"En otras palabras, no es suficiente para la oposición luchar contra la opresión..."
Gutenberg Martínez
Ocamica, ex presidente de la Cámara de Diputados de Chile y, hasta 2006,
presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, afirma en su
"Manual de la perfecta transición latinoamericana" que nada asusta
más a un dictador que una oposición que piensa en el futuro. Se hace eco de la
"exhortación de Václac Havel a: pensar el futuro" y presenta diez
condiciones para una transición exitosa a la luz de la experiencia chilena.
Tristemente, la mayoría de los requisitos en la "formulación de la"
transición latinoamericana perfecta "de Martínez Ocamica están ausentes
hoy en Cuba. Postula, por ejemplo, que para preparar y llevar a cabo una
transición exitosa, se requiere una oposición unida; una oposición que puede
proyectar la imagen de ser una alternativa poderosa al gobierno existente.
Para Martínez
Ocamica, la oposición debe, de hecho, constituir y ser percibida como una
alternativa de gobierno viable y probable. Él cree que la oposición será una
opción cuando los coroneles cubanos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR) perciban que su oportunidad de convertirse en generales dependerá de la
oposición que gobierna en un medio democrático. Esto presupone acuerdos basados
en gestos de flexibilidad; un consenso centrado en la libertad y en la mejora
del bienestar de la ciudadanía. Sin embargo, estos gestos de flexibilidad
política, acomodamiento y preocupación por el bienestar del pueblo cubano no se
reciben del gobierno de Castro.
En otras palabras,
no es suficiente para la oposición luchar contra la opresión, también es
necesario que se la vea como una alternativa viable que ofrece un gobierno
honesto, capaz y juicioso. Él argumenta que una oposición que sabe y articula
cómo quiere gobernar facilita una transición al eliminar la incertidumbre y
reducir el nivel de ansiedad y miedo a lo desconocido en la población.
Del mismo modo,
una oposición percibida como una alternativa de gobierno responsable debe
ofrecer un programa con respecto a los abusos contra los derechos humanos del
régimen de Castro. Toda transición pacífica enfrenta este espinoso dilema. Las
agendas revanchistas no promueven un proceso de transición, pero la justicia es
una condición necesaria para construir un estado basado en la ley y la verdad
debe prevalecer. Este es un tema donde la oposición debe ejercitar la sabiduría,
la prudencia, el coraje y la tolerancia heroica para armonizar los valores
éticos con lo que es posible y necesario para una reconciliación nacional.
En mi libro,
Mañana en Cuba, sostengo que "lo que es pasado es prólogo", y el
castrismo no terminará con la desaparición de los hermanos Castro que legarán a
los cubanos un sistema político-económico decadente y una herencia de una
sociedad civil no preparada para las demandas de una democracia liberal y una
economía de mercado competitiva.
El legado
más pernicioso de la historia de Cuba, exacerbado por el castrismo, es que la
sociedad civil cubana no ha aprendido a apreciar las vicisitudes de la
gobernabilidad democrática y se aferra a la creencia histórica de que la
violencia es un medio legítimo para alcanzar objetivos políticos. En la
mentalidad política cubana, el liderazgo mesiánico triunfa sobre las
instituciones democráticas en todo momento. Estas condiciones presentan un
desafío muy difícil para la planificación de la transición. Sin embargo, este
es precisamente el primer punto en la tesis de Martínez Ocamica; las
transiciones deben configurarse previamente a lo largo de un camino pacífico y
democrático. No es posible o útil concebir el camino del totalitarismo a la
democracia como compuesto por etapas discretas y no relacionadas.
La oposición
cubana (tanto dentro como fuera de la isla) es una oposición que no se acerca a
cumplir los requisitos de unidad de Martínez Ocamica, y la fuerza proyectada, y
de estar en condiciones de ofrecer una alternativa cohesiva político-económica
viable al castrismo. . Entonces, ¿cómo prepara la oposición cubana una
transición exitosa?
Un paso requerido
es reconocer plenamente que una transición debe responder a los intereses y
aspiraciones de la ciudadanía, y que en un sistema que niega las libertades
básicas, la sociedad está debilitada y corrompida por un miasma de miedo. En el
epicentro de estas aspiraciones están las libertades básicas que todos los
humanos desean, en particular: libertad del miedo.
Durante cinco
décadas, el miedo ha sido una parte integral de la existencia cubana cotidiana.
La apatía política y la escasez de valores cívicos exhibidos por la sociedad cubana
actual pueden ser vistas como una forma de miedo siniestra. Es un miedo que,
disfrazado de sentido común, condena como tonto, imprudente o inútil, los
pequeños actos cotidianos de coraje de los disidentes cubanos. Es un miedo que
debe conquistarse si un proyecto nacional de transición es tener posibilidades
de éxito.
Las iniciativas
que dejan el miedo en su lugar y buscan principalmente alterar las políticas
oficiales y los mecanismos para mejorar las condiciones económicas y materiales
tiene pocas posibilidades de éxito sostenido. La democracia es, en esencia, un
sistema político que propone empoderar a las personas. Por lo tanto, la
libertad del miedo es el primer paso para una transición cubana genuina y
exitosa; y porque es una condición necesaria para revertir la apatía política,
es a la vez un medio y un fin.
La oposición
cubana hoy, además, no goza del reconocimiento y el prestigio nacional de que
disfrutó la oposición chilena, ni posee su infraestructura organizativa. La
"economía fallida y en bancarrota planificada centralmente" de Cuba
no es la dinámica economía de libre mercado chilena en funcionamiento cuando se
estableció el "itinerario de transición" de ese país. Todo esto
conduce a una transición cubana que puede tener que originarse con la clase
gobernante o una explosión social masiva improbable. Una auténtica transición
cubana tendrá que esperar hasta que los hermanos Castro ya no estén en el
podio; será uno en el cual la oposición tendrá que improvisar creativamente
para ganar una medida de estatura para desempeñar un papel.
La transición
cubana perfecta es aquella que procede legal y pacíficamente, de la ley a la
ley. Permaneciendo dentro del dominio de lo posible, es uno en el que la clase
gobernante decide cambiar las reglas del juego y abre el proceso político
convocando elecciones libres, justas y competitivas para un nuevo parlamento
que redactará una nueva constitución junto con las líneas de la transición
española. Así es como la oposición cubana debe pensar el futuro de Cuba.
Pero una
transición negociada, de arriba hacia abajo, dirigida por funcionarios del
gobierno plantea la pregunta: ¿cómo una oposición cubana inarticulada persuade
a la clase gobernante post Castro de emprender reformas que bien pueden
resultar en su pérdida de poder político?
Los principios
modernos de la economía del comportamiento y la arquitectura de elección pueden
utilizarse para "empujar" a la ciudadanía a adoptar los valores
cívicos requeridos para una gobernabilidad democrática efectiva. Los mismos
principios científicos pueden ser creativamente empleados por la oposición para
inducir a un gobierno reacio de Castro a abandonar su statu quo y emprender
reformas políticas rápidas para desmantelar las instituciones comunistas. Una
nueva generación de líderes cubanos finalmente asumirá el poder. Sin duda,
pueden tener mentalidad de continuidad, pero a diferencia de los Castros, serán
“nudgable”.
Aquellos oficiales
militares que esperan gobernar en el primer interregno post-Castro heredarán no
solo una economía en bancarrota, sino también paralización, instituciones
disfuncionales, una ideología desacreditada, una sociedad desencantada,
innumerables problemas sociales, y más. Es posible que puedan ejercer el
control militar, pero económica y socialmente, Cuba estará cerca de cumplir con
la definición técnica de un estado fallido. Un estado fallido es, por
definición, uno que ya no puede reproducir las condiciones para su propia
existencia.
Estos funcionarios
se convertirán en herederos de una situación peligrosa e inestable que es poco
probable que puedan controlar. Con una legitimidad cuestionable y un aparato
represivo que puede estar en desorden (y carisma no al nivel de Fidel Castro),
tendrán que enfrentar una oposición interna y externa significativa. Su abanico
de opciones para enfriar este ambiente caliente y cerrado será muy limitado.
Al igual que
Odiseo, estos oficiales se encontrarán con las amenazas ineludibles de sus
propios monstruos marinos, Escila y Caribdis, mientras buscan navegar entre
lados opuestos del estrecho ideológico; y al igual que Odiseo, tendrán que
elegir a qué monstruo enfrentar. Pueden seguir el rumbo totalitario y
enfrentarse al monstruo de Charybdis de la pérdida catastrófica con el
despliegue potencial de eventos incontrolables que culminan en un resultado
parecido al de Ceausescu. O bien, pueden elegir convertirse en líderes de una
apertura política democrática y enfrentar, por otro lado, las pérdidas
políticas más manejables de Scylla. Están íntimamente familiarizados con los
brutales métodos de purga de los regímenes totalitarios y se darán cuenta de
que, para ellos, la felicidad personal y la prosperidad duraderas pueden
lograrse mejor en un entorno democrático, incluso si eso significa renunciar a
algún poder político.
Prepararse para
una transición exitosa, es decir, configurar de antemano un camino pacífico
hacia la gobernabilidad democrática, significa discernir que la oportunidad
surgirá solo cuando los Castro se hayan ido y desarrollar una estrategia de
arquitectura de elección para empujar a aquellos que gobernarán en la dirección
del gobierno democrático.
En términos
prácticos, esto significa que la oposición necesita impugnar cualquier
iniciativa que pueda prolongar la vida político-económica del régimen de
Castro. También debe posicionarse para orquestar y facilitar un paquete
extraordinario de asistencia internacional que se pondrá a disposición, previa
solicitud, a un gobierno cubano preparado para emprender una transición genuina
a la gobernabilidad democrática y oportunidades económicas de libre mercado
para todos los cubanos. Tal paquete no significa nada para los Castros, pero
será extremadamente popular entre el pueblo cubano que busca liberarse de seis
décadas de represión y privaciones totalitarias. De esta manera, la oposición
puede presentarse legítimamente ante el pueblo cubano como una alternativa viable
y poderosa al gobierno de Castro. Es una forma de cumplir, por poder, las
condiciones descritas por Martínez Ocamica.
Es importante destacar que esta no es una
formulación típica de "zanahoria y barrita" diseñada para inducir un
cambio en el comportamiento de los líderes. No se buscan cambios y no se
ofrecen zanahorias o incentivos a los Castros ni a ningún régimen sucesor
interesado en mantener el status quo. Las iniciativas de EE. UU. Para ayudar a
cualquier régimen con mentalidad de continuidad pueden muy bien socavar la
oportunidad de empujar a un régimen sucesor honestamente interesado en el
cambio democrático. Esta formulación reconoce explícitamente que la oportunidad
surgirá solo cuando la lógica perversa de la intransigencia de Castros se haya
ido. Tampoco hay palo, solo una orden DNR consciente y muy pública: No
resucitar.
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