" Te contare algunas cosas de aquellos tiempos..."
(De la vida Real)
Venía por la calle
un señor de edad; alto, delgado, vestido humildemente, con un sombrero que el
tiempo, el sol y el agua lo habían vuelto de un color gris. Lo acompañaba un
niño de unos ocho años, que vestía un diminuto pantalón.
Se detuvieron
frente a un viejo edificio abandonado, de grandes puertas que daban a un patio
interior, donde reinaba un gran silencio. Formaba éste un pequeño oasis
tranquilidad y abandono, donde los años se complacen de destruirlo todo.
Quedaban restos de magnificencias de años pasados en algunas partes del patio.
Al final de éste, un viejo tranvía sostenido por burros, se erguía. Había sido
en tiempos pasados donde se reparaban los tranvías en la calle de Carlos
Tercero. Ya sólo era un lugar donde se veían amasijos de hierros por todas
partes.
- Hijo, ese
tranvía que ves allá lejos, es un recuerdo de tiempos pasados. Eran lentos,
pero seguros. A principio de este siglo, allá por el año de 1910, se
desplazaban por las calles de la Habana, primero arrastrados por caballos o
mulos o mulas. Los conductores, cuando los animales no iban más rápido, la
emprendían a palo y latigazos con el infeliz animal.
- Abuelo, ¿ya no
se ven más?
- Hijo los años
pasan y se inventan o construyen cosas nuevas. Fíjate en mí. Ya estoy viejo y
no puedo trabajar y sólo vivo de recuerdos. Tu ahora eres pequeño, pero dentro
de unos años, trabajarás y serás todo un hombre…Te contaré algunas cosas de
aquellos tiempos. Los tranvías iban por las calles repiqueteando, el timbre y
recogiendo pasajeros y dejando otros. Algunas veces se formaba dentro de ellos
peleas por nada. Se prohibía fumar, muchos trataron de burlar las ordenanzas,
entonces venía el cobrador y les llamaba la atención; otras veces el que estaba
al lado le decía, que se bajara del tranvía.
-Los tranvías
pasaban por los barrios de la ciudad que tenían las calles que estaban
habilitadas para su recorrido. Recuerdo que por los muelles de Santa Clara,
recogían a los marineros y estibadores que iban para sus casas, después de
terminar el trabajo. Los policías del tránsito se metían debajo de un paragua
grande de color verde que los protegía del sol, desde ahí dirigían el tráfico.
La mayoría de las veces se formaba un embrollo enorme, entre los autos,
tranvías y carros de mulas que repartían carbón.
- En uno de esos
tranvías fue donde conocí a tu abuela. Han pasado más de cuarenta años, y me
parece que fue ayer. Ella iba con su tía, que era peor que un sargento de la
guardia rural. Le pisé el pie a tu abuela, le pedí perdón, y ahí mismo quedamos
enamorados. La tía me dijo animal y no sé cuántas cosas más. Que si era ciego,
lo que más me molesto, fue que no la pisé a ella.
- Te diré que dentro del tranvía trataban los vendedores de baratijas
vender sus mercancías. El cobrador se lo prohibía. Algunas veces un borracho
subía y empezaba a molestar a los pasajeros, entonces el conductor paraba y
llamaba a algún policía en la calle. ¡Vamos, borrachín descara’o, camina pa’lante! Le daba un empujón, y lo cogía por el
cuello de la camisa y se lo llevaba. En esa plataforma que ves en el tranvía
iban las personas que no cabían en él. Sólo se permitían dos personas.
- Una vez el
gallego José María, ese que tú ves sentado en la casa grande de la esquina de
donde nosotros vivimos, iba en un tranvía, creo que un L.4 delante de él entró
una mulata muy bonita, con un cuerpo muy bien formado. El gallego pellizco a la
mujer. Ella le dio un carterazo por
un ojo, que hizo a José María no esperar
que el tranvía parase, se tiró y se puso a correr.
- Abuelo. ¿Tú
crees que los tranvías vuelvan otra vez algún día? Sería bonito viajar en uno
de ellos.
- Hijo, creo que
eso no lo podrás ver, porque tú ves ese que está ahí en el patio, mañana van a
demoler todo esto, junto con el tranvía. Van a construir un edificio de
apartamentos. Eso es adelanto y progreso. Lo viejo pasó de moda, sólo lo
moderno avanza, pero también pasará de moda y volverán quizás las costumbres de
antes.
Ya estaba el sol
muy alto. Desde el primer piso de una casa vecina se oía el llanto de un niño.
El anciano y el muchacho se alejaban caminando poco a poco. El señor volvió la
cabeza para mirar aquella grandeza del ayer, por última vez. Cayó en una
profunda melancolía. En su pensamiento a lo lejos oía el repiquetear del timbre
de los tranvías.
- Abuelo, ¿en qué
piensas?
- Hijo, en un
Tranvía Llamado Recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario