"De suerte que la victoria cubana fue pirrica, casi equivalente a una derrota..."
¿Qué pasa en Cuba? En Cuba pasa lo que tenía
que pasar. Un país puntero a pesar de los tropiezos de la joven República,
favorecido por la naturaleza pero transformado hoy en tierra improductiva,
estéril, degradada por la salinidad y la erosión resultado de una política no
errónea, sino malévola. Un país con todos los recursos humanos, agropecuarios y
geográficos para triunfar, emporio del Caribe, pendiente sin duda de cambios
infraestructurales pero en franco desarrollo sin necesidad de disparatados
arrebatos por hacer de Cuba lo que Cuba no era. Ahí se perdió todo. De súbito,
como en una obra del absurdo, la prometedora nación se convierte en un estado
cliente de la Unión Soviética, demencia inusitada que compromete el futuro de
su pueblo al vender la dignidad colectiva de la sociedad y la cultura cubanas
por un inagotable surtidor de rublos. Entonces, se enturbia el juicio nacional,
se quiebra la inescrutable razón del corazón dando paso a la conversión de una
masa recién llegada en 1898, corta de raíces americanas en 1959, arrancadas de
cuajo por los residuos peninsulares europeizantes (anarquistas y comunistas) que
obstinadamente debilitaron el tejido de la nación.
¡Esta es tu casa, Fidel!
Según Hugh Thomas, la guerra de 1895 dejó a Cuba despoblada: "Las perdidas
eran comparables a las sufridas por Rusia en la Segunda Guerra Mundial y
probablemente el doble de la Guerra Civil Española". De suerte que la
victoria cubana fue pírrica, casi equivalente a una derrota, por la entrada en
Cuba de una emigración española masiva en busca de fortuna, que hasta el día
anterior había aplaudido la muerte de Antonio Maceo. Descendientes de esa
emigración, la mayoría de los dirigentes de la revolución encabezada por Fidel
Castro había vivido en Cuba escasamente tres décadas cuando lanzaron su fatal
estocada no contra Batista, señuelo propicio, sino contra el imperialismo
norteamericano. Era la venganza por la derrota española de 1898. Después de la
muerte de José Martí y Antonio Maceo, hasta el General Calixto García dudaba de
la victoria de los insurrectos (ver la carta de García a Máximo Gómez de fecha
28 de abril de 1897); razón por la que los mambises recibieron con beneplácito
la intervención de Estados Unidos ante el peligro de que la guerra de
independencia desembocara en algún tipo de negociación con España. Hasta hoy,
sin embargo, pese al maquillaje pro americano del ave que finge estar muerta,
persiste el odio incubado al vecino del Norte. Con deliberada intención se
ensombrece el capítulo crucial que condujo a la libertad de Cuba, mientras que
los cachorros de Fernando VII depositan coronas de flores en la bahía de
Santiago de Cuba en memoria del Almirante Pascual Cervera, el mismo que
intentaba impedir con su flota la independencia de la isla. El ADN no falla,
las instrucciones son casi infalibles, se puede nacer con dedos adicionales en
las manos o en los pies pero nunca en la nuca. Lo que pasó en Cuba tenía que
pasar.
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