sábado, 3 de febrero de 2018

MANUAL DE LA TRANSICION CUBANA PERFECTA

"En otras palabras, no es suficiente para la oposición luchar contra la opresión..."

Por José Azel Ph.D

Gutenberg Martínez Ocamica, ex presidente de la Cámara de Diputados de Chile y, hasta 2006, presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, afirma en su "Manual de la perfecta transición latinoamericana" que nada asusta más a un dictador que una oposición que piensa en el futuro. Se hace eco de la "exhortación de Václac Havel a: pensar el futuro" y presenta diez condiciones para una transición exitosa a la luz de la experiencia chilena. Tristemente, la mayoría de los requisitos en la "formulación de la" transición latinoamericana perfecta "de Martínez Ocamica están ausentes hoy en Cuba. Postula, por ejemplo, que para preparar y llevar a cabo una transición exitosa, se requiere una oposición unida; una oposición que puede proyectar la imagen de ser una alternativa poderosa al gobierno existente.
Para Martínez Ocamica, la oposición debe, de hecho, constituir y ser percibida como una alternativa de gobierno viable y probable. Él cree que la oposición será una opción cuando los coroneles cubanos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) perciban que su oportunidad de convertirse en generales dependerá de la oposición que gobierna en un medio democrático. Esto presupone acuerdos basados ​​en gestos de flexibilidad; un consenso centrado en la libertad y en la mejora del bienestar de la ciudadanía. Sin embargo, estos gestos de flexibilidad política, acomodamiento y preocupación por el bienestar del pueblo cubano no se reciben del gobierno de Castro.
En otras palabras, no es suficiente para la oposición luchar contra la opresión, también es necesario que se la vea como una alternativa viable que ofrece un gobierno honesto, capaz y juicioso. Él argumenta que una oposición que sabe y articula cómo quiere gobernar facilita una transición al eliminar la incertidumbre y reducir el nivel de ansiedad y miedo a lo desconocido en la población.

Del mismo modo, una oposición percibida como una alternativa de gobierno responsable debe ofrecer un programa con respecto a los abusos contra los derechos humanos del régimen de Castro. Toda transición pacífica enfrenta este espinoso dilema. Las agendas revanchistas no promueven un proceso de transición, pero la justicia es una condición necesaria para construir un estado basado en la ley y la verdad debe prevalecer. Este es un tema donde la oposición debe ejercitar la sabiduría, la prudencia, el coraje y la tolerancia heroica para armonizar los valores éticos con lo que es posible y necesario para una reconciliación nacional.
 En mi libro, Mañana en Cuba, sostengo que "lo que es pasado es prólogo", y el castrismo no terminará con la desaparición de los hermanos Castro que legarán a los cubanos un sistema político-económico decadente y una herencia de una sociedad civil no preparada para las demandas de una democracia liberal y una economía de mercado competitiva.
 El legado más pernicioso de la historia de Cuba, exacerbado por el castrismo, es que la sociedad civil cubana no ha aprendido a apreciar las vicisitudes de la gobernabilidad democrática y se aferra a la creencia histórica de que la violencia es un medio legítimo para alcanzar objetivos políticos. En la mentalidad política cubana, el liderazgo mesiánico triunfa sobre las instituciones democráticas en todo momento. Estas condiciones presentan un desafío muy difícil para la planificación de la transición. Sin embargo, este es precisamente el primer punto en la tesis de Martínez Ocamica; las transiciones deben configurarse previamente a lo largo de un camino pacífico y democrático. No es posible o útil concebir el camino del totalitarismo a la democracia como compuesto por etapas discretas y no relacionadas.
La oposición cubana (tanto dentro como fuera de la isla) es una oposición que no se acerca a cumplir los requisitos de unidad de Martínez Ocamica, y la fuerza proyectada, y de estar en condiciones de ofrecer una alternativa cohesiva político-económica viable al castrismo. . Entonces, ¿cómo prepara la oposición cubana una transición exitosa?
Un paso requerido es reconocer plenamente que una transición debe responder a los intereses y aspiraciones de la ciudadanía, y que en un sistema que niega las libertades básicas, la sociedad está debilitada y corrompida por un miasma de miedo. En el epicentro de estas aspiraciones están las libertades básicas que todos los humanos desean, en particular: libertad del miedo.
Durante cinco décadas, el miedo ha sido una parte integral de la existencia cubana cotidiana. La apatía política y la escasez de valores cívicos exhibidos por la sociedad cubana actual pueden ser vistas como una forma de miedo siniestra. Es un miedo que, disfrazado de sentido común, condena como tonto, imprudente o inútil, los pequeños actos cotidianos de coraje de los disidentes cubanos. Es un miedo que debe conquistarse si un proyecto nacional de transición es tener posibilidades de éxito.
Las iniciativas que dejan el miedo en su lugar y buscan principalmente alterar las políticas oficiales y los mecanismos para mejorar las condiciones económicas y materiales tiene pocas posibilidades de éxito sostenido. La democracia es, en esencia, un sistema político que propone empoderar a las personas. Por lo tanto, la libertad del miedo es el primer paso para una transición cubana genuina y exitosa; y porque es una condición necesaria para revertir la apatía política, es a la vez un medio y un fin.
La oposición cubana hoy, además, no goza del reconocimiento y el prestigio nacional de que disfrutó la oposición chilena, ni posee su infraestructura organizativa. La "economía fallida y en bancarrota planificada centralmente" de Cuba no es la dinámica economía de libre mercado chilena en funcionamiento cuando se estableció el "itinerario de transición" de ese país. Todo esto conduce a una transición cubana que puede tener que originarse con la clase gobernante o una explosión social masiva improbable. Una auténtica transición cubana tendrá que esperar hasta que los hermanos Castro ya no estén en el podio; será uno en el cual la oposición tendrá que improvisar creativamente para ganar una medida de estatura para desempeñar un papel.
La transición cubana perfecta es aquella que procede legal y pacíficamente, de la ley a la ley. Permaneciendo dentro del dominio de lo posible, es uno en el que la clase gobernante decide cambiar las reglas del juego y abre el proceso político convocando elecciones libres, justas y competitivas para un nuevo parlamento que redactará una nueva constitución junto con las líneas de la transición española. Así es como la oposición cubana debe pensar el futuro de Cuba.
Pero una transición negociada, de arriba hacia abajo, dirigida por funcionarios del gobierno plantea la pregunta: ¿cómo una oposición cubana inarticulada persuade a la clase gobernante post Castro de emprender reformas que bien pueden resultar en su pérdida de poder político?
Los principios modernos de la economía del comportamiento y la arquitectura de elección pueden utilizarse para "empujar" a la ciudadanía a adoptar los valores cívicos requeridos para una gobernabilidad democrática efectiva. Los mismos principios científicos pueden ser creativamente empleados por la oposición para inducir a un gobierno reacio de Castro a abandonar su statu quo y emprender reformas políticas rápidas para desmantelar las instituciones comunistas. Una nueva generación de líderes cubanos finalmente asumirá el poder. Sin duda, pueden tener mentalidad de continuidad, pero a diferencia de los Castros, serán “nudgable”.
Aquellos oficiales militares que esperan gobernar en el primer interregno post-Castro heredarán no solo una economía en bancarrota, sino también paralización, instituciones disfuncionales, una ideología desacreditada, una sociedad desencantada, innumerables problemas sociales, y más. Es posible que puedan ejercer el control militar, pero económica y socialmente, Cuba estará cerca de cumplir con la definición técnica de un estado fallido. Un estado fallido es, por definición, uno que ya no puede reproducir las condiciones para su propia existencia.
Estos funcionarios se convertirán en herederos de una situación peligrosa e inestable que es poco probable que puedan controlar. Con una legitimidad cuestionable y un aparato represivo que puede estar en desorden (y carisma no al nivel de Fidel Castro), tendrán que enfrentar una oposición interna y externa significativa. Su abanico de opciones para enfriar este ambiente caliente y cerrado será muy limitado.
Al igual que Odiseo, estos oficiales se encontrarán con las amenazas ineludibles de sus propios monstruos marinos, Escila y Caribdis, mientras buscan navegar entre lados opuestos del estrecho ideológico; y al igual que Odiseo, tendrán que elegir a qué monstruo enfrentar. Pueden seguir el rumbo totalitario y enfrentarse al monstruo de Charybdis de la pérdida catastrófica con el despliegue potencial de eventos incontrolables que culminan en un resultado parecido al de Ceausescu. O bien, pueden elegir convertirse en líderes de una apertura política democrática y enfrentar, por otro lado, las pérdidas políticas más manejables de Scylla. Están íntimamente familiarizados con los brutales métodos de purga de los regímenes totalitarios y se darán cuenta de que, para ellos, la felicidad personal y la prosperidad duraderas pueden lograrse mejor en un entorno democrático, incluso si eso significa renunciar a algún poder político.
Prepararse para una transición exitosa, es decir, configurar de antemano un camino pacífico hacia la gobernabilidad democrática, significa discernir que la oportunidad surgirá solo cuando los Castro se hayan ido y desarrollar una estrategia de arquitectura de elección para empujar a aquellos que gobernarán en la dirección del gobierno democrático.
En términos prácticos, esto significa que la oposición necesita impugnar cualquier iniciativa que pueda prolongar la vida político-económica del régimen de Castro. También debe posicionarse para orquestar y facilitar un paquete extraordinario de asistencia internacional que se pondrá a disposición, previa solicitud, a un gobierno cubano preparado para emprender una transición genuina a la gobernabilidad democrática y oportunidades económicas de libre mercado para todos los cubanos. Tal paquete no significa nada para los Castros, pero será extremadamente popular entre el pueblo cubano que busca liberarse de seis décadas de represión y privaciones totalitarias. De esta manera, la oposición puede presentarse legítimamente ante el pueblo cubano como una alternativa viable y poderosa al gobierno de Castro. Es una forma de cumplir, por poder, las condiciones descritas por Martínez Ocamica.
 Es importante destacar que esta no es una formulación típica de "zanahoria y barrita" diseñada para inducir un cambio en el comportamiento de los líderes. No se buscan cambios y no se ofrecen zanahorias o incentivos a los Castros ni a ningún régimen sucesor interesado en mantener el status quo. Las iniciativas de EE. UU. Para ayudar a cualquier régimen con mentalidad de continuidad pueden muy bien socavar la oportunidad de empujar a un régimen sucesor honestamente interesado en el cambio democrático. Esta formulación reconoce explícitamente que la oportunidad surgirá solo cuando la lógica perversa de la intransigencia de Castros se haya ido. Tampoco hay palo, solo una orden DNR consciente y muy pública: No resucitar.


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