes de agosto. La única
reacción de la Administración Trump ha sido la expulsión –sin mucho ruido–
de dos personas acreditadas como diplomáticos cubanos en Washington.
El Departamento de Estado, de Rex Tillerson y Thomas A. Shannon Jr, evitó
la discusión pública sobre el tema hasta que la prensa lo sacó a la luz.
Desde entonces ha exonerado al gobierno cubano de la responsabilidad por lo
sucedido dando credibilidad a la fantasía de que los ataques pudieran ser
originados por alguien ajeno al gobierno anfitrión de esa sede diplomática.
“Las autoridades cubanas son las responsables de descubrir quién realiza
estos ataques de salud” dijo el Secretario de Estado Tillerson.
Patético. En otras palabras: se encarga al ladrón averiguar quien realizó
el robo.
Un conjunto de factores inapelables hace trizas la tesis de un tercer
actor. Estos funcionarios están sometidos a una vigilancia integral las 24
horas de cada uno de los 7 días de la semana. Eso supone –entre otras
cosas– micrófonos ocultos, teléfonos pinchados, de uno a tres carros de
seguimiento asignados a cada uno de ellos y puntos fijos de observación de
sus viviendas ubicados en edificios cercanos. Sus casas son propiedad del
estado cubano. El personal cubano que labora en la embajada y las casas de
los diplomáticos los suministra una agencia del gobierno cubano.
En esas circunstancias es imposible que alguien realizara esa
“hostigamiento sónico” contra numerosas viviendas sin ser detectado por las
brigadas de chequeo del G-2. También es imposible que los operadores de los
equipos de ultrasonido no se hayan percatado a lo largo de casi 9 meses de
que estaban causando daño físico a esos funcionarios, sus esposas e hijos.
Tillerson y Shannon lo saben. Entonces, ¿por qué dar cauce a la fantasiosa
versión suministrada por el gobierno cubano de que algún actor ajeno a
ellos fue el responsable de esta canallada? ¿Por qué aceptar estas
agresiones como algo “normal” en lo que puede seguirse incurriendo sin
graves consecuencias?
Espiar lo que hacen y dicen diplomáticos de una potencia extranjera hostil
es una práctica universal de larga data. Hacerlo empleando técnicas que
pongan en riesgo su integridad física no lo es. Mirar a otro lado o dar un
ligero responso a los culpables de que estas cosas sucedan traerá malas consecuencias.
Hoy son “hostigamientos sónicos”, mañana serán
accidentes automovilísticos, asaltos por “delincuentes comunes” y otras
truculentas medidas que son la especialidad de estos cuerpos policiacos
entrenados por la KGB y la Stassi.
Si el Secretario de Estado Rex Tillerson ignora la realidad cubana y es el
Sub Secretario Thomas Shannon quien en realidad dirige la política
latinoamericana del Departamento de Estado, entonces la Casa Blanca, la CIA
y el Congreso de Estados Unidos deberían tomar carta en este asunto.
Si lo sucedido viene a constituirse en la “nueva normalidad” otras familias
americanas van a lamentarlo en el futuro. Este es un
miope y peligroso acomodo con los cuerpos de contraespionaje cubanos
propiciado una vez más por los ideólogos del apaciguamiento que aun
cohabitan el edificio de la Secretaria de Estado en Foggy Bottom.
Fundación para
los Derechos Humanos en Cuba (FHRC)
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