"Durante la guerra civil vivió en Francia, pero tras ella pudo regresar a sus origenes..."
Lola Benítez Molina Málaga (España)
Un 8
de junio naciste, año1873, en Monóvar, Alicante. Allí se halla tu Casa-Museo
para deleite de tus seguidores. Entrar en ella es sentir que uno puede viajar
al pasado y que tu presencia intacta permanece. Traías el fulgor de la
primavera asido a ti. Tu voz se hizo eterna, sellada en un papel, y tu recuerdo
aún se venera por todos aquellos que aman las Letras. Tal vez lo hiciste como
evasión o, quizá, fue tu manera más acertada de plasmar lo cotidiano y las
injusticias, dotándolo de un gran impresionismo descriptivo.
Novelista,
ensayista, dramaturgo y crítico literario, tradujo al francés obras teatrales
de otros autores, máximo representante de la Generación del 98.
Si
mencionamos a José Augusto Trinidad Martínez Ruiz puede que a muchos no le diga
nada, pero Azorín, seudónimo empleado por él, sobrevuela en la cima de los
sempiternos escritores.
Como
todo aquel que evoluciona, motivado por las circunstancias, pasó de transmitir
ideas anarquistas, prueba de ello su libro “Notas sociales” (1896), a un
carácter conservador. Junto a Ramiro de Maeztu y Pío Baroja compartió una gran
admiración por la obra de Nietzsche.
Gran
amante de la tierra de Castilla, entre sus obras destacan: “Don Juan, Doña
Inés”, “La ruta de D. Quijote”…
Durante
la Guerra Civil vivió en Francia, pero tras ella pudo regresar a sus orígenes.
Gran
innovador. Su trilogía compuesta por “La voluntad” (1902), “Antonio Azorín”
(1903) y “Las confesiones de un pequeño filósofo” (1904), en las que realiza
una gran reflexión personal y evoluciona hacia su estilo característico, con
una gran claridad y precisión en la exposición, destaca hasta el más mínimo
detalle con frases breves, concisas, y riqueza de léxico, lo que le confirió a su
obra una auténtica revolución estética. Es el llamado impresionismo
descriptivo, que ya mencioné.
Se
le otorgó la Gran Cruz de Isabel la Católica (1946) y la Gran Cruz de Alfonso X
el Sabio (1956), entre otros muchos premios.
Poseedor
de una obra prolífica como pocos, es de esas personas que consiguen que su
espíritu subsista incólume, pues el hombre como tal se va, pero su esencia
perdura intacta para deleite de aquellos que saben apreciar el compromiso
social y el buen hacer para la posteridad. Azorín, como tantos otros,
permanece, aunque no sea tangible.
Para
terminar, recordar las sabias palabras de Goethe: “Qué insensato es el hombre
que deja transcurrir el tiempo estérilmente”.
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